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El gen del trasvase

Como era de temer, con la proximidad de las elecciones generales el fantasma del trasvase del Ebro ha salido de su tumba para revolotear en la política nacional. De nuevo se ha discutido sobre el tema con las reacciones irracionales que caracterizan los debates sobre el agua en este país de frecuentes sequías. Sin embargo, de lo que no se ha hablado es precisamente del asunto principal, que es el coste del agua. Desde que en 1999 se diseñó el trasvase del Ebro muchas cosas han cambiado en relación con el coste del agua, y es interesante recordarlas.

Las cuentas económicas del trasvase que se hicieron en su día se apoyaban en tres elementos clave, ninguno de los cuales se mantiene en la actualidad.

Antes de que acabe 2010 habrá agua en oferta, incluso en exceso, en todo el litoral mediterráneo

-Una importante subvención de la Comisión Europea que entonces no se aprobó, y que en el momento actual ya no se podría ni siquiera solicitar.

-Una sustancial aportación a fondo perdido del Gobierno español, que ahora choca con las prescripciones de la Directiva Marco Europea del agua.

-Una gran demanda urbana (la del Área Metropolitana de Barcelona) que iba a ser obligada a comprar agua del Ebro a alto precio para así poder rebajar el precio del agua para la agricultura.

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Manejando estos tres elementos e introduciendo en los cálculos técnicos y financieros infinidad de trucos y trampas que luego serían imposibles de cumplir, es como se inventaron los famosos 0,30 euros por metro cúbico que ya por entonces eran falsos, pero que el PP ha tenido la habilidad de fijar en la opinión pública como precio de referencia inmutable del agua del trasvase del Ebro para la agricultura mediterránea.

Pero ahora todas esas ficciones se han esfumado. Por ejemplo, la Generalitat catalana, acuciada por una sequía aún peor que aquellas "pertinaces sequías" del franquismo, ha estudiado a fondo los costes de las tres soluciones que se discuten desde hace años para resolver definitivamente las dificultades de abastecimiento de Barcelona. La conclusión ha sido que el trasvase del Ebro a Barcelona (212 km) ofrecería agua a 0,78-0,90 euros por metro cúbico, según el agua disponible cada año; el trasvase del Ródano (320 km) ofrecería agua a 0,85 euros por metro cúbico; y las desaladoras están ofreciendo ya agua potable de excelente calidad a menos de 0,60 euros por metro cúbico, incluyendo la elevación a los depósitos metropolitanos. A la vista de los datos, la Generalitat ha duplicado su programa de desalación, elevándolo a 200 hectómetros cúbicos anuales, más de lo que en su día iba a aportar el ramal norte del trasvase del Ebro. El cliente del trasvase del Ebro en Cataluña ya no existe.

Así que quien quisiera abordar ahora o en algún momento futuro el trasvase del Ebro hacia el Sur (845 km) se encontraría con que ya no tendría ni el maná de las subvenciones europeas ni el primo catalán que paga lo que le ordenen para equilibrar las cuentas del trasvase. En estas condiciones al animoso promotor le saldrían unos costes medios superiores a 1 euro por metro cúbico, como se puede comprobar revisando y actualizando los datos del vetusto Plan Hidrológico de Aznar con los costes reales actuales de la construcción y la energía. Por mucha ingeniería financiera y muchas subvenciones ocultas que se introdujeran, no habría forma de poner el agua a menos de 0,60 o 0,70 euros por metro cúbico. A ese precio no es difícil adivinar que los agricultores no comprarían ni un solo metro cúbico: la desalación de agua de mar para uso agrario cuesta actualmente unos 0,50 euros por metro cúbico, y jugando con las subvenciones europeas que aún han podido captar las desaladoras en construcción, más algunos ajustes financieros, el Gobierno les está ofreciendo toda el agua que quieran en el entorno de 0,30 euros por metro cúbico.

Ante esas evidencias, alguien podría pensar en buscar nuevos primos del agua en algunos abastecimientos de grandes ciudades de Alicante y Murcia, e incluso de Valencia, que pagaran patrióticamente un gran sobrecoste por el agua del Ebro para conseguir así alguna rebaja para el agua agraria. Pero eso difícilmente funcionaría, ni aún con la más dura manu militari del PP. A 31 de diciembre pasado había ya 148 hectómetros cúbicos de capacidad anual de desalación en la costa mediterránea, y durante 2008 esta cifra se duplicará con creces, superando los 300 hectómetros cúbicos. Solo con los proyectos ya adjudicados, antes de 2010 la capacidad de desalación se volverá a duplicar, superando los 600 hectómetros cúbicos anuales. Y además de la desalación hay en marcha numerosos proyectos de reutilización y desalobración con varios cientos de hectómetros cúbicos adicionales.

Algunos observadores están calificando esta capacidad de excesiva, sobre todo cuando el boom inmobiliario de la costa parece haberse detenido y los incrementos de demanda urbana registrados hasta ahora han sido mínimos, mucho menores de lo esperado. Por ejemplo, la Mancomunidad del Taibilla, principal suministrador de agua urbana de Murcia y Alicante, mantiene su demanda de agua bruta prácticamente estabilizada desde 2004 en torno a 235 hectómetros cúbicos anuales.

En esta situación, ¿qué abastecimiento urbano importante se plegaría políticamente a adquirir a alto precio agua de un trasvase que necesita una costosa potabilización teniendo a mano una oferta excedentaria de agua desalada mucho más barata, plenamente asegurada año tras año, de mejor calidad y directamente incorporable a la red sin costes de potabilización? Con toda probabilidad, ninguno.

La realidad es que, desde el punto de vista de la disponibilidad y la calidad, el Programa AGUA ha dejado resuelta o en vías de solución inmediata la cuestión del agua en la costa mediterránea al menos para más de una década, y puede que indefinidamente. Antes de que acabe 2010 habrá agua en oferta incluso en exceso en todo el litoral mediterráneo, tanto desalada como desalobrada y reutilizada, y tanto para usos urbanos como agrarios. Quedan pendientes algunas negociaciones de precios del agua para algunos sectores agrarios, pero también esos temas están en vías de solución, como lo demuestran los recientes acuerdos de Riegos de Levante con la empresa estatal Acuamed para adquirir agua desalada a un precio asequible.

Lo que tendría que hacer de inmediato el presidente Camps para demostrar que el trasvase del Ebro ha sido algo más que una simple martingala es explicar cómo son hoy en día las cuentas de su trasvase y cuáles son los costes reales y los precios resultantes. Y a continuación explicar cómo colocaría dentro de diez o quince años a esos precios el agua del trasvase -cuya cantidad, por cierto, sería imprevisible cada año en unos mercados de agua que llevarían ya una década con un suministro asegurado de excelente calidad, y con unos precios estables y ajustados a niveles asequibles para cada calidad y cada uso del agua.

Indudablemente no podrá hacerlo, y por eso su equipo no tendrá más remedio que seguir aumentando el tono de las joyas dialécticas que nos vemos obligados a escuchar día tras día para vergüenza propia y ajena, como la de que las desaladoras son las nucleares del mar o la de la terrorífica muerte que le espera al Mediterráneo por las salmueras de las desaladoras.

Cuando parecía que ese nivel intelectual ya no se podía superar, nos enteramos por el inefable González Pons de que "el trasvase del Ebro está en los genes de los valencianos". No hay mal que por bien no venga. El trasvase no se hará, pero el problema identitario de los valencianos ha quedado resuelto para siempre: "ser valenciano es llevar en el ADN el gen del trasvase".

Antonio Estevan es consultor ambiental y miembro de la Fundación Nueva Cultura del Agua

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