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Columna
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Universidad responsable

El vicepresidente segundo del Consell nos informaba hace poco de su intención de integrar en una única tesorería a todo el sector público valenciano, incluidas las universidades. Hasta ahora las universidades se han venido financiando mediante subvenciones de la Generalitat y con los recursos propios que obtienen de las matrículas (escasos) y de los créditos bancarios (demasiados). Ello les ha permitido decidir con libertad y responsabilidad a qué usos destinaban dichos recursos. Ahora bien, si la nueva situación se materializa, su tesorería se verá abocada al control y supervisión financiera de la Generalitat, socavando así la autonomía universitaria.

En vísperas de las elecciones a rector de la Universitat de València, el asunto adquiere tintes preocupantes porque a la situación de asfixia financiera que padece desde hace años, se añadiría entonces el control del gasto. Por eso, es primordial que el futuro rector o rectora sea una persona capaz de supervisar y de controlar con eficacia los aspectos económicos y financieros de la Universitat.

Los planes del Consell indican que considera a nuestra Universitat como menor de edad, incapaz de ejercer su libertad y autonomía universitarias con plena responsabilidad, y obligan hoy más que nunca a la comunidad universitaria a elegir un rector o rectora con estas características más técnicas, pues hacen inevitable que el interlocutor sea una persona que domine plenamente estos asuntos.

Con todo, no será ésta ni mucho menos, la única responsabilidad que tendrá que asumir el rector o rectora, y detrás, toda la Universitat. Como cualquier otra institución académica, nuestra Universitat tendrá que hacer frente a otras responsabilidades que son quizás menos evidentes, pero sí desde luego más sustantivas. Más allá de la consabida y tradicional búsqueda de la verdad en los distintos ámbitos del saber, la Universitat estará obligada a formar excelentes profesionales, y a capacitarlos con las cualificaciones que les va a reclamar el mercado de trabajo.

Sin embargo, no deberá limitarse a transmitir conocimientos o saberes utilitarios y necesarios para ejercer una profesión. Tendrá que indicar al estudiante el camino y la dirección que deben llevar sus pasos hasta alcanzar la fuente del saber. Y deberá, sobre todo, ser capaz de transmitir a los universitarios una cultura creadora de valores e ideales sociales, y proporcionarles una instrucción buscadora de la amistad civil, solidaria y cordial.

Es un error pensar que esta responsabilidad de los valores sólo concierne exclusivamente a los universitarios de las llamadas ciencias sociales. También interesa, y mucho, a los de las ciencias puras. Pensar que el objetivo de la Universitat debe circunscribirse a la transmisión de meras técnicas de medición, la aleja de su misión primordial que consiste en discutir la finalidad y los problemas que pretenden resolver dichas mediciones.

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Dado que la ciencia es cada día más aplicable, nuestra Universitat tiene que tomar sobre sí una responsabilidad adicional muy especial, más honda y escondida. Incumbe, sobre todo, a los universitarios científicos y consiste en prever las consecuencias no intencionales de su trabajo, a menudo, muy difíciles de anticipar. Si en materia de responsabilidad el futuro puede tener cobijo existencial en el presente, el universitario tiene, por el hecho de serlo, responsabilidades añadidas a las de cualquier ciudadano ya que sólo ellos pueden prever hoy las implicaciones futuras y las peligrosas repercusiones no intencionadas de sus descubrimientos y de un progreso tecnológico y científico incauto.

En 1968, Karl Popper (La responsabilidad moral del científico) explicaba que las tensiones sociales y el sufrimiento que se derivan de las consecuencias imprevistas e indeseadas de los descubrimientos científicos constituyen un problema político y moral mayor. Para resolverlo, proponía reelaborar una forma de compromiso moral para el científico mediante la actualización y modificación del orden de importancia del juramento hipocrático. También planteaba generalizar los principales problemas morales de aquel juramento: responsabilidad profesional y búsqueda de la verdad; lealtad al maestro; y lealtad con toda la humanidad en la práctica de la profesión.

Si queremos que la Universitat trascienda su misión de mera institución orientada a la capacitación profesional y a las técnicas medición, y que refuerce la responsabilidad moral que tienen los científicos ante sociedad valenciana, además de gestionar técnica y eficazmente la institución, será tarea primordial del nuevo rector o rectora la actualización de dicho juramento.

Manuel Sanchis i Marco es profesor de Economía Aplicada en la Universitat de València.

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