_
_
_
_
_

Barberá desaloja a los inmigrantes del río y valla el puente para que no vuelvan

La mayoría de los 'sin techo' expulsados tenía previsto dormir en el Jardín del Turia

El Ayuntamiento de Valencia desalojó ayer al centenar de inmigrantes que dormía bajo el puente de Ademuz y valló la zona para impedir que vuelvan a un lugar que ocupan hace más de dos años. A primeras horas de la mañana, técnicos municipales les indicaron que cogieran las pertenencias que pudieran y ofrecieron plazas de albergues mientras personal de limpieza se deshacía del resto de sus enseres. Apenas 26 personas accedieron a la oferta de los servicios sociales mientras el resto se quedó por el Jardín del Turia. Las ONG reclamaron un albergue permanente.

"Sólo pido un día para aclararme y recoger mis cosas". Ana, española de 46 años, recogía apresuradamente los enseres que podía de su casa, delimitada por paredes de cartón de un metro de altura, que compartía con Óscar, un belga de origen islámico de 29 años. Ana y Oscar son dos del centenar de personas que habían hecho de los bajos del puente de Ademúz su residencia.

Atrás quedaron los tiempos en los que quienes buscaban cobijo allí eran casi exclusivamente subsaharianos temporeros. Ahora, del centenar de personas, unos 30 eran subsaharianos y el resto marroquíes, argelinos, búlgaros, ucranianos, paquistaníes e incluso españoles. La heterogeneidad de sus orígenes se mezclaba con la diversidad de los problemas de las personas que se encontraban allí: desde inmigrantes sin papeles a la espera de una oportunidad laboral hasta transeúntes con problemas de alcoholismo y marginalidad cronificada.

Tras algún intento previo fallido de desalojo por parte del Ayuntamiento, el Consistorio optó ayer por combinar las medidas sociales con las policiales. Por un lado, funcionarios municipales iban ofreciendo plazas en albergues y a medida que desalojaban a los inmigrantes, los servicios de limpieza retiraban bicicletas, carros de supermercado, cartones, colchones, muebles deteriorados, cacharros de cocina, ropa, comida y todo lo que los sin techo no podían llevar consigo. La policía intervino más tarde para impedir que inmigrantes y miembros de ONG bloquearan el vallado de la zona.

Apenas 26 personas aceptaron ir a albergues. El resto se trasladó unos metros hacia las pistas de atletismo del jardín del Turia. Pese a que los técnicos municipales indicaban que la acogida en centros era por tiempo indefinido, las estancias eran limitadas, como reflejaba el documento que llevaba un inmigrante argelino que había vuelto al río al ver que la plaza que le habían asignado tenía fecha de caducidad. Las ONG que trabajan con los inmigrantes volvieron a reclamar un albergue permanente como única solución al problema para evitar que al cabo del tiempo los inmigrantes "vuelvan a la situación de desamparo actual". La mayor parte de los sin techo tenían pensado pasar la noche en el río, esta vez al raso, en el jardín contiguo al puente.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_