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Columna
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El destino grotesco de un centrista

Una de las preguntas que suscita la triste situación política valenciana, con todo un gobierno pendiente de los tribunales y algo más que sospechas sobre la corrupción en la financiación del partido mayoritario, es qué ha pasado con ese sector, ciertamente minoritario pero identificable en otro tiempo, que podríamos definir como moderado o centrista. Tal vez la respuesta esté en lo ocurrido con Alejandro Font de Mora y su discurso tras pasar por la batidora de los populares valencianos. Hablo de un político que dejó atrás el naufragio del Centro Democrático y Social (CDS), en una maniobra oportunista, para saltar al PP de Eduardo Zaplana como portavoz parlamentario en las Cortes y que, desde la llegada de Francisco Camps a la Generalitat, ha sido consejero de Presidencia y portavoz, consejero de Cultura, Educación y Deporte y consejero de Educación a secas.

"El espíritu de humanismo, tolerancia, consenso y defensa de las libertades que UCD representó encuentra en el Partido Popular su natural continuación. Porque consenso hace referencia a una metodología que se aplica en el quehacer político por el Partido Popular, otra cosa es que pueda fructificar si el maximalismo infecta al oponente", escribía Font de Mora en este diario hace ocho años en respuesta a un artículo de Joaquín Azagra sobre el legado de Adolfo Suárez. Esta misma semana, miles de usuarios de la enseñanza pública han votado contra la política de este hombre y de su mentor Camps, en la enésima demostración de rechazo que cosecha.

Hacer memoria de la trayectoria pública de Font de Mora en esta primera década del siglo XXI conduce al estupor, a la indignación o al estremecimiento. Protagonista del intento de golpe de mano que a punto estuvo de acabar con la Acadèmia Valenciana de la Llengua (fruto, donde los haya, del consenso), han sido necesarias 35 sentencias de tres altos tribunales (incluyendo al Constitucional) para que acatara el reconocimiento del título de Filología Catalana al profesorado. Promotor de la fracasada ocurrencia de obligar a impartir la asignatura de Ciudadanía en inglés, movilizó en su contra la más masiva de las manifestaciones de los últimos años. Su espíritu intolerante le ha llevado, mientras hacía pintorescos anuncios sobre la implantación del chino mandarín en las aulas, a imponer el control sobre un Consell Escolar demasiado crítico... Y dejo lo de los barracones, los expedientes y tantas otras cosas para no abrumar. Se lo vaticinó Gerardo Muñoz, que había sido compañero suyo en el CDS, en un artículo de 1999: "La mayoría derechona que todavía ejerce en el PP de nuestra comunidad nunca permitirá que sus verdaderos ideales (mejor dicho, intereses) se vean sustituidos en la práctica por veleidades progresistas, por más que el siempre pragmático Zaplana, tan carente de convicciones ideológicas, pensando en una rentabilidad electoral a corto plazo, anime momentáneamente a gente como Font de Mora en su ilusoria tarea". ¡Qué clarividente sobre el PP, y qué equivocado sobre Font de Mora!

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