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Columna
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La delgada línea roja

El titular de este artículo es el de una estrategia de la guerra de Crimea, una novela sobre la batalla de Guadalcanal y dos películas de Hollywood. Pero no se me ocurre otro para aludir al trance en el que se encuentra estos días el movimiento 15-M en Valencia. En sentido estricto, la delgada línea roja fue el ardid empleado por una compañía desahuciada de la infantería del Ejército británico ante un ataque de la caballería rusa a mediados del siglo XIX. Los británicos situaron a sus fusileros en dos líneas muy próximas porque no tenían más tropas. Los rusos creyeron que la delgada línea entre estas dos filas era un engaño y que después vendría la robusta, prefirieron no atacar y se retiraron. Pero no había trampa detrás de aquella debilidad, simplemente no había nada, era el vacío.

Ahora la delgada línea roja es un fino límite que diferencia los intentos por mejorar radicalmente esta democracia de los intentos por derribarla. Por supuesto -y después de tres semanas entre asambleas y comisiones sé de lo que hablo- no es que exista un objetivo antidemocrático en la asamblea de Valencia, sino que entre algunas de sus muchas actitudes pudiera haber un sentimiento inconsciente de acabar con este régimen, que es diferente.

Me gustaría que esto se interpretase en su justa medida. No pienso que la mayoría de los indignados de Valencia quieran cargarse la democracia, sino que en su horizontalidad no pueden evitar que algunas de sus voces así lo propaguen. Por la derecha y por la izquierda. Y este es el problema: ¿cómo derribar falsos mitos inalterables de nuestro sistema democrático sin que parezca que se trata de un movimiento antisistema? Esta es nuestra delgada línea roja. No hay nada detrás, solo el vacío. En la medida en que el 15-M vuelva a conectar con los móviles iniciales -fuera políticos corruptos, stop al dinero público para la banca, abajo la voracidad de las entidades crediticias, ni un solo recorte social más, reforma de la ley electoral, dación de las hipotecas, fluidez en las iniciativas legislativas populares- volverá a ser un ejemplo de movilización exitosa, libre, transversal, reformista radical y sin complejos. En la medida en que vociferen los viscerales agentes de la provocación que toda asamblea conlleva -conscientes o inconscientes, al final es lo de menos- tendremos cargas policiales, detenciones, versiones inverosímiles del Gobierno, acción-reacción, aumento de la violencia, victimismo y ocaso del movimiento.

Discernir si se propasa o no esta "delgada línea roja" solamente está en manos del propio ente que se moviliza. Es más: le toca a él depurar estas responsabilidades, regirse a sí mismo y mostrar su madurez. Estoy hablando de algo serio: abogados que abandonan su bufete por defender a unos apresados, médicos de la sanidad pública que confían en el 15-M para aumentar unos minutos la duración de sus consultas, enfermos que exigen menos demoras para su intervención quirúrgica, morosos que no pueden pagar sus hipotecas, parados que no volverán a encontrar trabajo, jóvenes que tardarán en independizarse, parejas que no conseguirán vivir juntas... La letanía es contundente e implacable y haría muy mal el Gobierno en desoírla o engañarse a sí mismo. Señora delegada, allá usted, pero resumir como antecedentes penales la multa por un coche en doble fila o la participación en una manifestación ilegal, la verdad, no ayuda nada. Esto es lo que usted dijo de los detenidos.

Pero por el momento, todo lo que ocurre a nuestro alrededor desde hace un mes sigue siendo un magnífico aire fresco que nos sacude como un tornado cuando ya nadie daba por una primavera así en nuestras carnes. Y seguirá, seguirá un rato más, sin duda, fuera de la plaza, en los barrios, en la red, el próximo 19-J, seguirá.

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