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Reportaje:

La paloma y la cazalla son cosa suya

Las familias Limiñana y Botella llevan casi 80 años alegrando los cuerpos de miles de españoles. De su destilería de Monforte del Cid (Les Valls del Vinalopó) salen 800.000 botellas de anís seco al año etiquetadas con la marca Tenis. Es el alma de unas copas de consistencia lechosa, el resultado de la mezcla de anís seco con agua, que en Murcia y Alicante se conoce como paloma y que al norte del Mascarat se denomina cazalla. Por encima de las nomenclaturas, es una de las bebidas más típicas de la Comunidad Valenciana, que los más recios consumen sin agua para entonarse el cuerpo y el espíritu de buena mañana, y los menos como refrescante aperitivo en los mediodías desoladores del estío.El anís seco más vendido de la Comunidad Valenciana siempre ha sido destilado en las instalaciones que los Limiñana y Botella tienen en el número 3 de la calle de San Vicente Ferrer. Es una empresa familiar, una sociedad limitada entre los miembros de estas dos familias que empezaron sin relaciones de parentesco y que ahora ya son una. Al frente de esta empresa fundada en 1921 se hallan ahora Antonino Limiñana y Antonino Botella. Son descendientes directos de los fundadores de la empresa, Francisco Limiñana y Antonino Botella.

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Fíjense si es antigua la empresa, que hasta cuentan con un pasodoble cantado que Juan Miralles y Juan José Garido compusieron en una fecha lejana que los actuales propietarios no saben concretar. Un pasodoble cuyo estribillo proclama: El anís Tenis es la mejor bebida / el anís Tenis alegra nuestra vida / es un néctar selecto y superior / que al beberlo te dará buen humor / si hecho paloma lo tomas a porfía / el apetito te aumenta cada día / el anís Tenis es bebida sin igual / que no ha tenido ni tendrá nunca rival.

No deja de tener su parte de verdad este último verso, aunque no porque sea el licor más bebido, sino porque cuenta con una parroquia fiel y sus características peculiares le evitan tener que entrar en liza con bebidas como el whisky o el vodka. Es más, según Botella, al igual que sucede con estos populares licores, "el anís seco es una bebida que se mantiene, que nunca pasa de moda".

No sólo de anís Tenis viven Limiñana y Botella, pero casi. El 80% de sus ingresos proviene de la venta de su producto estrella, pero tienen otros productos "para diversificar el mercado, porque realmente lo que ganamos con ellos no es mucho", asevera Botella. La empresa comenzó con dos productos, el anís y el licor de mandarina Tenis. Ahora fabrica también anís Limiñana (destilado en frío y, por tanto, de peor calidad), cantueso Monte, licor de café Truquet, licores de frutas, ginebra Tenis, vodka Kent Bis y una extensa gama de "bebidas espirituosas anisadas", según rezan las etiquetas.

A mediados de década, los Limiñana y Botella desembolsaron entre 120 y 130 millones para modernizar su maquinaria. El resultado es una planta de cuyos parabienes no se cansan de hablar, moderna pero que mantiene las pautas de fabricación tradicionales. De hecho, junto a los enormes silos en los que reposa el anís quedan unas cubas para rellenar a mano garrafas de vidrio forradas de plástico. Es lo que pasa con las bebidas de toda la vida, que "hay bares que todavía tienen la costumbre de hacerte los pedidos por garrafas, y por ellos las mantenemos", explica Francisco Botella.

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El anís queda lejos

En su libro sobre la iniciativa empresarial en el Vinalopó, escribe Jesús Navarro, presidente de la popular marca de especias noveldense La Carmencita, que una de las cosas que más le sorprenden de su tierra es cómo el espíritu de algunos emprendedores ha conseguido que florezcan las industrias, en un valle semidesértico donde no crece nada.

El origen de anís Tenis se halla también en la idea de dos personas que decidieron importar la bebida que habían conocido en Argelia a su localidad natal, pese a que el anís ni crecía entonces ni crece ahora a orillas del Vinalopó. Los anises más empleados por las destilerías de Monforte son el anís verde o matalauva y la esencia de anís que extraen de la planta de la badiana, lo que se conoce como anís estrellado. Lo importan del sur, especialmente de Almería y Jaén.

El proceso de elaboración del anís es sencillo. El secreto está en la correcta mezcla de alcohol, agua, anís y azúcar. Si la destilación se hace en caliente, el anís tarda más tiempo en estar listo para ser embotellado, pero tiene una calidad superior a la que se obtiene con el mismo proceso en frío. Es el mismo proceso que aprendieron de sus ancestros.

Tampoco han cambiado mucho las cosas en el producto hermano del anís Tenis: el licor de mandarina, que nació al mismo tiempo. Para obtener la esencia de mandarina que le da sabor sólo se utiliza la cáscara del fruto. En 1921 se pelaban las mandarinas a mano y ahora también, ya que los Limiñana y Botella no han hallado una máquina que pueda automatizar este proceso. El resto siempre se ha desechado, excepto durante la guerra civil y la hambruna que le sucedió, cuando las peladoras trabajaban a cambio de la pulpa.

Al visitar las instalaciones de anís Tenis da la impresión de que pocas cosas han cambiado. Las máquinas se mueven a las órdenes de un complejo programa informático, sí, pero las naves, la distribución de las minúsculas oficinas, parecen haber sido siempre como se ven ahora.

Es el ambiente perfecto para alumbrar un licor que también sabe a añejo, tanto como los clientes que mantienen las destilerías Tenis en toda la Comunidad Valenciana, Albacete, parte de Murcia, la España pirenáica y en Andorra, Italia y Portugal. Una parroquia fiel que cuando entra arrecida a un bar y pide con voz firme una palometa o una cazalla, también revive en el cerebro estampas de la España que conoció el anís con agua en las campañas militares del norte de África.

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