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Columna
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La democracia hecha farsa

El país está en la ruina y la Generalitat con el agua al cuello. O al revés. El gobierno autonómico, con aparente buen criterio, quiere concertar acuerdos con la oposición a fin de aunar esfuerzos, o al menos obviar obstáculos, para atenuar el sutnami de desempleo y empobrecimiento que nos está arrollando. Abrumados por esta realidad, la vicepresidenta del Consell, Paula Sánchez de León, se reunió esta semana con los representantes de los grupos parlamentarios para abordar conjuntamente -o eso podía suponerse- una serie de problemas. Lo penoso de este episodio es que la dicha gobernante debió de fumarse la clase el día que explicaron el concepto y práctica de la democracia y por eso ignora que el sistema no funciona mediante votaciones a la búlgara, adhesiones inquebrantables o sí, bwana obsecuentes.

La reunión, decimos, se celebró, y su objetivo único consistía en formalizar el apoyo de los grupos a las políticas inéditas promovidas por el PP que se contemplan en el PAVACE (Pacto Valenciano por el Crecimiento y el Empleo) y la EPI (Estrategia Política Industria), referente a la productividad. Mera retórica. La anormalidad o el absurdo -de todo punto previsibles a tenor de los antecedentes- se dispararon cuando en este encuentro la oposición queda reducida al papel de claque o personajes de repertorio carentes del derecho de fiscalizar o completar su desarrollo con otras propuestas que mejoren o maticen la pretendida hoja de ruta oficial. En fin, que sobre la mesa solo había un menú y negociar, no se negociaba nada. Una vez más, el rodillo de la mayoría electoral y la arrogancia del PP convierten la iniciativa en pócima o pantomima.

Como es sabido o está publicado, el grupo Compromís abandonó la reunión para no participar en la farsa, en esa "tomadura de pelo", al decir de su portavoz adjunta Mònica Oltra. Declaración ante los medios informativos que, por cierto, tuvo que efectuar bajo el ficus -¿o es magnolio?- del patio de la sede parlamentaria por habérsele negado a esta síndica la Sala de Prensa. ¿En virtud de qué derecho? ¿Acaso ese espacio es exclusivo para la mayoría gubernamental y los grupos aquiescentes? Una cacicada más, decantada de la arbitrariedad fascistoide que tiñe al PP. ¿O no?

Hay quien o quienes han reputado de demagógico este gesto de protesta. Los representantes del PSOE y EU, por ejemplo, no movieron sus posaderas de la reunión cuando les predicaban la verdad revelada e incuestionable y les agradecían su colaboración en ese esperpento pseudodemocrático. Por lo visto -y ya es mucho lo que tenemos visto- sus ambiciones y tragaderas institucionales son inmensas. Sin embargo, a partir de mañana mismo, veremos cómo explican a sus clientelas que se negocien acuerdos con el PP y se omita hablar de transparencia, lo que orilla abordar la ética de la vida política y, por ende, la corrupción. ¿O acaso convendrán con la portavoz pepera que hablar de corrupción no es práctico -tal como dijo- y, por lo tanto, debe soslayarse tan mortificante asunto?

La entidad de los problemas que nos afligen y la necesidad de formular preguntas difíciles -que diría el profesor Antón Costas- e incluso impertinentes no avala ningún compadreo con el Gobierno. Ha hecho de su capa un sayo y lleva tres lustros desdeñando a la oposición en todos los foros y trances donde su hegemonía resulta decisiva. Ya es hora de dejarle plantado y que se cueza en su propio veneno.

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