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Columna
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Nadie acabará con ellas

Visitar la Feria del Libro de Valencia forma parte de un protocolo ya establecido. Llega la primavera y los lectores se acercan al Jardín de Viveros para echar un vistazo. A ver si cae algo. No todo lo que se vende vale la pena, pero entre lo que se expone hay volúmenes que nos auguran una dicha venidera, el disfrute de la letra impresa. ¿Quieren un ejemplo? Pues Nadie acabará con los libros, del que son coautores Umberto Eco y Jean-Claude Carrière. ¿Un libro que habla de libros?

Pese a los pronósticos negativos, la obra encuadernada no ha caducado. "Nunca jamás se ha inventado un medio más eficaz", dice Umberto Eco en una página de dicho volumen. "El ordenador, con todos sus gigas, tiene que conectarse de algún modo a un enchufe eléctrico. Con el libro este problema no existe (...). El libro es como la rueda. Una vez inventado, no se puede hacer nada mejor", apostilla el autor de El nombre de la rosa.

O tal vez sí, podríamos replicarle: tal vez los nuevos aparatos que están a punto de llegar mejoren lo existente. Imagino las sofisticadas operaciones que nos permitirán, funciones que desempeñan los libros. Serán prodigios... ya inventados. A estas alturas no podríamos soportar cacharros que nos obligaran a cambiar de costumbres. Por tanto, estos nuevos cachivaches, los e-books, tendrán mayor aceptación cuanto más se asemejen a sus rivales. Los toleraremos mejor si nos dan mucho pesando poco; si nos permiten pasar página haciéndonos sentir su materialidad.

¿Pasar página? Ahora que lo pienso, con estos aparatos no tendremos que humedecernos el dedo para completar dicha operación. Bien pensado, es un alivio: justamente algunos monjes de El nombre de la rosa caían víctimas del veneno con el que estaban untadas las páginas de aquel libro letal. Al pasarlas mojaban la yema del dedo con el resultado cierto de muerte. Todo eso ocurría en una abadía, un recóndito lugar de arcanos conocimientos. ¿Como la biblioteca particular de Umberto Eco?

El autor de El nombre de la rosa dice tener 50.000 libros. Pero acepta también que no nos hace falta atesorar tantos volúmenes para disfrutarlos. Basta con ir a las librerías, mirar las cubiertas, comprar algún libro. Aprendemos tanto observándolos, leyendo las solapas y contracubiertas... "Cuando todavía era niño, una librería era un lugar muy oscuro", recuerda Eco. "Entraba, un hombre vestido de negro, me preguntaba qué quería. Era tan angustioso que me marchaba enseguida. En cambio, nunca ha habido en la historia de la cultura tantas librerías como las de hoy, bonitas, luminosas", añade. Umberto Eco parece describir las que yo frecuento en Valencia, tan radiantes, tan acogedoras, las mismas librerías a las que acudo cuando voy a la Feria.

Vayan y ya verán: nadie acabará con ellas.

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