_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Rajoy ya no es "maricomplejines"

En el debate con Zapatero el pasado lunes en el Congreso, Mariano Rajoy dejó de ser, por fin, "maricomplejines", el mote con que le distinguía Federico Jiménez Losantos. Hacía tiempo que Federiquín venía acusándole de ejercer una oposición "blandengue" y "acomplejada" a Zapatero. Quería un Mariano Rajoy más cerca de las formas contundentes que utilizan Zaplana y Acebes, los dos discípulos preferidos del baturro turolense que dirige los servicios desinformativos de la emisora de la Iglesia. Poco a poco, sin embargo, Rajoy, ha ido cediendo y llenando su discurso de exabruptos y descalificaciones al estilo losantiano. Y fue en el debate con Zapatero del dia 15 cuando se quitó de encima lo de "maricomplejiones".

Mariano Rajoy ha demostrado ser un buen parlamentario, especialista en el uso de la ironía. La "fina ironía gallega", al decir de muchos admiradores. Pero ha acabado cayendo en las redes de Jiménez Losantos. A este pícaro personaje no le gustan las actitudes "centristas" en cuanto supongan mantener un discurso sereno y razonado. Quiere sal gorda y bronca, descalificaciones e insultos. Así debe actuar la verdadera derecha. La derecha sin complejos. Abomina del centro. Y Rajoy, siguiendo sus consejos, ha ido abandonando las actitudes centristas hasta desembocar en el uso de los improperios más irracionales y fuera de lugar. Rajoy tiene la obligación de hacer oposición al Gobierno en todo aquello que considere oportuno. Y puede hacerlo con maestría y firmeza, sin necesidad de recurrir al exabrupto. Pero en el debate referido, Rajoy fustigó a Zapatero por "haber cabalgado un tigre tocando el violón", por actuar "como la carabina de Ambrosio, por su "frivolidad y su jactancia", entre otras lindezas. Para acabar con esta perla dirigiéndose al presidente del Gobierno: "Si usted no cumple, ETA le pondrá bombas, y si no hay bombas, es que usted ha cedido". Zapatero le replicó que esperaba que retirase esas palabras. Rajoy, desde su escaño, le hizo señas de que no, de ninguna manera, con una sonrisita burlona y la complacencia de sus vecinos de escaño, Acebes y Zaplana. (Hace pocos días ha llegado, incluso, a comparar a Zapatero con Stalin). (¡!)

¿Y como fue acogida la intervención de Rajoy?. He aquí una muestra. Según El Mundo, el discurso de Rajoy fue tan grosero, que Pedro J. tuvo que titular la noticia al día siguiente con estas palabras: Zapatero se quedó muy corto y Rajoy se pasó de frenada. En el mismo periódico, y a vuelta de página, Federiquín escrbía que la cosa fue distinta: "Es difícil superar y sería absurdo citar las grandes frases de Rajoy, que estuvo ayer exactamente al revés que Zapatero: soberbiamente realista y realmente soberbio. Como buen político de derechas, Mariano funciona mejor bajo presión y en las peores circunstancias, pero bien puede decirse que estuvo a la altura de las circunstancias. Desnudó, desarboló y descompuso a Zapatero, que se retrató como el más frágil de los zascandiles que hayan pasado por la presidencia del Gobierno". Sin embargo, al día siguiente, el diario El Mundo publicaba un sondeo de Sigma Dos, según el cual, la mayoría de ciudadanos consideraban que el presidente Zapatero "estuvo más brillante y más convincente mientras que Rajoy fue más agresivo y demagogo". Todo lo contrario de lo que opinaba Losantos. Pero éste continuará elogiando a Rajoy si abandona definitivamente su papel de "maricomplejines".

Y es que Federiquín va a lo suyo. Jiménez Losantos no tiene ideología sino soberbia. Disfruta descalificando e insultando a todo aquel que no acepta sus consignas dogmáticas, sean políticos, periodistas e incluso sencillos ciudadanos. Losantos no es un periodista sino un agitador de masas. Lo suyo es lanzar soflamas revolucionarias dirigidas a las vísceras de sus oyentes o lectores, incitando casi a la rebelión, tratando de asustarles con proclamas de que están rompiendo España, o que quieren imponer la Tercera República, y toda otra serie de despropósitos a cual más absurdo. (¡Hombre!, si lo de la República fuese posible). Él sabe que todo es mentira. Pero aumenta la audiencia y, por tanto, sus ingresos. Que es su objetivo. Lo confesó en una entrevista cuando la periodista le preguntó por qué hacía ese tipo de periodismo. Esta fue su respuesta: "Cuando un hijo me hace esa misma pregunta le contesto que cómo, si no, iba él a poder estudiar en una universidad norteamericana". O sea... Y los politicos del PP valenciano con Camps a la cabeza, concediéndole a éste pájaro emisoras de TV digital, a modo de fondo de reptiles.

fburguera@inves.es

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_