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Columna
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Predicar y dar trigo

En estos días en que se viene hablando tanto sobre el cambio en el Partido Popular; en estos días en que hemos visto en Valencia caras nuevas y a nuestros dirigentes, actuando de anfitriones y valedores de un partido que se dice renovado, en estos días precisamente, una serie de acontecimientos menores me hacen sospechar que aquí las cosas van a cambiar más bien poco.

A muchos, votantes o no de los populares, nos gustaría ver aquí la nueva cara del PP, más amable, más moderada, más centrista, capaz de alcanzar consensos con la oposición e incluso con el Gobierno de Zapatero. Pero lejos de esto, lo que han visto los profesores del Instituto Ballester Gozalbo ha sido la cara autoritaria del conseller Font de Mora que ha dicho que no le temblaría el pulso para hacer cumplir la ley en dicho centro, cuyo claustro de profesores ha dicho que no dará la asignatura de Educación para la Ciudadanía en inglés, como pretende el conseller, porque no quieren ser cómplices de la batalla que la Generalitat ha decidido emprender contra el Gobierno central a costa de dicha asignatura y porque no tiene sentido que se fuerce a los profesores a impartir una asignatura en una lengua que la mayoría no domina suficientemente sin tener en cuenta el daño de los alumnos, cuyo nivel tampoco les permitiría seguir las clases con normalidad. El asunto se cae por su peso y, si es cierto que quieren que el inglés sea enseñado a todos los niños de la Comunidad, podrían empezar por aumentar el número de profesores en esa lengua y no disminuir el número de plazas que salen a concurso-oposición, como viene ocurriendo desde hace al menos dos años. Pero, por lo visto, se trata de poner por delante los famosos principios que defiende Aguirre, cuyo liberalismo pide que los niños no aprendan en la escuela lo que parecería lógico: a comportarse en sociedad, con civismo y respeto hacía los demás, y que el desprecio y los malos tratos hacia las mujeres, como a los que son diferentes o más débiles, no son tolerables.

Si continúa el autoritarismo y las malas prácticas el PP tendrá un problema de credibilidad

Con el mismo talante, malhumorado, han sido recibidas las demandas de los profesores y los padres y madres del colegio público El Castell de Almoines que han pedido al conseller que reconsidere su decisión de revocar en su cargo al director del colegio, Joan Batiste Malonda, con cuyo trabajo se sienten realmente contentos. En este caso ha sido su Secretaria Autonómica la que ha anunciado que no piensa atender la demanda de los de Almoines. Pero, si los nuevos centristas no logran moderarse, puede que alguno de estos hechos menores acaben creándoles serios quebraderos de cabeza. Esto podría ocurrirles con el marrón de Almoines, cuyos protagonistas se sienten maltratados por la Administración y, según han dicho, se preparan para un otoño caliente.

En los cincuenta, en pleno franquismo, fue el entonces arzobispo de Valencia, Marcelino Olaechea, quien no quiso dar su brazo a torcer cuando los de este pueblo le pedían que no hiciese efectivo el traslado del cura de la parroquia con el que la mayoría de la gente estaba contenta. La tajante negativa del prelado desencadenaría sus iras de forma que las gentes se organizaron y opusieron una resistencia impensable en pleno franquismo. Por supuesto, en aquellos años, los díscolos fueron pronto castigados; el sacerdote que no querían perder tuvo que marcharse del pueblo, el arzobispo decretó el cierre de la iglesia y Almoines llegó a ser conocido en la comarca como El Pueblo sin Dios. Mi padre, que era alcalde en el año 1957 en que ocurrieron las cosas que les cuento, fue también castigado y relevado de su cargo por el gobernador civil que, según me dijo, le reprochaba que no hubiera tenido mano dura con los alborotadores. Mi padre era muy poco partidario del cura motivo del litigio, pero sabía, no obstante, que debía buscar el diálogo y evitar el conflicto, como él mismo decía, pues si en aquellos días hubiera llamado a la Guardia Civil para imponer el orden, hubiera habido sangre.

Esperemos que ahora los de Almoines tengan mejor suerte ¡ojalá pueda haber diálogo y que los padres y madres puedan tener el director que quieren para sus hijos! Veremos.

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Y veremos también cuándo las personas dependientes se van a ver atendidas en sus demandas, con mayor respeto y por humanidad. Son muchos los ciudadanos que querrían notar que hay cambios en las formas y en los contenidos de las políticas del Consell. Cambios que se mostrarían mejor si los medios de comunicación de titularidad pública, la radio y la televisión valencianas y, sobre todo, Canal 9 dejasen de ser gubernamentales para ser más plurales, dejando funcionar los órganos consultivos y de control previstos por ley. Para empezar habría que poner en marcha el Consell Assessor, que prevén los estatutos, así como impulsar la recuperación del Consell de Redacció, que demandan los trabajadores: ¿llegará el momento del pacto y el gobierno y la oposición, junto con los trabajadores, se sentarán por fin a hablar de los problemas que existen en la Radio Televisió Valenciana? o ¿se seguirán ocultando los problemas y silenciando a las gentes que muestran su disconformidad? Como ocurre cada vez más a menudo en las Cortes Valencianas: cuando un debate se prevé tenso, se llenan los palcos de caras amigas -que, en general, son altos cargos- y se impide así la visibilidad de otras personas que se suponen amenazantes. Mientras, desde la tribuna se procura el guirigay y así se evitan el dar razones.

Si, finalmente, nada cambia en la Comunidad Valenciana y continúa el autoritarismo y las malas prácticas políticas, los dirigentes del Partido Popular tendrán un problema de credibilidad. Si mantienen en Madrid un programa liberal, moderado y progresista, que no se aplica en Valencia, será más difícil de creer, por aquello de que el movimiento se demuestra andando y obras son amores y no buenas razones, etc.

Esta por ver, sin embargo, la capacidad de la oposición de izquierdas para hacer visible el lado oscuro de la política valenciana y la capacidad de los socialistas, tanto en Valencia como en Madrid, para hacerse cargo de lo que aquí se cuece y proceder en consecuencia. Los ciudadanos progresistas de esta Comunidad están deseando ver lo que ocurre en los próximos congresos del Partido Socialista y si, en los meses venideros, el eje Valencia-Madrid funciona como debe.

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