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Columna
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Democracia 0; Mercados, 2

Joaquín Estefanía

Como hace de vez en cuando Felipe González, otro viejo roquero como Jacques Delors ha movido el rabo, dicho lo que piensa y descrito expresivamente el papel depredador de los protagonistas de los ataques contra el euro: "Ahora los mercados te advierten de que si no reduces el déficit te van a atacar. Pero como las políticas de reducir el déficit provocan una caída en el crecimiento, entonces te dicen: 'Te atacaremos por no crecer lo suficiente". Recuerda una confesión de Rodríguez Zapatero, que remitía de modo directo a la eterna cuestión del poder: íbamos a reformar los mercados y son ellos los que nos están reformando a nosotros. ¿Quién manda?

La crisis es tan profunda que a veces provoca interesantes contorsiones. El gobernador del Banco Central Europeo, Jean Claude Trichet, el guardián de la ortodoxia, ha declarado: "En gran número de aspectos la conducta observada por los mercados financieros es difícil de reconciliar con la hipótesis de la eficiencia de los mercados. En este clima (...) es esencial preservar y reforzar el papel de las autoridades públicas". Un año después de la firma del Tratado de Lisboa, su balance no puede ser más decepcionante: en este periodo se han cernido las mayores turbulencias económicas sobre la UE desde su creación. Resultado: a pesar de la creación de un fondo de rescate para los países en dificultades (en vigor hasta el año 2013) y algunos avances en la regulación del sistema financiero (Basilea III, agencias de calificación de riesgos, fondos de alto riesgo...), no existen instrumentos políticos precisos para administrar con eficacia la zona euro, la Unión Monetaria no ha devenido en una Unión Económica y, en definitiva, los avances hacia un Gobierno económico han sido insuficientes para superar el reto.

Alemania representa hoy, más que nadie, el nacionalismo de Estado
Se replantea la vieja cuestión del poder: ¿Quién manda en el bienestar?

Además, han primado las salidas nacionales a los problemas, no ha funcionado el clásico directorio franco-alemán (sobre todo por el nacionalismo alemán y sus ansias de liderazgo), y hay notables contradicciones entre el BCE y los políticos sobre la mejor política económica para que la región despegue. Se ha rescatado a países como Grecia e Irlanda, pero el crecimiento de la UE es notablemente inferior al de EE UU, Japón o los países emergentes, y hay más de 23 millones de parados.

En este contexto se desenvuelve España, que ha pasado otra semana de pasión. Los mercados la ponían en su centro de mira y se multiplicaba la prima de riesgo, el precio de los seguros de impago de la deuda y las empresas se desangraban en la Bolsa.

Es sorprendente que ello ocurriese en el momento que se conocía que el déficit del Estado en el periodo enero-diciembre se había reducido un 43% (el 2,96% del PIB) -la exigencia prioritaria de quienes operan contra nuestro país- y el presidente Zapatero salía del Congreso con un programa legislativo para los próximos 15 meses.

La reacción del Gobierno en este estado de excepcionalidad económica ha sido mejor que nunca pese a los miopes intentos de descalificación del PP (asombrosas las palabras de González Pons, insólito el desmarque de Rajoy que no las condenó, correcta y profesional la intervención de Cristóbal Montoro, que parece darse cuenta de lo que está en juego): Zapatero se reunió con empresarios que representan el equivalente al 40% del PIB para transmitirles confianza en el ritmo de las reformas y pedirles la ayuda que no encuentra en la oposición; y la vicepresidenta Elena Salgado y el gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, introducían en el sistema nuevas dosis de transparencia: bancos y cajas deberán dar cuenta individual de su verdadera exposición en los activos inmobiliarios deteriorados, de modo que no pueda hablarse de un balance oculto; el Gobierno publicará mensualmente la evolución de la deuda pública; y se exigirá el mismo grado de transparencia a las comunidades autónomas y ayuntamientos para que se conozcan sus niveles de deuda real (incluida la que está dispersa en empresas, fundaciones y otras instituciones), déficit y proyecciones de ingresos y gastos. Hacía tiempo que no se veía tal grado de coordinación en los mensajes.

En esta coyuntura, el Consejo Europeo de diciembre cobra una importancia excepcional. Veremos si se llega a él sin más quebrantos voluminosos.

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