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Columna
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El centenario de Miguel Hernández

La propuesta del alcalde de Elche para que sea el Ministerio de Cultura quien organice los actos del centenario de Miguel Hernández es una buena noticia. Estoy por decir que es una excelente noticia pero, para afirmar esto, necesitaríamos conocer la respuesta de la alcaldesa de Orihuela a la sugerencia. En cualquier caso, la proposición de Alejandro Soler es lo más sensato que hemos escuchado sobre el aniversario en los últimos meses. Las manifestaciones y anuncios que se producían hasta ahora eran, por lo general, de una simpleza y un candor que producían vergüenza. El desconocimiento de la figura de Hernández y, especialmente, de la importancia de su poesía era notable. Hemos oído hablar del poeta como se hablaría de una curiosidad local o de un producto típico que conviniera promocionar. Hace unos días, un político aseguraba que la conmemoración uniría el nombre de Hernández al de la gastronomía oriolana.

La iniciativa de Soler pretende impedir estos excesos, y evitar cualquier enfrentamiento con Orihuela que acarrearía inútiles complicaciones. Desde que la familia de Hernández depositó sus archivos en Elche, la desconfianza entre las dos ciudades ha sido habitual. En todo caso, la propuesta es de un innegable sentido común y huye de cualquier alarde. Organizar un congreso sobre Hernández, preparar algunas exposiciones, publicar la obra completa y difundirla entre los estudiantes es el abecé de cualquier celebración de esta clase. Más que inventar, en estos asuntos lo que importa es el rigor y la propiedad con que se lleven a cabo. La Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales dispone de unos medios y de una experiencia que resultaría muy útil.

Orihuela mantiene una relación difícil con la memoria de Miguel Hernández, como puede afirmar cualquier persona que conozca la población. El problema tiene su origen en el carácter de la ciudad, muy particular, donde perviven hábitos muy arraigados. El orgullo que un poeta de la fama de Hernández supondría para cualquier otro lugar, está aquí muy matizado; no todo el mundo lo comparte. Las razones sociales dominan sobre las estrictamente literarias. El empeño de Eduardo Zaplana en apropiarse de la imagen del escritor no hizo más que enredar el asunto. Como en la mayoría de las cuestiones en las que intervino este hombre, la prensa habló de ello en abundancia, pero los resultados prácticos fueron escasos. El depósito de los archivos de Hernández -que era lo que en aquel momento estaba en disputa- fue a parar finalmente a Elche.

De todas las promesas que Zaplana hizo en aquel momento a Orihuela, quedó una fundación que organiza cada año -si no estoy equivocado- la senda hernandiana: un recorrido por La Vega Baja que visita diversos lugares relacionados con el escritor. Días atrás, la fundación daba a conocer sus últimas iniciativas para difundir la memoria de Miguel Hernández. La principal de ellas es la realización de una escultura para el Museo de Cera de Madrid, que se expondrá en Orihuela a lo largo del año. También anuncia un concurso de poesía por SMS, una exposición de pintoras, o la segunda edición de Poemas al Cielo. ¿Sirve todo esto para promocionar la obra de Hernández? El lector puede imaginar cuál podría ser la programación del centenario si se dejara en estas manos.

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