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Reportaje:Apuntes

Nuevos grados, viejas prácticas

Las carreras siguen teniendo clases magistrales - Los alumnos ven demasiado trabajo y escasa valoración de las competencias

Después de tanto hablar de Bolonia, ha llegado la hora de la verdad: las clases adaptadas al Espacio Europeo de Educación Superior han comenzado. Todas las universidades tendrán que haberse adaptado al nuevo sistema el próximo curso, pero muchas titulaciones ya lo han hecho. Por ejemplo, en la Universitat de València han entrado en vigor 23 nuevos grados y en la Politécnica de Valencia, seis.

Recorremos el pasillo de una facultad de siempre para ver qué hay de nuevo en la docencia. Un grupo de alumnas de primero de Historia descansa entre clase y clase. Con una mirada a la sala (por la dimensión podría ser el aula de un colegio) se percibe que un precepto de Bolonia se cumple. "Sí, somos unos 50 por clase, grupos reducidos, nada que ver con la universidad que conocí", contesta una estudiante todavía veinteañera pero con la experiencia de una licenciatura previa. En cambio, cuando sugerimos colarnos a su próxima clase para ver en qué medida ésta, como postula Bolonia, va a ser participativa, nos recomienda que desistamos. "Tanto en esta clase como en la anterior nos rompemos la mano escribiendo, no hace falta que entres", espeta.

El gran problema, según un decano, es el excesivo tamaño de los grupos

Tanto ella como su compañera, catalogan como "ortodoxas" y apoyadas en clases magistrales tres y media de las cinco asignaturas del primer cuatrimestre. "¿Qué quieres? A mí no me parece mal. ¡Esto es Historia!"

Sobre el papel, los planes de estudios se han adaptado, pero la mentalidad de buena parte del profesorado y de los alumnos, no. Para que el cambio funcione, los profesores deben asumirlo y los estudiantes estar dispuestos a interactuar. Muchos de los primeros no se lo acaban de creer (o no pueden llevarlo a la práctica). Y parece que los estudiantes tampoco: a una reunión sobre la aplicación de Bolonia en la Universitat a la que estaban convocados los representantes de los estudiantes del Claustro y de Junta de Centro sólo acudieron nueve.

La revolución en la esencia de la universidad encuentra resistencias. Este curso, por ejemplo, a un semestre de la adaptación a Bolonia, la facultad de Química de la Universitat ha reducido drásticamente los grupos de innovación adaptados a Bolonia (el germen de los futuros grados) y ya no ofrece esa posibilidad a los alumnos de nuevo ingreso, después de seis años ininterrumpidos en funcionamiento y de recibir en 2008 el Premio a la Calidad e Innovación Educativa de su consejo social.

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En la vecina Biológicas, que también empezaron con la innovación educativa hace años, han comenzado este curso con los grados, y su decano, Vicente Roca, confirma que la clase magistral "como herramienta única" desapareció hace tiempo. Allí la innovación ha entrado de lleno. La fotografía del reportaje pertenece a una de sus asignaturas en la que los estudiantes, después de elaborar un trabajo de manera autónoma para el que han tenido que buscar información en diferentes idiomas, confeccionan grupos para elaborar, negociar y consensuar un único póster que presentan al finalizar la clase. Los profesores, cuatro o cinco para 80 alumnos, han cavilado hasta cómo confeccionar los grupos para evitar corporativismos y al principio de cada clase, como en un juego, los estudiantes se distribuyen según el sabor del caramelo que han extraído de una bolsa. Lo importante de esta clase es el desarrollo de competencias.

Una de las dificultades, según el decano, consiste en la "evaluación adecuada e individual de las competencias". Por varios motivos, pero sobre todo porque el número de alumnos en grados (en los suyos de 64 a 80) es "muy superior al óptimo" para hacer un seguimiento personalizados. Emilia Matallana, vicedecana de Biológicas, apunta: "Quizá el principal sea la sobrecarga de esfuerzo que se le puede causar a los estudiantes". Y apela "tanto a la responsabilidad de los profesores como a la universidad en la valoración de esta labor de coordinación entre profesores que hoy no tiene ningún reconocimiento".

En Trabajo Social, la docencia activa prevalece sobre la clase magistral, explica un grupo de alumnas, que añade: "A veces nos sentimos un poco conejillos de indias porque aunque los profesores hacen el esfuerzo a algunos se les nota que están adaptándose a otra forma de dar la clase". Un par de estudiantes de Ingeniería de la Edificación de la Politécnica de Valencia afirman que de sus nueve asignaturas, sólo un profesor, el de más edad, basa sus clases en el tradicional discurso. Mientras una alumna de Psicología explica que de sus cinco profesores, sólo una "es 100% Bolonia": "Nos explica las partes en las que se divide cada clase y corregimos los ejercicios en cada sesión. Nos ha indicado que va a evaluar el desarrollo de las competencias, como el trabajo en equipo o la capacidad de análisis, y las tutorías están sirviendo para ver cómo progresamos y motivarnos, no para resolver dudas".

Los estudiantes consultados saben que el examen convencional puede no existir o contar un 50%. Pero echan en falta que alguien les hable de las competencias (cuáles son y cómo se valoran); se quejan de la "sobrecarga" de trabajo; a ninguno le han presentado al coordinador del curso, que debería abordar las saturaciones y solapamientos entre asignaturas, y algunos tienen miedo de no poder compatibilizar trabajo y estudios: una situación en la que se encuentra el 25% de alumnos de la Universitat.

El estudiante debe cambiar el chip

"El discurso pedagógico oficial insiste mucho, y es verdad, en que el profesor debe esforzarse para adaptarnos a Bolonia, pero el estudiante también debe aprender a interactuar en las clases y a trabajar de manera autónoma", dice la catedrática de la Universitat de València, Beatriz Gallardo, directora de la Unidad de Innovación Educativa, creada por la Universitat en 2009 para "mejorar los procesos de aprendizaje universitarios en el marco del Espacio Europeo de Educación Superior" y coordinar las iniciativas que ya han puesto en marcha en innovación educativa.

En este sentido, Gallardo subraya que aunque hay excepciones, "existe mucho profesor esforzado", ya que de los 3.000 docentes de la Universitat hay 62 grupos integrados por cerca de 600 que desarrollan desde hace años grupos de innovación docente, algo así como la avanzadilla del plan Bolonia y "desde la Universitat se está invirtiendo mucho en innovación".

Pero en esta unidad están interesados también en que la innovación fluya del aula a la tarima y por ello han lanzado una convocatoria para que grupos de estudiantes propongan objetos digitales de aprendizaje, por ejemplo crear un blog. Se premiará a los ganadores con ordenadores portátiles.

Entre los proyectos que también están desarrollando destaca la elaboración de recursos de aprendizaje multimedia con el Taller de Audiovisuales de la Universitat, y otras medidas, todas encaminadas a mejorar la docencia y a certificar, algo que ya están haciendo los organismos estatales, que la docencia también se valore a la hora promocionar al profesorado y no sólo la investigación.

Desde el Servicio de Formación Permanente de la Universitat también se puede pulsar el interés del profesorado por Bolonia. Tanto este año como el pasado un millar de profesores han participado en cursos de formación. Y todos tienen que ver con Bolonia: "El curso estrella es cómo adaptar una asignatura a Bolonia, pero el resto de formación también se dirige a lo mismo, porque tenemos cursos sobre la elaboración de las guías docentes (la hoja de ruta de cada nueva asignatura), cómo planificar y evaluar las competencias, utilización del aula virtual...", dice Carolina Cotillas, técnica del servicio.

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