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Reportaje:

Más chicas al raso, más jóvenes y más baratas

La crisis potencia la oferta de prostitutas callejeras

La crisis consolida en áreas metropolitanas una prostitución juvenil día y noche en vías de servicio y rotondas. Quienes la ejercen ofrecen como reclamo una belleza adolescente que pone en duda la mayoría de edad. Algunas cobran a sus compañeras por ejercer a su lado. Llegan sobre todo de Rumania, pero, en caminos rurales, aparecen españolas.

En los últimos tiempos, la Comunidad Valenciana ha destacado en oferta de mujeres que ofrecían servicios sexuales en mega-clubes de alterne y pisos-club. La crisis, sin embargo, ha afectado este año a las opciones medias que piden mayor dinero al cliente. En Castellón, por ejemplo, hay clubes antes populosos que ahora languidecen o cambian de manos.

"Algunas traen de su país a chicas que son familia" dice una fuente policial
La clientela es diversa: desde tipos con coches caros hasta camioneros
Amaranta ha comprobado el aumento de sexo en la vía pública
Un informe de la Universitat cifra en 7.560 las mujeres que se prostituyen
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Pero según los problemas económicos han ido arreciando, se ha ido apreciando un cambio en la prostitución callejera. No en la urbana, que es bastante terminal, sino en la que se ha centrado en rotondas, caminos o, especialmente, en vías de servicio. Se ve con impacto, en dirección desde Valencia a Alicante en el tramo de la vía que empieza en Massanassa y casi llega hasta Silla (aunque incluso en la salida de Valencia ya hay algunas chicas, pero más disimuladas). Es la vía de servicio de la llamada pista de Silla, la autovía V-31, de 13 kilómetros, que sirve de acceso sur a Valencia para todos los pueblos de l'Horta Sud y sus polígonos industriales.

En los aledaños de esos polígonos, pero a la vista de los coches, cada ciertos metros, aparecen grupos de dos o tres chicas. Más de 20 muchachas en cada turno -unas durante el día, desde la 11 hasta la noche, otras desde la noche hasta las 5 de la mañana- ejercen a lo largo de la larga vía, que también alberga un club bastante sonado. Las chicas tienen sus esquinas propias, y éstas no pueden ser usurpadas por otras sin acuerdo entre ellas o sus proxenetas. Las chicas que llegan son cada vez más llamativamente bellas y jóvenes. "Comprobamos si son menores", explica una fuente policial, "pero tienen documentación en regla de Rumania, aunque igual se les ha puesto edad falsa en origen". "A veces llevan una denuncia para indicar que les han robado la documentación, y en ella pone que la chica, sea cual sea su edad tiene 20 años". "No dan su nombre cuando denuncian", indica, "sino el de alguna familiar suya que sí es mayor de edad".

No todas tienen aspecto de tan jóvenes, pero suelen serlo más que las que ejercen en clubes. "Lo normal es que un club tenga chicas de veintitantos para evitar problemas legales", explica un antiguo propietario de un local. Un empresario que tiene una nave en una de estas zonas de prostitución dice que el trajín de clientela es "regular". "Las chicas no molestan, todo es rápido, discreto, dentro o fuera del coche del cliente", añade. "Algunas", no todas, "recogen todo para no ensuciar la calle, no quieren causar problemas". Se refiere a preservativos y a lo que usan como bidé: toallitas húmedas.

La prostitución es alegal, pero hay pueblos y ciudades que aplican normativa relativa a uso indebido de espacios públicos para complicar su ejercicio. "Sirve de poco", comenta un agente de la ley que ha participado en controles. "Podemos detener el proxenetismo si advertimos que se está produciendo". "Y si nos ponemos junto a ellas para que no vengan clientes, las chicas vuelven con la cara hinchada por el chulo". Él recuerda haber visto sangrar a una chica tras un aborto sin dejar de trabajar "por miedo".

Un jueves antes de medianoche, entre Catarroja y Albal, un grupo de cuatro muchachas jóvenes de Europa del Este se muestran con el sexo al aire al que pasa en la vía de servicio. Van borrachas. Beben whisky con Red Bull para calentar el cuerpo y colocarse. Una de ellas extraña que haya cumplido los 18. "Claro que soy mayor, tengo 20", dice. Otra es más corpulenta y lanzada. Lleva en el bolso un cúter abierto, para cortar a quien sea si hay líos (la semana pasada robaron bolsos en la zona). Una fuente policial que la conoce indica que las de su grupo, para ejercer, le tienen que dar dinero a ella. "Sabemos que algunas traen de su país a chicas que son familia, y les organizan la esquina a cambio de porcentajes". De la muchacha fornida se dice que ha llegado a ganar 500 euros en un día, porque es de las que ofrece felaciones sin condón (más caras). "Con la crisis, muchas noches ya son malas", dice ella.

La clientela es diversa: desde trabajadores de polígono, a tipos con coches buenos. No faltan camioneros. Los sábados llegan despedidas de soltero. El bus se detiene, los chavales bajan, comparten bebida con ellas y se pierden en fila con las diferentes chicas, todo al raso. Las muchachas cobran 30 euros por un servicio de felación y coito. 20 euros sólo la felación, que sube de precio sin preservativo. Lejos del dinero que implica un club. Sólo en la entrada hay que pagar ya 10 euros. Media hora con una chica, entre 60 y 80 euros. Y el condón, en un local, suele ser ley. Hay que añadir que, hoy día, la inversión que una mujer de club de cierta categoría debe hacer sobre sí misma es fuerte: pecho operado, maquillaje de nivel, tatuajes caros, lencería cuidada. Y deben pagar al club una cuota diaria media de unos 60 euros (esto es variable).

En la provincia de Castellón, en la inacabable vía huertana llamada Caminàs, por lo que cuesta la copa en un club, las jóvenes ofrecen sexo. Un sábado por la mañana hay un goteo de decenas de chicas en todo el Caminàs, cada una sentada sobre una caja de verduras, con botella de agua al lado. Aquí las adolescentes de ahora son las subsaharianas, y son las más mayores. Sorprende la presencia eventual de españolas jóvenes. En nuestro país, la fundación Amaranta, dedicada a la acción social con mujeres en exclusión, ha comprobado el aumento de prostitución española que practica el sexo en medio de la calle o en el coche. Lo explicó en su momento a este periódico Pilar Casas, directora de Amaranta: "En la mayoría de los casos se trata de casi adolescentes con un panorama familiar y social muy desestructurado, chicas para las que hoy es muy difícil participar del sistema y de sus exigencias". Pero en la carretera de Oliva hacia la Marina Alta, por zonas industriales de Aldaia, en zonas comerciales cercanas a Manises, en los alrededores de la zona comercial de Sedaví, perdidas en carreteras de toda la Comunidad, son sobre todo jóvenes del Este las que se ofrecen. Las hay gitanas y no gitanas, y no se hablan entre ellas. Las hay también de América Latina, se presentan como uruguayas, aunque no está claro que lo sean. Entre ellas, se ve un travestí. Algo que no sucede entre las rumanas: sus proxenetas son bastante homófobos.

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