_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Alicante: sus últimos objetivos

Sobre las seis de la mañana del 1 de abril de 1939, se entregaron los últimos republicanos, que aún permanecían en el puerto. El día anterior, lo habían hecho varios miles, después de rendir sus armas al general Gambara, quien, al mando de la división Littorio y en nombre del Generalísimo, ocupó Alicante el 30 de marzo. Llovía, cuando los fascistas italianos entraron cantando la Giovinezza. En el puerto los refugiados levantaron barricadas. "Los sacos de lentejas son transportados con increíble rapidez a la entrada. Empotrados materialmente quedan los blindados ligeros, traídos por los del SIM y grupos de guerrilleros con seis ametralladoras, emplazadas para disparar sin dejar ángulos muertos", escribió el amigo Eduardo de Guzmán, director de Castilla Libre.

La impaciencia y la angustia crecen. Mujeres, niños, políticos, sindicalistas, soldados, intelectuales y obreros, contemplan unas aguas desarboladas. Ignoran que ya no hay remedio, que los últimos barcos partieron el día 28: sobre las 23 horas, el emblemáticos Stanbrook, con 2.638 pasajeros a bordo, según relación nominal del profesor Juan Bautista Vilar, aunque algunos testigos de aquella épica singladura, afirman que fueron más; y, poco después, el Marítima, con tan sólo 32. Luego la escuadra franquista cerró la bahía de Alicante con el Canarias y los minadores Júpiter y Vulcano. Se esfumó la esperanza y cualquier resistencia hubiera sido suicida. Mientras, Franco anunciaba en el último parte oficial que la guerra había terminado, pero silenció que empezaba una feroz y larga represión. La mayoría de los prisioneros republicanos fueron trasladados a La Goteta, al pie de la Serra Grossa; otros muchos al Castillo de Santa Bárbara, algunos al de San Fernando, a la plaza de toros, y las mujeres y niños a varios cines. Acerca de La Goteta, donde, durante una semana, se instaló la vejación, el expolio, el hambre, Max Aub nos ha dejado un espléndido libro, Campo de los almendros, dentro de su impresionante fresco sobre la guerra civil El laberinto Mágico. Guerra civil que terminó en Alicante, cuando la República naufragó en su puerto. Ahora, 68 años después de tan dramáticos episodios, la Comisión Cívica de Alicante para la Recuperación de la Memoria Histórica, en la que se integran todos los partidos políticos de izquierda, todos los sindicatos y diversos profesionales, pretende reparar tanta injusticia y proclamar la dignidad y la entereza de cuantos defendieron la legalidad republicana, hasta sus últimas consecuencias.

La marcha cívica que hoy recorrerá aquel itinerario, honra su memoria y reivindica la erección, en el puerto, de un monumento, obra de Eusebio Sempere, y de un Memorial, en el Campo de los Almendros. Los reivindica y denuncia a la Autoridad portuaria por mantener un elocuente silencio respecto a la petición que se le formuló, y al alcalde popular de Alicante, por andarse con pretextos y vaguedades. La Comisión ni renuncia ni cede en su compromiso de poner fin a tan flagrante olvido y a tanta iniquidad.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_