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Reportaje:

Fallas insostenibles

Materiales y excesos de la fiesta afectan al medio ambiente

La evolución de la fiesta ha acabado transformándo las Fallas en una gran bacanal: producción de hasta 10.000 toneladas de residuos, derroche lumínico antes siquiera de empezar, contaminación acústica incesante, comportamientos desaforados o emisión de gases a la atmósfera. La Associació d'Estudis Fallers ha reflexionado sobre un tema tan peliagudo como la sostenibilidad de las Fallas en las jornadas que cada año organiza en la Nau, el edificio histórico de la Universitat de València. Ante la ausencia secular de debates sobre la fiesta, estas jornadas plantean una reflexión seria sobre el camino que deben tomar.

Aparte de las incomodidades mayúsculas -las más cargantes, que alientan a algunos residentes a hacer las maletas y huir, las conversaciones de este año han planteado la sostenibilidad ambiental de las Fallas, algo en lo que suspenden.

Nada se sabe del premio anunciado a fallas menos contaminantes

Ni siquiera existe un informe de impacto ambiental serio de los efectos generados por las Fallas. "Habría que determinar cómo repercuten los actos pirotécnicos desde antes de la semana fallera, con la producción de residuos, el consumo de energía, la emisión de gases a la atmósfera de la cremà, el consumo de agua...", recomienda el técnico en educación ambiental Víctor Belloch, quien también aboga por conocer qué contaminantes se liberan al quemar la fallas para saber si pudieran afectar a la salud, sobre todo en lo referente a enfermedades cardiorrespiratorias. Sólo cuando se sepa todo esto se pueden aportar soluciones de calado, aunque ya perfila algunas: "Apagar y encender las luces cuando toca, no cuatro semanas antes y una semana después; utilizar lámparas de bajo consumo; reciclar el material de la ofrenda; controlar la contaminación acústica de las verbenas; reutilizar el aceite de las churrerías; fomentar la cultura de reciclado en los casals; que las falleras mayores se desplacen en coches ecológicos...", en definitiva, utilizar las Fallas como elemento de educación ambiental. ¿Será posible?

En Gandia hay un premio para fallas ecológicas, pero nada se sabe, según los especialistas reunidos en las jornadas, del premio anunciado por el ex consejero Esteban González Pons para las fallas y fogueres construidas con materiales tradicionales y menos contaminantes. Y hacia este polo viró el debate.

Desde hace años, el poliestireno expandido, conocido como suro blanc, es el protagonista del modelado de los monumentos. Este material procedente del petróleo, según explica el químico Joan Francesc Álvarez, que hace que la falla arda rápidamente, pero es mucho más tóxico. De ahí que plantee utilizar otros polímeros creados a través de la piel de naranja, sobre los que se está investigando en EE UU, u otros derivados del maíz, o de la piel de arroz, porque todos estos plásticos son biodegradables. El artista fallero Alejandro Santaeulalia, en representación de todo su gremio, aclaró que el corcho blanco "permite diseñar fallas muy airosas, de grandes volúmenes. Volver a los materiales tradicionales reduciría la falla a su quinta parte, y el artista que optara por ello estaría fuera del mercado". ¿Estarían todos los agentes dispuestos a renunciar al gigantismo y pompa de las grandes fallas de poliestireno?, ¿podrían competir la monumentalidad de éstas con las de tela y cartón? Santaeulalia aboga por la mediación de la Administración, que debería incentivar las fallas tradicionales, o incluso prohibir por normativa los plásticos más contaminantes.

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En su taller Santaeulalia recicla los materiales, aunque dice que "no todos lo hacen porque es caro", y ha participado en una experiencia piloto con una empresa británica y la Universidad Politécnica de Valencia para cambiar el poliestireno por un plástico elaborado a partir de alcoholes, pero su aplicación es inviable porque el material no se fabrica. "Somos una industria local". El desafío es que la polémica sobre el monumento no enquiste el verdadero debate.

Reciclarás en vano

La Falla de las calles Lepanto-Guillem de Castro de Valencia quiso el año pasado ensayar una fiesta sostenible. Esta consigna inspiró su monumento, la semana cultural y el comportamiento de los falleros en el casal con la puesta en marcha de pautas ecológicas. Gracias a los contenedores cedidos por la Diputación de Valencia separaban los desperdicios generados. La comisión cumplió. Pero los más de cien falleros se fueron a la cama más estupefactos que satisfechos al comprobar con pasmo cómo el camión de recogida de basura municipal no discriminaba los residuos previamente separados.

"Después del esfuerzo y la ilusión de todos, nos tocó decirles que era una experiencia piloto y que este año no volverá a pasar", explica su presidente, Emilio Tamarit.

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