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Columna
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Pla y el manejo de la moderación

Como el personaje que interpretaba Robin Williams en la película de Woody Allen Desmontando a Harry, el líder de los socialistas valencianos, Joan Ignasi Pla, se desenfoca con facilidad. Le ocurrió hace unos días con sus declaraciones sobre el plan Rabassa, en Alicante, donde armó tal lío, al afirmar que el polémico proyecto urbanístico "puede ser bueno si se hace bien", que se vio obligado a retractarse. El incidente revela, sin duda, una falta de talento político desoladora, aunque eso no resulte irreparable en un contexto pobre como el valenciano; de un lado, porque puede mejorar y, de otro, porque su rival del PP, Francisco Camps, tampoco es precisamente una lumbrera. Más grave parece su reiterada tendencia al borrón si se considera un síntoma de cómo conciben los estrategas del PSPV que ha de usarse la virtud de la moderación.

Especular con ciertas cosas para hacer guiños a sectores de opinión poco proclives suele conducir a la confusión. Pla debería saberlo. Y sus asesores, también. Si, además, esos guiños en aspectos centrales de la alternativa que uno representa, como la necesidad de que el urbanismo se organice con sentido común, métodos democráticos y criterios de sostenibilidad, se orientan hacia poderes fácticos reconocibles, la maniobra se vuelve siniestra. El candidato socialista a la Generalitat tiene el derecho, y tal vez la obligación, de ofrecer un talante moderado a los electores en la ejecución de sus promesas. ¡Faltaría más! Lo que no puede es desautorizar sin consecuencias a los sectores ciudadanos en los que intenta apoyar su acceso al poder. Pla debería aprender de las candidatas a las alcaldías de Valencia y Alicante, Carmen Alborch y Etelvina Andreu, tan desenvueltas en su contacto con ámbitos plurales de opinión como flexibles y enérgicas en el dibujo de sus alternativas de ciudad.

Los valencianos fuimos víctimas de un error histórico de los socialistas al enfocar la moderación. Los años de gobierno de Joan Lerma en la Generalitat dieron muchos frutos colectivos, pero debilitaron la consistencia civil. Aquel socialismo fue sectario con la diversidad de la izquierda social y pusilánime ante las embestidas de la reacción. Si Rodríguez Zapatero hubiera respondido así a la grosería mediática del PP y a su gamberrismo institucional, ya no quedaría nada de su proyecto reformista. Pla no puede aspirar ahora mismo a derrotar al PP, pero sí a gobernar en coalición, lo que exigirá tacto y habilidad. ¡No lo volvamos a estropear!

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