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Columna
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San Google

Curiosos tiempos estos en los que proliferan como nunca las celebraciones religiosas de Semana Santa y, sin embargo, parecen hacerse para disfrute exclusivo de los turistas porque el número de practicantes de la religión católica ha llegado a ser casi testimonial. Será que ahora hay otros santos y otras religiones. Un amigo mío se acaba de jubilar y se pasa todo el día delante del ordenador dándole al Google. Pero hombre -le digo-, ¿no ves que te estás atontando y que todo eso es una pérdida de tiempo?. Bueno -me contesta-, lo que ahora me sobra es tiempo y así me divierto. Un compañero de la docencia me cuenta que los alumnos han dejado de leer bibliografía, que cuando les pides un trabajo, entran en Google, se descargan cualquier texto, aunque sea del Rincón del Vago, y te lo entregan tan campantes. O tempora, o mores! Antiguamente los jubilados iban de novenas y los estudiantes, de jaculatorias milagrosas.

Lamentable, Google es un escándalo, no me extraña que los chinos lo quieran prohibir (y la Diputación de Valencia, si le dejan, como con las fotos del Muvim, también). Será que no les gustan las cosas de iglesia. El de Google es un mundo virtual, pura cuestión de fe. La información que proporciona no está contrastada. Y lo más escandaloso: a menudo se contradice. Por ejemplo: tecleas "Zapatero, crisis" y en un párrafo de 2009 te dice que no hay crisis y en otro de 2010 que la crisis es muy seria. Tecleas "Rajoy, corrupción" y en 2009 te dice que lo de Baleares no es nada y en 2010 que es una vergüenza y que va a tomar medidas. Bueno, para eso no necesitamos Google, en el bar no se habla de otra cosa. Pero hay casos en los que sin Google no te enteras porque la memoria humana es flaca. Así, hay textos en los que algún engolado educador del PSOE dice que hay que rebajar el nivel igualando por la base y otros en los que asegura que va a primar la cultura del esfuerzo. Y hay textos en los que algún preboste del PP afirma que hay que reforzar las habilidades lingüísticas en la lengua materna y otros en los que esto se aplica al inglés y hasta al chino. La gente ya no se fía ni del uno ni del otro, ni siquiera del cura de su pueblo. Empieza a pensar que la verdad está en Google y que todo lo demás es apariencia. Dicen que en tiempos de tribulación conviene no hacer mudanza, pero la falta de referencias fiables lo está alterando todo. Por lo pronto nos hemos buscado un sucedáneo de religión y nos encomendamos a nuestro santo preferido. En el mundo antiguo cada flaqueza humana tenía su deidad protectora. Y en el de nuestros padres había un santo especial para prevenir cada añagaza del demonio. Ahora, para la cura del desmayo ciudadano sólo nos acordamos de san Google. Amén.

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