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Columna
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Peritos y piratas

El tipo está encantado y a este paso acabará en la pasarela luciendo algún modelito de Hugo Boss. Ya lo verán. Tiene un punto étnico somalí de lo más convincente. Es flaco, de huesos largos y sonrisa burlona. Lo de la sonrisa se entiende. Llevan dos semanas paseándolo en coche oficial por todo Madrid igual que a un embajador. En ese tiempo se ha entrevistado con la flor y nata del estamento judicial: cuatro jueces y tres fiscales. Lo han examinado varios dentistas, un osteópata, dos forenses y un experto en patologías del crecimiento. La radiografía de sus muñecas y el estado de sus molares superiores e inferiores ha ocupado planas enteras de los periódicos, al igual que el desarrollo de sus genitales. Ha estado entrando y saliendo de la Audiencia como de su casa y ha dormido en distintos centros de protección de menores en régimen abierto, cerrado y medio pensionista. Vamos, que en siete días conoce este país como si lo hubiera parido.

Y es que aquí, cuando caen chuzos de punta, nadie quiere mojarse. Salvo los atuneros de turno, claro, a quienes no les queda otro remedio que jugarse los aparejos y la piel sin más protección que la que da el propio coraje y un cuchillo de deshuesar atunes. En el mar las cosas no han cambiado mucho. Siguen navegándolo quienes necesitan ganarse el jornal porque tienen una familia que sacar adelante. Por eso se arriesgan y pagan el pato e incluso se ahogan cuando se tercia. Son gente dura acostumbrada a vérselas solo con las galernas o con piratas armados de bazuca y lanzagranadas de última generación.

Otro asunto distinto son las navieras y los armadores que hacen sus negocios en dique seco, bien protegidos, y trincan del mar una tela marinera; añádanle ustedes un Ministerio de Defensa que se la coge con papel de fumar y un sistema judicial más preocupado de no pillarse los dedos con los cartílagos de un pirata somalí ya talludito que de hacer su trabajo con eficacia, y ahí tienen el resultado. Mientras los 36 tripulantes del Alakrana continúan secuestrados, aquí la Audiencia Nacional sigue analizando la punta de la escápula de un individuo normalmente constituido y en edad de ganarse la vida a golpe de Kalashnikov contra los pesqueros españoles, ya que los franceses se lo han puesto francamente difícil con su marina de guerra. En esas condiciones, al pirata Abdu Willy no le ha quedado otra que atacar al más débil. Hay que entenderlo, que para eso somos el país con más peritos y leguleyos por metro cuadrado, cada uno, eso sí, con una postura distinta a la hora de analizar intelectualmente el asunto. Y ahí está la madre del agnus. No sé si me explico.

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