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Columna
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Camps y su perro

Aunque nadie lo haya visto aún paseando con él, créanme, Francisco Camps se ha comprado un perro. Algunos malintencionados dirán que se lo han regalado. Pero eso, en este caso, no tiene la más mínima importancia. Porque el perro que se ha comprado el president es un perro histórico, casi mítico, nada más ni nada menos que el perro de Alcibíades. Les cuento.

El bueno de Alcibíades fue un estratega y estadista de la antigua Grecia, que, por su desparpajo y ausencia de principios morales, habría hecho las delicias de una Esperanza Aguirre o, si me apuran, de un Nicolás de Maquiavelo. Alcibíades era primo de Pericles, quien le dio una sólida educación. También recibió lecciones del mismísimo Sócrates. Alcibíades tenía un perro fabuloso, de tamaño gigantesco, que le costó siete mil dracmas, un dineral para la época. Pero, lo que son las cosas, el perro de Alcibíades ha acabado convirtiéndose en un referente para Camps y para sus asesores, entre los que, seguro, hay alguno muy versado en las historias de la Grecia clásica.

Durante las últimas semanas el president Camps andaba agobiado por las preguntas de la oposición con el dichoso asunto de los malditos trajes. Camps decidió poner tierra de por medio y para no someterse a la sesión de control parlamentario, se fugó a Alicante, donde se protegió bajo el manto protocolario de la Reina, con el pretexto de que debía acompañar a doña Sofía en la inauguración de la muestra La belleza del cuerpo, arte y pensamiento en la Grecia antigua. El president dejó plantada a las Corts. La oposición rabió. El brioso portavoz socialista, Ángel Luna, llegó a decir que Camps había traído de la mano y amparado la sucursal de la trama corrupta creada en Madrid y que no le preocupaba tanto "cómo se paga sus trajes, sino cómo gestiona el dinero de los valencianos". Mientras, Camps se hacía la foto impecablemente vestido junto a la Reina, delante de un discóbolo canónicamente desnudo. Y tal vez ahí, ante esa imagen profundamente ilustradora de la debilidad del poder de Camps, el estratega de turno se acordó de Alcibíades y decidió recurrir a los clásicos para intentar sacar al president del atolladero.

El perro de Alcibíades tenía una hermosa cola que el gran estratega, en un momento de inspiración, decidió cortarle ante la sorpresa de los atenienses. Mutatis mutandi es lo que aconteció la semana pasada cuando Camps anunció, acompañado de seis consellers, su plan antiaborto frente al Gobierno Zapatero. Un plan concebido para subvencionar a organizaciones antiabortistas, aunque adornado con unas medidas de ayuda a las familias que legalmente ya existen sobre el papel del Diario Oficial de la Generalitat, pero que, en realidad, dada la penosa situación financiera, no se pagan. Un brindis al sol o un corte de cola canino, tanto da. Son los mismos perros con distintos collares. Sin embargo han merecido las bendiciones a bombo y platillo del cardenal Agustín García Gasco: una medida que hay que recibir "con alegría y esperanza". Aunque también han sido objeto de las críticas de la portavoz de la Plataforma Feminista de Valencia, Encina García: "Se promueve la gestación para ofrecer rápidamente al bebé en adopción; parecen vientres en alquiler".

Cuando los amigos de Alcibíades le criticaban por lo que había hecho con la cola de su perro, él contestaba riéndose. Lo que yo quiero es que los atenienses hablen de la cola de mi perro para evitar que digan otras cosas peores de mí. Créanme, el perro de Camps es un perro de papel, pero existe. Doy fe.

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