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Crítica:LIBROS | Escaparate
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La Cataluña frenéticamente franquista

Memorias. Por razones ya casi personales, me he emocionado invenciblemente al llegar al final de este libro y leer la enésima variante de confesión de un miembro de la Victoria que se declara por fin vencido, y eso hace Esther Tusquets cuando termina el relato hacia 1956 o 1957: contar los pasos menudos que la desplazan desde una familia de la Victoria y la alta burguesía hacia el sentimiento de pertenecer a los vencidos, seguramente sin saber demasiado bien entonces qué significaba eso porque apenas pudo enterarse de qué pueda ser una derrota devastadora e irrecuperable, tan lejos de las puestas de largo y los fastos del Liceo, tan ajena a los viajes por Europa para ver al Papa de Roma en Roma, antes o después de los largos veranos.

Habíamos ganado la guerra

Esther Tusquets

Bruguera. Barcelona, 2007

288 páginas. 18 euros

Ella se va de la madriguera franquista después de haber entrado hasta el fondo de la Victoria porque la Victoria está en su familia y en los de casa, "frenéticamente franquistas", tanto como para recorrer la Diagonal para poder ver dos veces a Franco en el desfile de la Victoria. Hay en la familia muertos de la guerra y hay un hombre fanático de aquella victoria como monseñor Tusquets, el Juan Tusquets que funda en la guerra las Ediciones Antisectarias y desde 1940 la refunda como la editorial Lumen que ha llegado hasta nosotros pero que empezó con él siendo una expendeduría de textos religiosos con encargos seguros y regulares (y es allí donde empezará la muchacha Esther Tusquets a trabajar como editora: de eso sabemos por sus valiosas Confesiones de una editora poco mentirosa).

Esther Tusquets ha rehabilitado aquí una parte de su biografía que estaba en algunas de sus mejores novelas -y dos centrales: El mismo mar de los veranos y Correspondencia privada- y al igual que hacía Pío Baroja (pero Baroja no avisaba) ha usado en estas páginas diversos y extensos pedazos de sus novelas, y en particular a propósito de ese gran asunto central que fue la relación enferma con una madre intolerante... sin ocultarse a sí misma la narradora ni ocultarnos a nosotros que ella misma era una niña de mírame y no me toques.

Debió de ser una muchacha insoportable, desde luego, como hija en rebeldía y disconforme pese a la plenitud material y social de su vida. Maravilla saber que ese mundo de la alta sociedad y el dinero real es real, y la gratitud por ese saber es la primera respuesta del lector, aunque no sé si será igual de entusiasta la reacción de quien haya pertenecido a ese entorno, o lo haya vivido de cerca.

Sin acritud ya ni casi resentimiento, se desmonta el escenario y la farsa en este libro, y se despliegan poco a poco los detalles de la decepción sobre la vida de los próximos, o sobre la vida que le esperaba a una misma de no haber puesto fil a la agulla para salir de ella y reinventársela después de sacarse de encima algunas cosas turbadoramente ciertas: desde el complejo de superioridad que alimenta la escolarización privilegiada de aquella muchacha hasta la victoria sobre la inmadurez de quien sigue creyó en el falangismo como opción política ya avanzados los años cincuenta, y fue capaz de saltar del caballo.

La valiente honradez del libro y la asunción de contradicciones es seguramente su lujo más alto, por encima quiero decir del lujo de ser y haber sido carne de Liceo: que los padres se ocupasen en domingo de ellos dos, ella y su hermano Óscar, ni se planteaba, por supuesto, aunque sí debían acudir a misa, pese a que el colegio no fuese religioso ni sus padres creyentes. La mezcla es poderosa, y está tan mal contado todavía el franquismo puro y duro y catalán que lo primero que habrá que hacer para contarlo es volver a leerse este libro y sacarle punta a confidencias como la repugnancia de su señora familia por el modernismo -"el colmo del mal gusto", como opinaba "la mayoría de barceloneses"- o que no haya duda ni incompatibilidad real en que sus padres "eran burgueses, eran de derechas y franquistas, pero eran ateos". -

La escritora y editora Esther Tusquets, con su primer marido, Jorge Argente.
La escritora y editora Esther Tusquets, con su primer marido, Jorge Argente.

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