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Reportaje:

Ocio terapéutico

Un psicólogo y un geógrafo diseñan rutas en bici como terapia para pacientes con problemas emocionales

Los presocráticos consideraban que la esencia de la vida está en el movimiento, apelando a la condición nómada que define al ser humano y que hoy se ve estrangulada por una dinámica que sedentariza, individualiza y encierra los afectos hasta los límites de la incomunicación. Ejercer de nómada es una de las tácticas que Joan Manuel Rodríguez, psicólogo clínico, de 44 años, y Paco Tortosa, geógrafo, de 47 años, proponen como herramienta integral que combate los problemas emocionales, afectivos, de autoestima, de relación, el estrés y la soledad. ¿Cómo? Recorriendo espacios naturales diseñados para viajar con los sentidos hacia afuera y hacia adentro. En bici o a pie, Joan y Paco, pareja en el empeño de romper el aislamiento, locos por las emociones y colgados de las capacidades del ser humano, se llevan de terapia a entre seis y diez pacientes dispuestos a asumir retos con técnicas que no están en los manuales académicos.

Joan y Paco, tal vez presocráticos, seguro que humanistas y evidentemente transgresores han montado desde Gaia (Centro de Integración Humana) y Paleta d'Ocres (Medioambiente, Cultura y Ocio) un calendario de viajes terapéuticos que discurren, por ejemplo, por La Vall de Laguart, recalando en la finca rural la Casota y aprovechando colores, agua, olores, caminos, árboles, comida, caballos y refugio para provocar un estallido de libertad emocional que supera las mejores explosiones en versión diván.

Lo de Joan y Paco, amigos desde hace 14 años, empezó en esto del ocio terapéutico casi por experiencia propia. Joan, que desde 1993 está al frente de la escuela de Salud, Autoayuda y Prevención de la Arteriosclerosis con especialistas de La Fe, que es capaz de hacer bailar a 53 abuelas en un curso de La Vall d'Alba o jalear al más tímido hasta que desahogue el disfrute de subir a dos ruedas una ladera, entiende que 'la comodidad te hace más débil, el esfuerzo más fuerte' y que 'en la vida casi nada tiene sentido si no se puede compartir, es decir comunicar'. Por eso, con los pacientes de su consulta se atreve a retarles a que se encuentren con ellos mismos en espacios naturales donde, con la detallada documentación que prepara Paco -autor de libros como La Comarca de La Vall d'Albaida. Paissatges, cultura i medi ambient o España en bici, las rutas más bellas que puedes realizar- las emociones se disparan y la libertad se expresa en el sentido más animal.

'Se trata de pararse y disfrutar de eso que hay alrededor, de los paisajes, de conocerlos y disfrutarlos, de que las sensaciones hagan salir los miedos, las dudas, los fantasmas... Es curioso ver cómo la gente lo vive, cómo se siente alguien cuando ha conseguido subir a 1.000 metros en bici, con quién se ha parado a hablar, qué le pasa en esos momentos por la cabeza. Se vive una curva emocional que llega muy alto y luego desciende para dejar un poso de actitud positiva, de optimismo, de reconocimiento de uno mismo en términos alejados de la competitividad. Se trata de verbalizar y reconocer qué queremos, por qué queremos eso y para qué. Es una cuestión de tomar conciencia de uno mismo como ser humano, recuperar el tacto para huir del reduccionismo de lo erótico, practicar la palabra, porque eso nos reafirma y nos hace más libres'.

Joan y Paco, que convocan tres salidas al año, a no ser que la demanda les exija más viajes emocionales, se mueven entre la época de la floración, la recolección de la cereza y el otoño. Les da igual el Garbí, el Montgó o L'Albufera. Lo suyo es un pretexto en forma de mochila y bici para que por 140 euros (unas 23.000 pesetas) los más inquietos se abandonen en plena naturaleza, saquen lo mejor de sí mismos y pongan límites al estrés, la frustración, el consumismo como consuelo en momentos de pánico, la rutina como trampa de seguridad, y el desamor como signo de estos tiempos.

Joan y Paco en una ruta terapéutica en la antigua plataforma ferroviaria de Ojos Negros, entre Sierra Menera y Sagunto.
Joan y Paco en una ruta terapéutica en la antigua plataforma ferroviaria de Ojos Negros, entre Sierra Menera y Sagunto.EL PAÍS
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