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Apuntes

¿Campus de excelencia? Sí, pero no de esta forma

Las universidades medias critican el programa y buscan alianzas para presentarse

Ignacio Zafra

El campus de excelencia internacional, el programa con el que el Gobierno pretende situar a un grupo de universidades españolas entre las mejores de Europa, no es muy popular en las universidades de Alicante, Castellón y Elche. No discuten el objetivo, ni la introducción de estímulos para competir. Pero sí prácticamente todo lo demás. No les convenció la forma de plantear la primera edición. Ni los plazos. Ni la limitación de partida en el número de seleccionados. Ni la calidad del dinero puesto sobre la mesa (créditos que las universidades deben devolver). Ni la flexibilidad con la que el Ministerio de Educación interpretó su propia convocatoria.

La crítica de Francisco Toledo, rector de la Jaume I de Castellón, va aún más lejos: "Si no estamos de acuerdo con el modelo universitario español, habría que explicarlo. ¿Queremos tener unas pocas universidades de excelencia a costa de que el resto se quede por debajo? Eso exige un debate, y ese debate no se ha hecho. En su lugar se utiliza la palabra excelencia para crear universidades de primera y de segunda por medio de una resolución ministerial".

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"Cualquier iniciativa que tenga como finalidad estimular la calidad y la excelencia no sólo nos parece bien, sino que es imprescindible, pero la primera convocatoria de este programa ha sido fallida por muchas razones", afirma Ignacio Jiménez Raneda, rector de la Universidad de Alicante; "si el objetivo es que mejoremos en los indicadores y compitamos en el mundo, esta convocatoria no ha contribuido a hacerlo".

Y el rector de la Miguel Hernández de Elche, Jesús Rodríguez Marín: "No hay nada que objetar a que se establezca un sistema para medir la excelencia, pero ese sistema habría que discutirlo. Y sí que es objetable que sólo pueda haber ocho, 15 o 22 campus de excelencia. Es como decir que en una clase sólo pueden aprobar cinco. O que sólo se van a dar dos sobresalientes. Déselo a quien se lo merezca aplicando criterios claros".

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La primera impresión ante el malestar generado por el Campus de Excelencia Internacional (CEI) puede hacer pensar en despecho. En la reacción de tres universidades medianas (o pequeñas) ante un programa diseñado para fundar agregaciones de talla colosal, un club exclusivo al que que tienen muy difícil entrar, sobre todo yendo por libre.

Pero eso no invalida sus críticas. "Es rechazable que la resolución haya destinado fondos a universidades privadas. No por el hecho de que se les dé dinero a las privadas, sino porque las bases de la convocatoria lo excluía y las reglas del juego hay que cumplirlas", afirma Raneda. Tampoco decían nada las bases sobre la aparición de una segunda categoría llamada Campus de Excelencia Regional. Ni sobre los proyectos prometedores (calificación que recibió el proyecto de la Universitat de València y la Politécnica de Valencia). Ni sobre el último escalón retribuido, la "mención de calidad".

A pesar de ello, las tres universidades se presentarán a la próxima convocatoria, que debería tener lugar antes de verano. Y con todos sus puntos débiles, el CEI ha tenido la virtud de convencer a Alicante y Miguel Hernández (cuya segregación a finales de los noventa fue traumática) de que no tienen más remedio que ir juntas. Buscar sinergias entre dos centros "compatibles y complementarios" (Raneda). "Las agregaciones funcionan bien en este programa" (Rodríguez Marín).

Más complicado lo tiene Castellón. Las alianzas con universidades de otras autonomías no se han ensayado (y no parecen fáciles, teniendo en cuenta que los gobiernos autónomicos actúan de avalistas en los créditos reembolsables que libra el Gobierno). Así que no tiene mucho donde elegir. Su carta pasa por unirse al CEI de Valencia, una posibilidad que han empezado a negociar los tres equipos rectorales. Pero todavía hay que ver si la operación cuaja. Y qué opinión tiene el Ministerio de Educación al respecto.

La paradoja del Nobel

El rector de la Universitat Jaume I de Castellón, Francisco Toledo, hizo un informe sobre el célebre ranking de Shanghai que presentó hace algo más de un año en una reunión de consejos sociales. Llegó a la conclusión de que para estar entre las 100 primeras era prácticamente imprescindible tener de profesor a un premio Nobel. De modo que si el Gobierno realmente quisiera colar alguna universidad española en el top 100, opina Toledo, no sólo tendría que aumentar enormemente el presupuesto del programa del Campus de Excelencia Internacional (en línea con lo que han hecho Francia y Alemania), sino introducir "cambios legales y estructurales" en el sistema que permitiera a los rectorados contratar investigadores de ese nivel a "precios de mercado".

Toledo, que también vio (como el rector de la Universidad Politécnica de Valencia, Juan Juliá) criterios políticos detrás de la elección de los cinco CEI del pasado mes de noviembre, considera que el Ministerio de Educación ya dispone de suficientes indicadores académicos. Una opinión que comparten los rectores de Alicante y Elche. Los tres ponen como ejemplo la última clasificación del grupo Scimago, que situaba a los cinco campus valencianos entre los 13 mejores de España.

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Sobre la firma

Ignacio Zafra
Es redactor de la sección de Sociedad del diario EL PAÍS y está especializado en temas de política educativa. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Valencia y Máster de periodismo por la Universidad Autónoma de Madrid y EL PAÍS.

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