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Columna
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Cuentas del Gran Capitán

Recetas para superar la crisis: eso es lo que hace falta y lo demás son pamplinas. Lo malo es que uno no sabe muy bien a qué actividad empresarial podría dedicarse. ¿Al ladrillo?: es broma, y pesada. ¿A la industria?: en Asia fabrican más barato. ¿A la organización de eventos?: solo quedan los del Imserso. Mal, mal está la cosa. Por ello las comunidades autónomas -que más bien parecen comunidades autistas (CCAA)- se han lanzado a una loca carrera de "si tú pides esto, yo un poco más".

Es verdad que a algunas, entre ellas la nuestra, el Estado les viene regateando mezquinamente el rédito de su contribución al sostenimiento del mismo. Algún día habrá que estudiar con detalle la historia de cómo el Estado español ha supuesto para las comunidades de la antigua Corona de Aragón un timo en lo económico, en lo político y en lo cultural. Pero ahora me interesa fijarme en la pobreza de los argumentos que se esgrimen para reclamar más dinero: el aumento de población. Vamos, que el Papa lleva toda la razón en su campaña del preservativo. ¿No sería mejor aducir razones de peso como la importancia estratégica de cada comunidad? ¿Acaso no va siendo hora de romper con el sortilegio del café para todos, el cual, con el pretexto de los equilibrios territoriales, está propiciando soluciones que perjudican a las comunidades orientales de manera escandalosa? Por desgracia, para reclamar coherencia es preciso haber barrido previamente la propia casa. Y esto es lo que las comunidades autónomas no han hecho, sobre todo la valenciana. Porque los fondos que el presidente Camps reclama al ministro Chaves -con razón- tan apenas se destinarán a futuras inversiones, sino en su mayor parte a pagar la deuda que previamente se contrajo -con manifiesta sinrazón- organizando espectáculos de toda laya mientras lo fundamental, la sanidad, la educación y el tejido industrial, se hundían hasta límites inconcebibles.

Hasta ahora nos íbamos apañando a base de aumentar la deuda y de recibir fondos estructurales de la UE. Lo malo es que con la crisis todo se ha complicado, de manera que las entidades financieras y Europa nos han cerrado el grifo. Agobiados por el cobrador del frac, tenemos que sacar dinero de donde sea y hemos hecho de la necesidad virtud recurriendo al victimismo, un invento genial. Consiste en no ser menos que la comunidad vecina y quejarse continuamente al Gobierno central, ese que se iba a disolver en Europa como un azucarillo. ¿Que la de al lado tiene nieves eternas y nosotros no?: pedimos un dineral para cubitos de hielo. ¿Que sus ciudadanos están más morenos que los nuestros: exigimos a voz en grito dotaciones para rayos UVA. ¿Qué allí hay más kilómetros de carretera o de vías férreas (no importa que nos doblen en extensión)?: se reclama un aeropuerto para cada pueblo de la CA y metro con parada en la escalera de la finca de cada quisque. A lo grande. Por pedir que no quede. Si la huida hacia adelante marchaba cuando se hicieron los apartamentos y los campos de golf innecesarios, ¿por qué no tendría que funcionar ahora que se pide lo que tampoco echábamos en falta? El procedimiento tiene antecedentes y se remonta a las cuentas del Gran Capitán. Es verdad que este señor ganó un montón de plazas fuertes y nuestros dirigentes no hacen más que perder puestos de trabajo. Pero este es un detalle sin importancia, mientras el cuerpo aguante todo irá bien. Además, el Gran Capitán tenía que rendir cuentas al Rey y nuestros capitostes no están expuestos a la fiscalización de sus desafueros ¡Faltaría más! Para eso somos una democracia.

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