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Valencia gasta un millón y medio más que Barcelona en luz con la mitad de población

Barberá dedica 10 millones de euros anuales en 82.000 luces en las calles de la ciudad

Hace mucho tiempo que en los cielos de las grandes ciudades españolas sólo son visibles 200 de las 7.500 estrellas que podrían contemplarse. Valencia no es una excepción. Eso sí, a diferencia de otras grandes urbes como Madrid y Barcelona, en lugar de tomar medidas contra la contaminación lumínica, ha optado por incrementar en 2,5 millones, en seis años, el gasto en iluminación. Barberá desembolsó en 2006 casi 10 millones de euros en 82.000 puntos de luz. Barcelona, con el doble de población (1,6 millones frente a 805.000 valencianos), gastó 8,5 millones.

Incorporar 30.000 farolas entre 1997 y 2004 costó 20 millones de euros
El descontrol luminoso afecta también a los edificios municipales

El barrio de la Alameda, en su límite a la ribera de los jardines del río Turia, ejemplifica cada noche cómo el ayuntamiento ilumina inadecuadamente la ciudad, según las recomendaciones de las asociaciones contra la contaminación lumínica. Cada 100 metros, tres farolas con tres puntos de luz por poste iluminan el cielo intensamente. Las estrellas desaparecen. El alumbrado elegido tiene la forma más denostada por los ecologistas. Son globos. La mitad de la luz, y por tanto de energía que desprenden, va al limbo.

Este tipo de prácticas explica que Valencia sea la ciudad española con mayor coste en relación de consumo de alumbrado público por habitante, según denunció en 2001 Esquerra Unida. La crítica cayó en saco roto. Cinco años después, el gasto ha aumentado en 2,5 millones. El derroche es tal que el presupuesto inicial para iluminación ha sido superado en cerca de tres millones de euros.

El pasado viernes, la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, se unió al apagón que hizo caer el consumo eléctrico un 2,5% en toda España. O lo que es lo mismo, que ahorró 20 millones de euros en energía en todo el país. Justo la misma cantidad que gastó el equipo municipal en incorporar 30.000 farolas entre 1997 y 2004. El descontrol luminoso afecta también a las dependencias municipales (3 millones más que en 2000) y a los centros educativos (685.000 euros más que hace seis años).

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"Cualquiera que pueda ver la ciudad desde el cielo queda impresionado por la imagen. Lo dicen los pilotos", exclamó ayer la concejal socialista Carmen del Río. El grupo municipal del PSPV instó a la corporación de Barberá a elaborar un plan en los próximos seis meses para tomar medidas contra el cambio climático. "Es hora de plantearse si es normal que la ciudad mantenga durante todas las noches del año 82.000 puntos de luz encendidos", criticó el portavoz de la oposición, Rafael Rubio.

El Ayuntamiento de Barcelona regula en cuatro zonas la iluminación artificial a través de la ley del Estado de protección del medio nocturno, aprobada por el parlamento catalán en 2001. El Consistorio de Madrid mandó apagar el pasado junio 120.000 neones publicitarios en el centro de la ciudad. Son medidas que no han tenido eco en Valencia. Barberá ha optado por añadir un brazo más a las farolas de la renovada avenida del Puerto. "Con el clima que disfruta esta ciudad, no entiendo que la energía de las bombillas no se obtenga de los paneles solares", lamenta Giuseppe Grezzi, coordinador general de Els Verds en la Comunidad Valenciana.

Además de las farolas en forma de globo, otro de los aliados a la contaminación son los focos que dan una luz desmesurada a los edificios declarados como Bien de Interés Cultural. Una denominación que un grupo de científicos de las principales universidades de la comunidad solicitó en 2002 para el cielo valenciano.

La valenciana avenida del Cid, bajo la potente iluminación de que dispone.
La valenciana avenida del Cid, bajo la potente iluminación de que dispone.JOSÉ JORDÁNJOSÉ JORDÁN

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