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Praga asume la presidencia europea con escepticismo

La Republica Checa asumió ayer el liderazgo semestral de turno de la UE con la promesa de que la suya "no será una presidencia grandiosa, sino realista", en palabras de su viceprimer ministro y responsable de Asuntos Europeos, Alexandr Vondra. Para comenzar, Praga se estrena heredando la última versión del eterno conflicto medio oriental y una reedición de la crisis energética entre Rusia y Ucrania, con su potencial vertiente comunitaria. Dos asuntos inmediatos a sumar a otros: economía, energía y política exterior.

Como un elocuente contraste entre lo que fue la rutilante y movida presidencia francesa y lo que puede ser la checa basta ver el uso de los símbolos comunitarios en París y Praga en la hora del relevo. Francia bañó la torre Eiffel con luz del azul europeo y la engalanó con las 12 estrellas amarillas de la bandera de la Unión en una espléndida noche de verano, a la hora de asumir su presidencia. Ahora, la República Checa se ha puesto al frente de los Veintisiete sin que una simple bandera comunitaria ondee en el castillo que sobrevuela Praga, residencia del presidente Václav Klaus.

Se ha hecho y dicho mucho del euroescepticismo de Klaus, mucho más de lo que corresponde a su influencia real sobre la gestión del día a día, en realidad intrascendente, por definir en lo relativo a la UE y probablemente limitada a una presencia simbólica en algunas cumbres. Lo que no evitará que sus protestas en calidad de disidente de la UE resuenen atronadoramente desde su temporal pedestal.

Tres prioridades

La responsabilidad principal de dirigir la nave comunitaria recaerá sobre el primer ministro, Mirek Topolonek, un liberal conservador del mismo partido que Klaus, distanciado personal y políticamente del jefe del Estado. Hace unos días Topolanek apuntaba en el Financial Times que sus prioridades eran una triple e: economía, energía y política exterior.

La energía se encarnó ayer con el nuevo encontronazo ruso-ucranio. Praga intentará impulsar los planes de dotar a la UE de una política energética común con la que reducir dependencias. Sus propósitos de intervenir en la crisis económica, que debe profundizarse durante este primer semestre, se ven socavados por la no pertenencia de la República Checa al euro. Del mismo modo, sus ambiciones de timonear una apertura de la UE hacia el Este chocan con la instintiva hostilidad de Praga hacia Moscú.

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