Han sido ellos, los políticos
Uno de los efectos colaterales de la crisis económica que nos está asolando es la abundancia de datos y doctas interpretaciones a toro pasado que nos aleccionan acerca de sus precedentes e incluso culpables. De tal modo es así que en las chácharas de barra y en las sobremesas la mención de Paul Krugman, Joseph Stiglitz o Antón Costas, sin olvidar a mi maestro de cabecera doméstico, Andrés García Reche, compiten sin menoscabo con la evocación de Messi y Cristiano Ronaldo. Hablar y leer -leer, poco, todo sea dicho- sobre esta calamidad que nos abruma nos ha ayudado a entender la raíz del problema y compartir desde cualquier actitud razonable que, como dictaminaba el historiador Tony Judt, "lo único peor que demasiado gobierno, es demasiado poco".
La discrepancia prende a partir de la realidad valenciana y el papel y responsabilidad que han contraído los sucesivos gobiernos conservadores en la desgracia que compartimos, pues la oposición, para su bien y para nuestro mal, no ha tocado pelota. El PP no solo ha gozado y ha ejercido todo el poder durante estos años, sino que ha creído que esa preeminencia era definitiva y le legitimaba para cualquier delirio. El lector puede citar ahora y a su aire los despilfarros insólitos que adornan la gestión de los sucesivos Consells desde 1995. Es toda una traca de disparates que pone en un brete al observador a la hora de elegir el más insensato. ¿El aeropuerto de Castellón con el ninot que le adorna, el Ágora o clòtxina de la Ciudad de las Ciencias, el saqueo depredador de la empresa Emarsa, los grandes eventos ruinosos y etcétera que, en suma, han degradado la democracia a la condición de bananera e insolvente. En realidad, como escribía alguien, el análisis de la coyuntura política valenciana, podrida por la megalomanía y la corrupción, requiere más de la criminalística que de cualquier otra ciencia social.
Por desgracia y por imperativo de las urnas, son también ellos, los gobernantes peperos, quienes están llamados a enmendar en lo posible el desmán, a lo que se han aprestado mediante la única fórmula que conocen y acaso sea inevitable: socializando las pérdidas, lo que se traduce en impagos, tijeretazos, más desempleo y, en suma, creciente pobreza. En algunos colegios se recomienda a los alumnos que acudan provistos de papel higiénico porque ni para ese apartado hay dotación. Algún día lo contarán. La insolvencia del erario ha tocado fondo y es justo decir que, desde meses atrás, ha habido observadores -aunque pocos- que pronosticaban esta suspensión de pagos, algo que al parecer pasó desapercibido para el selecto electorado del PP y el sector más influyente del empresariado valenciano, dignos émulos de don Tancredo. Un desmán como el que padecemos requiere de muchas complacencias.
Pero ahora lo que apremia no es el reproche -aunque sea justo- sino los remedios y en este sentido ya se ha anunciado la fórmula: austeridad y poda de la Generalitat. El hombre fuerte de este Gobierno, José Ciscar, ha mencionado una dieta de adelgazamiento que se ha comenzado a padecer en sectores tan sensibles como la sanidad y la enseñanza. Solo es el comienzo, "el inicio del inicio" de esa liquidación que ha de eliminar a decenas de entes y empresas públicas prescindibles. De todos modos poco cambiarán las cosas mientras no se sienten en el banquillo las pirañas y badulaques que nos han estafado y el universo progresista del pueblo soberano se sacuda la mansedumbre y grite prou!