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Columna
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Horizonte lejano

Diez días después de su presentación pública, el plan estratégico encargado por la Cámara de Comercio, Alicante, horizonte 2020, ha perdido actualidad. Es probable que el plan siga vivo en los despachos y, a la vuelta de las vacaciones, nos encontremos con decenas de asuntos a punto de ejecución. No es esa, sin embargo, la impresión que se tiene en estos momentos. Se diría que el plan de la Cámara de Comercio está destinado a seguir un camino idéntico al de la Diputación Provincial. Este documento, después de haber ocupado grandes espacios en los periódicos durante una temporada, ha acabado por desaparecer y hoy es difícil que oigamos hablar de él. Lo que ahora mismo preocupa al alicantino es la futura presencia de Ikea en la ciudad, que Enrique Ortiz ha logrado llevarse a los terrenos de Rabassa. Frente a la teoría, siempre brillante, de los planes estratégicos, Ortiz impone la economía real con la que sueña todo empresario.

Alicante es, al día de hoy, la provincia española que cuenta con un mayor número de planes estratégicos. Tres de ellos ya han sido presentados y ahora falta, para rematar, el plan de planes que debe elaborar la Generalidad y que esperamos conocer algún día no muy lejano. El hecho, bien mirado, no deja de ser sorprendente. ¿Qué opinión nos merecería una empresa que se embarcara con tres o cuatro planes estratégicos al tiempo con el propósito de dirigir mejor su futuro? ¿No veríamos en esta acción un derroche de dinero, de recursos? Pero de estas cosas no se quiere hablar.

Lejos de suponer una ventaja, como alguna vez se ha dicho, la profusión de planes refleja la debilidad y la falta de liderazgo que vive la provincia de Alicante. ¿Es posible llevar adelante un plan estratégico cuando la empresa que lo pretende carece de líderes para ello? Ninguno de los planes que hemos conocido en los últimos meses nace de una clara decisión empresarial; todos ellos son consecuencia de las tensiones existentes entre las fuerzas que pretenden influir en la provincia. Si Fernández Valenzuela no hubiera anunciado su propósito en la Noche de la Economía Alicantina -noviembre de 2007-, Ripoll no habría encargado su plan y Coepa -siempre a las órdenes de Camps- probablemente no hubiera movido un dedo a estas alturas.

El plan de la Cámara de Comercio ha sido elaborado por un equipo dirigido por el profesor Andrés Pedreño. Es un plan que ha complacido a todo el mundo, con la única excepción de Izquierda Unida y del sindicato Comisiones Obreras. Incluso lo han aplaudido los empresarios que apoyaron a Eduardo Zaplana cuando este impidió el parque científico que proyectaba Pedreño: es evidente que el interés por la I+D ha prendido entre los patronos alicantinos. Aseguran los especialistas que nos encontramos ante un plan admirable en todos sus puntos. Por lo que conozco de él a través de la prensa, diría lo mismo. Pero esta excelencia que todos alaban, me hace desconfiar de que el plan llegue a ejecutarse algún día. Si tuviera que aplicarse en Finlandia, pongo por caso, no discutiría su éxito; pero teniendo que hacerlo en Alicante, albergo todas las dudas. Para llevar a efecto las propuestas de Pedreño, sería preciso que el empresariado alicantino cambiara radicalmente su forma de pensar, lo que me parece hoy por hoy muy difícil.

Yo apostaría con usted, amable lector, que, a poco que la economía remonte el vuelo, ya no oiremos hablar de ningún plan estratégico. Y disculpe mi escepticismo.

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