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Columna
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Vergonya, cavallers, vergonya

Estos son los datos: en la Comunidad Valenciana hay 576.000 parados. El año pasado las personas que perdieron su empleo fueron 194.400. La tasa de paro sobre la población activa es del 22,56%. En valores absolutos, la valenciana es la autonomía donde más trabajadores pasaron a ingresar la lista de desempleados de toda España durante 2009. En porcentaje, la cuarta por detrás de Canarias, Andalucía y Ceuta. Cifras tan dramáticas son relativizadas por el Consell. El guadianesco vicepresidente económico, Gerardo Camps, explicó el pasado viernes que el 2009 comenzó con aumentos del desempleo del 103,8%, mientras que en el último trimestre "sólo" lo ha hecho al 50,93%. Al vicepresidente se le olvidó decir que en ese último trimestre el incremento fue el segundo de España, superado únicamente por Baleares, que subió un 61,72%.

Si el presente es desolador, no lo es menos el futuro. Un informe elaborado por el servicio de estudios económicos del BBVA concluye que la Comunidad Valenciana será una de las autonomías donde el ajuste de la crisis será más largo y más duro que en el resto de España. Más datos: el crecimiento de la riqueza regional fue el más bajo en 2008, cuando los problemas aún no habían estallado con toda su potencia. El 2009, según los expertos del BBVA, será aún más penoso. Si la caída de la riqueza española estará en el 3,8%, en la valenciana ese descenso alcanzará el 7,2%, el mayor de toda España. Y para este año, las previsiones son realmente penosas: la contracción de la economía española será del 1,2%. En la valenciana, del 2%.

Ante esta situación qué hace el Consell. ¿Qué soluciones aporta para mitigar los 576.000 dramas personales existentes en el territorio donde se supone que gobierna? ¿Cuáles sus propuestas para generar políticas activas de empleo?

Ayer el Gobierno valenciano se reunió en sesión plenaria extraordinaria. Cualquier observador al que se le hubiera preguntado por los motivos de tan singular pleno habría supuesto que no serían otros que los de abordar la extraordinaria crisis económica por la que atraviesa la Comunidad Valenciana. Pero no. Las prioridades del Consell van en otra dirección, concretamente las siguientes: "Abordar nuevas medidas para llevar a cabo el desarrollo del Plan Especial de Protección y Reforma de El Cabanyal". Podría, incluso, entenderse que esta obsesión por la prolongación de la avenida de Blasco Ibáñez viniera obligada por la necesidad de poner al servicio de los promotores decenas de miles de metros cuadrados para reactivar el ladrillazo y generar puestos de trabajo. Pero no es el caso. La alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, tan obvia en los últimos años, resumió el porqué de tanta urgencia: "El Cabanyal será un símbolo de la autonomía valenciana frente al sectarismo del Gobierno".

La especialidad de la casa está servida. Qué más da que el Consejo de Estado diga que la "existencia o no de expoliación es algo que compete a la Administración General del Estado, de modo que la Generalitat no puede pretender que el Estado carezca de atribuciones". Qué más da que un conflicto de competencias (que eso y no otra cosa es el núcleo de la discusión, como en el caso del parany o en el de los chiringuitos) que debe sustanciarse en el Constitucional, como sabe de sobra cualquier responsable político con un mínimo de responsabilidad y de conciencia democrática, acabe por convertirse en un delito de lesa patria. Qué más da que un partido español y españolista no tenga el menor empacho en utilizar una retórica soberanista más propia de Esquerra Republicana que del PP. Qué más da que un político del nivel intelectual de Rafael Blasco baje hasta las alcantarillas de la demagogia para afirmar que la decisión del Gobierno de llevar al Constitucional el decreto de Camps sobre El Cabanyal es lo peor que le ha ocurrido a la Comunidad Valenciana desde el decreto de Nueva Planta, ganándose así el premio al nacionalista paleto de la semana.

Sí que da. Con la que está cayendo, con 576.000 parados, debería darles vergüenza y preocuparles algo. Ya que les gusta tanto el Medioevo, que recuerden a Jaime I cuando en Mallorca reclamó dignidad a sus notables: "Vergonya, cavallers, vergonya". Más vergüenza y menos demagogia.

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