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Columna
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Infantilismo

¿Es correcto fotografiar una villa italiana con una serie de viejos haciendo el ridículo? Un mal planteamiento, porque la pregunta es otra, ¿se puede fotografiar el patio de un colegio cuando los niños están jugando en el recreo? Pues yo creo que sí, que ahí no hay intimidad alguna o privacidad, como dicen los cursis. El problema es que esos viejos confunden las orgías con los botellones de playa, cuando un adulto sabe que la mejor orgía se realiza entre dos personas y, si me apuran, en la imaginación o fantasía de alguien con sensibilidad dionisíaca. Pero es evidente que la epidemia actual no es de gripe sino de infantilismo.

En términos generales, los niños no tienen pasado y los viejos carecen de futuro, en ambos casos son infantiles, viven en una especie de presente continuo donde lo único importante es la salud, la higiene personal y el control de esfínteres, tres obsesiones infantiles, casi siempre escatológicas, que aparecen hasta en los anuncios televisivos que ofrecen hasta el aburrimiento productos para el colesterol, el tránsito intestinal y la... regularidad. Las fotos italianas solo manifiestan la incontinencia de unos políticos infantiles, en definitiva, un problema de control de esfínteres.

Pero el infantilismo es más amplio que todo eso y se cuela en todos los rincones de nuestra sociedad. Por ejemplo, el aborto, ese viejo problema denso y pesado como nuestra propia historia, se limita actualmente al conflicto de niñas que tienen niños. Hasta Obama, que tanto ilusiona a muchos de nosotros, tiene un cierto aire infantil. El poder se ejerce sobre los demás, mientras que el éxito lo buscas entre los tuyos. Pues bien, Obama persigue el éxito fuera de casa y el poder lo tiene sin estrenar, el típico síndrome del niño estrella. Su eslogan de "nosotros podemos" suena en realidad a "nosotros queremos", el pensamiento guiado por el deseo, otra característica infantil. Equipara la Córdoba Omeya con la Inquisición, distanciadas por cinco siglos, y no es un error, es que no hay pasado ni futuro, todo lo tiene presente al mismo tiempo. Por eso tiene muy claro cerrar ya Guantánamo, siglo más o menos. Y dos Estados, Israel y Palestina, antes o después.

La incontinencia verbal entra dentro del mismo panorama, por eso escuchamos con tanta frecuencia a nuestros políticos decir cosas como "ambas tres", que una situación conflictiva es "asustante" o contestar a una propuesta política con un ¡Arriba España!, sin duda fruto del descontrol de algún orificio corporal.

La única esperanza que nos queda es la aparición de una generación de jóvenes con vocación de adultos. Ese es el verdadero cambio educativo, el nuevo modelo de producción, la auténtica revolución social. Es más, deberíamos poner anuncios en los periódicos ofreciendo puestos a jóvenes que desean llegar a ser adultos, advirtiendo, eso sí, que se abstengan aquellos que pretendan pasar de jóvenes a jubilados y directamente a la tercera edad. Eso sería mucho mejor que un brote verde, otro infantilismo, sería algo así como el tiempo comenzando de nuevo a fluir, con su pasado, su presente y su futuro. Entonces dejaríamos de preocuparnos tanto por la salud, por la higiene, por la ropa nueva de los domingos, por quererlo todo aquí y ahora, y protegeríamos a los adultos como una especie en peligro de extinción. En ese momento las villas italianas tendrán de nuevo intimidad y los políticos volverán a hablar de política. Mientras tanto habrá que seguir soportando a estos niños jugando a la pelota.

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