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Guerra abierta entre las dos universidades católicas valencianas

El arzobispo exige a la Cardenal Herrera que deje su sede en plena matrícula

Ignacio Zafra

La muy difícil coexistencia de las dos universidades privadas valencianas de nítido perfil católico saltó ayer oficialmente por los aires. El cardenal y arzobispo Agustín García-Gasco, gran canciller de la Universidad Católica San Vicente Mártir de Valencia, exigió a la Fundación San Pablo CEU el desalojo de las instalaciones de Montcada, donde imparte educación básica, bachillerato, y universitaria desde finales de los setenta, y que pertenecen a la Iglesia. García-Gasco dio por concluidas las negociaciones para renovar el alquiler en un comunicado, evitando explicar si ello significaba que el CEU debía dejar los edificios de forma inmediata, a un mes de empezar las clases y con la matrícula todavía abierta.

El CEU sólo imparte en Montcada carreras del área de la Salud

El CEU, que públicamente sólo se declaró "sorprendido" por la decisión del arzobispo, transmitió un mensaje de relativa tranquilidad. Aceptando que una vez manifestada la voluntad del arrendador su salida del antiguo seminario era inevitable, se consideraba que el actual contrato daba un margen de tres a cinco años para hacerla efectiva. Y que si se dieran divergencias de interpretación entre las partes al respecto, lo lógico sería que el juez concediera un plazo de tiempo razonable al CEU, que tiene matriculados allí, entre el colegio y la universidad, a más de 2.000 alumnos. La fundación cuenta con terrenos libres en su segunda sede de Alfara del Patriarca, muy cerca de la de Montcada.

El arzobispado dijo oficialmente que el desalojo del CEU, fundado por la Asociación de Propagandistas Católicos, respondía, de un lado, a su intención de ubicar en los edificios un "colegio-seminario concertado", "un centro de Formación Profesional", y una residencia "al servicio de sacerdotes jubilados y enfermos" ("en el que se invitará a colaborar al CEU"). Tres proyectos que perseguirían "beneficiar a las familias de Montcada y de las poblaciones limítrofes en el área metropolitana de Valencia". Por otro lado, se aseguraba que los contratos mantenidos con la fundación habían supuesto "un grave quebranto económico para el arzobispado" debido a la baja cuantía del alquiler.

En el fondo de la maniobra se intuía, sin embargo, la voluntad del arzobispo de fortalecer a su universidad debilitando a su competidora, en un momento complicado para la Católica debido a su fracaso en implantar Medicina.La Universidad Católica, fundada en 2003, mantiene su debilidad. Su nacimiento en una época de escasez de alumnos; en un medio en el que la red pública cubre casi toda la oferta universitaria (y a un precio incomparablemente menor); sin capacidad económica para labrarse un prestigio que le distinga de las demás (actualmente se diferencia, en todo caso, para mal), y con una competidora en el ámbito privado y en su franja ideológica, convirtieron su aspiración por Medicina (y en un segundo escalón, por el resto de carreras del área de la Salud) en una cuestión casi de vida o muerte.

Descartada como está prácticamente una fusión entre el CEU y la Católica (que garantizaría la viabilidad del centro) mientras el arzobispo y máximo dirigente de la segunda siga siendo García Gasco, el cardenal logró, sin embargo, a través de su excelente sintonía con el presidente de la Generalitat, Francisco Camps, un extraordinario espaldarazo de parte del Gobierno valenciano. La Católica, anunció el año pasado el Consell, contaría con Medicina, Odontología, Podología y Fisioterapia (lo cual equivalía a fundar por segunda vez la universidad, que por entonces subsistía gracias, básicamente, a las carreras de Magisterio de la Fundación Edetania, que había sido desgajada a su vez de la Universitat de València, a la cual estaba adscrita).

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Aquello fue un flagrante caso de favoritismo porque la concesión de nuevas carreras estaba suspendida en toda España debido a la reforma del sistema universitario, y sólo se ha desbloqueado a principios de este año. Para el CEU supuso, además, un tortazo en toda regla. Como ya se supo entonces, los dirigentes de la universidad habían solicitado la carrera sólo unos meses antes al Consell. El equipo del entonces consejero de Universidad y Ciencia, Justo Nieto, les respondió que no era posible debido a la moratoria impuesta por el Gobierno, pero le dio a entender también que una vez levantada la cosa iría para adelante. La siguiente noticia que tuvo de Medicina fue que, con suspensión o sin ella, la Generalitat daba la carrera a la Católica.

El rector de la Católica, el arzobispado (y la misma Generalitat) trataron, a continuación, de conseguir un nuevo trato de favor, en este caso del Gobierno. Pero el Ministerio se mantuvo firme, y las carreras tuvieron que hibernar (con una polémica versión no oficial funcionando).

Antes del verano, a la universidad del arzobispo le llegó su oportunidad con todas las de la ley: la Católica solicitó la creación de cuatro nuevas carreras (además de la adaptación al espacio europeo de las que ya tenía), y la agencia estatal encargado de evaluar las protestas le dijo que no a las cuatro. En el recurso posterior, el centro salvó Fisioterapia, pero volvió a ver cómo le tumbaban las otras tres debido a la penuria de profesores, instalaciones y convenios con hospitales que presentaban las solicitudes. Hasta en cuatro ocasiones la agencia informó desfavorablemente, y el Ministerio de Educación confirmó que la universidad había perdido toda posibilidad de implantar las carreras para el curso que empezará en septiembre.

En ese escenario llega el anuncio de que el arzobispado quiere desalojar al CEU. Realizado sin advertir previamente a la otra universidad privada (tendente por su propia naturaleza a la sumisión a la jerarquía de la Iglesia, que representa en este caso García-Gasco), que se hallaba en negociaciones para actualizar los alquileres.

El arzobispado argumenta que busca "beneficiar" a Montcada y a su entorno abriendo tres centros educativos, cuando para ello debe perturbar la tranquilidad de los dos millares de alumnos (y de sus familias) que ya se encuentran emplazados en los otros tantos centros que gestiona el CEU. Y el paso es un torpedo dirigido, precisamente, contra las carreras del área de la Salud, que son las que la universidad privada tiene instaladas en los edificios de Montcada. ¿Una casualidad?

Ayer sorprendía en ámbitos universitarios que García-Gasco tomara esa decisión cuando, por su edad, no deberían faltar demasiados meses para su retirada. Y quizá eso influya, pero al revés. El arzobispo no parece dispuesto a marcharse sin dejar como legado una universidad fuerte y consolidada.

Zona del seminario de Montcada donde el CEU tiene las carreras del área de la Salud.
Zona del seminario de Montcada donde el CEU tiene las carreras del área de la Salud.JOSÉ JORDÁN

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Sobre la firma

Ignacio Zafra
Es redactor de la sección de Sociedad del diario EL PAÍS y está especializado en temas de política educativa. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Valencia y Máster de periodismo por la Universidad Autónoma de Madrid y EL PAÍS.

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