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Reportaje:Apuntes

La Universidad de los líos

La VIU empieza las clases sin títulos oficiales y con un puñado de alumnos - Los centros públicos estudian una aproximación al proyecto

Ignacio Zafra

La Universidad Internacional Valenciana vive realquilada en dos sedes, celebra la apertura de curso en un teatro, carece de carreras o títulos oficiales, cuenta con una decena de profesores, y tiene más de 20 estudiantes pero menos de cien. Probablemente es exagerado llamarla universidad. La idea de Francisco Camps, presidente de la Generalitat, de fundar un centro universitario (Joan Lerma abrió la Jaume I y Eduardo Zaplana la Miguel Hernández) ha resultado un camino muy accidentado.

Empezó a fraguarse en 2004, fue asumido por el ex consejero Justo Nieto, y retomado por quien fuera su segundo, Emilio Barberá. Se dijo que tendría 14 carreras, bases en países lejanos (del sureste asiático), y que su edificio principal, en Castellón, lo diseñaría el arquitecto Frank Gehry, para lo cual Alejandro Font de Mora, consejero de Educación, encabezó una misión a Los Ángeles. Los anuncios quedaron en nada, y el plan llegó considerablemente magullado a las manos del profesor José Sanmartín en octubre de 2008.

Durante todo este tiempo la Generalitat ha tratado de sacar adelante la VIU (Valencian International University) inicialmente contra la opinión y más tarde al margen de las cinco universidades públicas del territorio. Con la compañía de las dos privadas locales (la Cardenal-Herrera CEU y la Católica San Vicente Mártir) y la firma de convenios con centros extranjeros, al principio de EE UU y después latinoamericanos.

Al final del recorrido, la conclusión que se desprende de la llamada de Font de Mora a la colaboración de "todos" en el acto oficial de inicio de las clases, que acogió el teatro Principal de Castellón el 25 de septiembre y al que no asistió Camps, es la misma a la que han llegado todos los gestores de la VIU: la cosa no puede salir sin incorporar a las universidades públicas. Entre otras cosas porque la Generalitat, que financia con dificultad los gastos corrientes de los cinco campus, no puede permitirse contratar una plantilla de profesores, ni siquiera con la libertad de movimientos que le da su naturaleza privada.

Enfriado el conflicto que siguió a la aprobación del proyecto sin consenso, las universidades públicas parecen dispuestas a realizar un "acercamiento" a la VIU. Una aproximación condicionada que en cierta forma devolvería la partida a la casilla de salida. "Nosotros nunca nos hemos opuesto a un modelo que suponga una plataforma de colaboración que ofreciera posgrados o incluso algún grado con la fórmula adecuada. Que sirviera para reforzar la proyección hacia el exterior del sistema universitario valenciano, a aquellas zonas en las que la Generalitat y las universidades tengan interés. Eso sería muy positivo", afirma un dirigente universitario.

La cuestión ha sido tratada por la Conferencia de Rectores de las Universidades Públicas Valencianas con aparente acuerdo. Pero todavía no ha dado el paso de encargarle al presidente de turno, Jesús Rodríguez Marín, rector de la Miguel Hernández, que traslade la propuesta a Sanmartín.

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La aceptación por parte de éste, y en última instancia por parte del departamento de Educación, se antoja, sin embargo, difícil. La oferta implica la entrada de las universidades en los órganos de decisión de la VIU, y no de forma testimonial. La referencia sería la Universidad Internacional de Andalucía. Ello obligaría a alterar la estructura orgánica de la VIU, que funciona mediante una extraña fórmula medio pública (toda la financiación sale de la caja de la Generalitat), medio privada (se erige sobre una fundación en la que todos sus miembros son, sin embargo, cargos del Consell).

La oferta implica también la definición de un objetivo consensuado para la plataforma. El acuerdo sería imposible si se partiera de la concepción de la VIU que manejaban Nieto y Barberá, inspirados seguramente por Camps. Pero no lo es tanto partiendo de la muy modesta iniciativa actual.

El alumno americano

La VIU inició las clases (lo que normalmente se entiende por clase, con alumnos y profesores) el lunes a las ocho de la tarde. La hora le parecerá rara a cualquiera que no sepa que gran parte de las esperanzas de la universidad pasan por matricular alumnos de otros continentes. En concreto, alumnos latinoamericanos: cuando en Valencia son las ocho de la tarde, en Bogotá es la una del mediodía.

Durante la etapa de Barberá, la VIU contrató con agencias la grabación de horas y horas de material docente. Algún día se sabrá cuánto dinero gastó la universidad privada sostenida con dinero público en clases magistrales, por ejemplo de Economía, que nunca verán la luz.

La docencia se basa en una plataforma tecnológica que permite a los alumnos seguir las clases e interactuar por videoconferencia. Y al profesor, ir conduciendo a los estudiantes por la Red.

La evaluación sigue siendo un problema pendiente. Apuestas similares, como la de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), lo han resuelto concertando acuerdos con entidades que alojan a sus alumnos durante las horas de los exámenes, que normalmente caen en festivos. La UOC tiene acuerdos de ese tipo con varias universidades valencianas. El modelo puede trasladarse a otro país, pero exige una masa crítica que la VIU de momento no tiene: ¿vale la pena alquilar una sala en Asunción, Paraguay, para un alumno?

El problema será serio a medio plazo. Por ahora la universidad ofrece tres masters (cada uno vale 3.000 euros) y tres cursos de experto (2.000 euros). Ninguno de ellos es oficial. Y en esas circunstancias los exámenes son lo de menos.

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Sobre la firma

Ignacio Zafra
Es redactor de la sección de Sociedad del diario EL PAÍS y está especializado en temas de política educativa. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Valencia y Máster de periodismo por la Universidad Autónoma de Madrid y EL PAÍS.

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