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Columna
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Camps, en la burbuja

A Francisco Camps lo mantienen vivo políticamente gracias a su encierro en una pompa mediática, similar a la burbuja que tienen en los hospitales para mantener aislados a los enfermos de cualquier contagio exterior. El entorno de Camps vela por su salud y, piadosamente, sólo le dejan ver lo que de él dicen sus hagiógrafos en Canal 9. En el sueldo del político entra la obligación de desayunarse un sapo cada mañana con la lectura de los periódicos. Pero Camps ni siquiera lee el dossier de prensa que le preparan al Gobierno valenciano al inicio de la jornada, no sea que la eclosión de anfibios se le atragante. Dado su estado de salud político, al presidente los suyos sólo le pasan un papelito con las noticias más importantes, convenientemente diluidas y edulcoradas.

Como si de un virus se tratase, Camps tampoco habla con los medios. Cuando recibe o despacha en el Palau, sólo dejan entrar a la prensa gráfica para que hagan lo que en el argot periodístico se llama "un mudo". Después, los contenidos de lo que se supone que ha hecho o dicho son remitidos por el servicio de prensa en forma de nota laudatoria y un corte de voz y de vídeo celosamente seleccionado. Así se evitan las preguntas de los periodistas.

Pero en ocasiones no le queda más remedio que abandonar la burbuja y salir a afuera. Y aunque esas tinieblas exteriores sean unos espacios celosamente vigilados, a veces no puede evitar toparse con las preguntas de un redactor impertinente, es decir, con un periodista que cumple con su oficio. Entonces, a modo de mascarilla protectora o de salmodia exculpatoria, el presidente repite "son ustedes muy amables, son ustedes muy amables", fuerza el rictus, aparenta una sonrisa, acelera el paso y toma las de Villadiego.

Sin embargo, se ha producido un milagro y ahora resulta que los mudos hablan. Las imágenes censuradas de la exposición Fragments d'un any que organiza la Unió de Periodistes Valencians se han convertido en un elocuente discurso. Los censores han dicho que las fotografías colgadas en el Muvim podían herir susceptibilidades, que es un predicado que sólo se suele aplicar a las imágenes muy violentas o descaradamente pornográficas. Ellos sabrán qué es lo que ven en ellas, pero, si sus ojos les escandalizan deberían, no ya hacérselos arrancar, como dice la máxima evangélica, pero por lo menos sí tendrían que hacérselo mirar. ¿Qué les molesta tanto de estas instantáneas? Pues eso precisamente, su instantaneidad, la realidad, la tremenda verdad que reflejan. Toda la épica del periodismo se resume en la respuesta clásica ante las amenazas del poderoso que intenta evitar que se publiquen sus tejemanejes: "Te fastidias, tenemos las fotos"

El asunto es que Valencia ha vuelto ser la capital de la infamia. Menos mal que nos queda el consuelo del trabajo de sus excelentes reporteros gráficos, los auténticos periodistas de primera línea. Y también, la dignidad de todo un demócrata: el profesor y ciudadano Romà de la Calle.

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