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Columna
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Aniversario complicado

El primer aniversario de Sonia Castedo en la alcaldía de Alicante no ha tenido un final feliz. Cuando ya se daba por concluida la celebración, en la que la alcaldesa ha contado con las simpatías de buena parte de la prensa, la propia Castedo ha venido a torcer la situación. La confusión creada por sus palabras sobre el traslado del Rico Pérez y las compensaciones que recibiría Enrique Ortiz han sido la causa. Los sucesivos cambios de estrategia, desmentidos e ironías han terminado por desconcertar a los ciudadanos; la aparición del nombre del constructor en la trama Gürtel ha hecho el resto. Castedo se encuentra ahora mismo ante un serio compromiso, y la solución que logre dar al asunto permitirá calibrar sus posibilidades políticas. Hasta ahora, no había tenido que enfrentarse a verdaderas dificultades; su primer año en la alcaldía, le ha resultado de una evidente comodidad.

La mejor baza que ha tenido Sonia Castedo durante este tiempo ha sido la conducta de su predecesor, Luis Díaz. Los largos años de Díaz al frente del Ayuntamiento de Alicante fueron de una pasividad progresiva que contagió gradualmente a la ciudad. El alicantino se habituó a que los negocios municipales pasaran de un ejercicio a otro sin resolverse, y acabó por considerar normal esta atonía. La llegada de la alcaldesa -una mujer joven, dinámica, atractiva, con un punto de estudiada espontaneidad- vino a cambiar por completo el panorama. Castedo se entregó, desde el primer momento, a una actividad frenética que dejó sin resuello a la oposición, incapaz de seguirla. No ha pasado día en que esta mujer no protagonizase una noticia, asistiese a un acto o hiciese alguna declaración. Con todo, la mayor habilidad de su trabajo ha sido, en mi opinión, lograr que lo superfluo ocultara lo importante.

Durante su primer año de mandato, Castedo ha logrado captar la atención de los alicantinos con los pequeños asuntos. Sus campañas por embellecer la ciudad plantando flores, o sus intentos de mejorar la imagen urbana impidiendo los grafitos, han ocupado un buen número de páginas en los periódicos. Estas cosas tienen el éxito asegurado. No me atrevería a asegurar, sin embargo, que Alicante sea hoy una ciudad más bella y amable que un año atrás. Es probable que estas acciones den su fruto algún día; hoy, es aventurado afirmar que la población ha cambiado gracias a ellas. La cosmética puede hacer que un rostro nos resulte más agradable, pero jamás sustituye a un tratamiento en profundidad.

En su toma de posesión, Sonia Castedo enumeró una lista de grandes proyectos con los que pensaba cambiar la ciudad. Por desgracia, no ha conseguido estar a la altura de sus pretensiones: sólo alguno de ellos se ha iniciado y ninguno se ha acabado al día de hoy. Es cierto que un año es un plazo muy corto para juzgar la labor de un gobernante, y habrá que esperar un tiempo para formarnos una opinión definitiva. Lo que sí hemos visto durante estos meses han sido maquetas y presentaciones en abundancia, que han servido para dar una imagen de permanente actividad municipal. La falta de dinero de la Generalidad se hace más perceptible cada día, y esto constituye un lastre para Castedo. Es una situación difícil que le obliga a un constante equilibrio: como alcaldesa, debe reivindicar las necesidades de Alicante; como política del Partido Popular, no puede incomodar a sus jefes de los que depende su vida profesional. La solución que ha encontrado es culpar de cualquier carencia al Gobierno de Madrid. En esto, Castedo es ortodoxa y no se aparta de la doctrina oficial.

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