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Reportaje:

El horario expulsa a los adultos

Los trabajadores que estudian se enfrentan a la rigidez de las carreras

Ignacio Zafra

José Miguel Gómez Belda está lo que se dice colocado. Tiene un título de ingeniero técnico forestal, un puesto de trabajo en la empresa pública Vaersa y un estatus que se aproxima al del funcionario; el sueño de la mayoría de sus compañeros de carrera. Porque, además de todo lo anterior, y de tener dos hijos y 33 años, José Miguel ha vuelto a la facultad a estudiar geografía y a sacarse de encima la "espina que tenía clavada" desde que siendo un chaval se vio obligado a elegir entre su vocación y la seguridad y escogió la segunda.

Integra una nueva ola de universitarios que llegan con la vida resuelta y se matriculan en carreras que no atraviesan su mejor momento de demanda (Historia, Historia del Arte, Geografía...). Los hay que lo hacen por vocación y quienes, como los topógrafos, lo utilizan como una vía de promoción profesional. Unos y otros se encuentran, sin embargo, con "un muro" nada más pisar la facultad: el de la falta de adaptación de las titulaciones a su perfil. "Yo trabajo de ocho a tres y casi todas las asignaturas son por las mañanas. Así que no puedo optar. No puedo ir a clase. Casi no puedo ir a ninguna práctica. No puedo hacer absolutamente nada", dice Gómez, "así que me planteé seriamente renunciar".

Es lunes, seis menos cuarto de la tarde, y hay pocos sitios libres en el aula F-32 de la Facultad de Historia de Valencia. Por atrás se ven caras jóvenes, piercings, chaquetas de chándal, algún bostezo y, en general, gestos de interés: en la pantalla, un reportaje sobre la inmigración española en Suiza. Estamos en clase de Geografía de Europa, una asignatura optativa. En las primeras filas, en cambio, se observan pelos canosos, camisas, rostros adultos, moños. No es sólo por demostrar interés. "También nos ponemos delante porque tenemos nuestras limitaciones, ni oímos ni vemos como antes", comenta una alumna.

Geografía parece haber entrado en un círculo vicioso. La escasez de alumnos -en el curso 2005-2006 se matricularon 40 en Valencia y 14 en Alicante- acarreó la eliminación de los grupos de tarde. Y esa supresión tiende a expulsar de la carrera a quienes estudian y trabajan, un contingente que contribuiría a paliar la falta de estudiantes.

Enrique Hermosillo, decano de Geografía e Historia, afirma que se trata de un tema "complicado". "El problema es que los medios de la universidad son los que son. La mayoría de alumnos siguen siendo de promoción y el 80% de ellos pide horario de mañana. Y tampoco es cuestión de favorecer a una minoría en detrimento de la mayoría", afirma.

La profesora Carmen Sanchis fue una de las defensoras del horario de tarde cuando se planteó el debate en la sección de Geografía. El departamento rechazó la idea. "Se prefirió primar a los jóvenes. Primar la formación de quienes van a trabajar realmente de esto", señala. Se discutió también la posibilidad de que algunas asignaturas se trasladaran a la tarde cada año, para que los trabajadores pudieran ir avanzando, aunque fuera lentamente, en la carrera. También fue rechazada. "Aunque yo era partidaria de hacerlo, es verdad que compartimos el edificio con Historia e Historia del Arte, y es muy complicado cuadrar los horarios y la ocupación de las aulas".

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Las otras dos carreras presentan problemas parecidos, aunque Historia, con un mayor número de alumnos, ofrece más horarios de tarde. Su público tiende a ser aún más vocacional. Es el caso de María José Óscar, de 52 años, administrativa en un hospital, que decidió matricularse en la carrera el día que oyó a alguien mencionar el Antiguo Régimen y pensó que hablaba del franquismo. "Al llegar a casa encontré la definición en el libro de texto mi hijo, de sexto de primaria", comenta.

Óscar, sus compañeros Amalia Pallás (cocinera), José Ignacio Bernat (administrativo del Ministerio de Defensa), y casi todos los demás comparten el mismo problema de tratar de cuadrar los horarios laborales con los de la universidad. "Al final", dice José Miguel Gómez, "tienes que pedir presentarte al examen sin ir a clase. Y yo soy fijo en una empresa, hago lo que siempre he querido hacer, no tengo necesidad de estudiar... Lo hago porque el cuerpo me pide ir a clase, debatir con los profesores... Todas esas cosas que los chavales jóvenes o yo mismo cuando tenía 20 años no quería hacer, porque sólo pensaba en sacarme la carrera lo más rápido posible yendo lo mínimo a clase".

Uno de cada 5 alumnos

Los alumnos de más de 30 años representan el 12% del total de la matrícula de la Universitat de València. Pero es poco probable que una persona trabajadora sienta el impulso de ponerse a estudiar digamos Ingeniería Química por pura vocación. La matrícula de adultos en esta carrera apenas alcanza el 5% (19 estudiantes) y no se puede descartar que haya entre ellos algún repetidor recalcitrante.

Hay otras titulaciones que se prestan más. En Geografía, por ejemplo, suponen el 10% (32) y quizá serían más si el horario se adaptara mínimamente a sus necesidades. En Historia, en cambio, alcanzan el 20% (257) y en Historia del Arte (201), el 21%. Debido al mayor peso de estas dos últimas carreras, en el conjunto de la Facultad de Geografía e Historia los mayores de 30 años representan uno de cada cinco estudiantes matriculados.

En Humanidades, una carrera de segundo ciclo que se diseñó pensando en ese perfil, el porcentaje se dispara hasta el 60% (115 alumnos).

La profesora de Geografía Carmen Sanchis afirma que en general se agradece su presencia en el aula: "Son alumnos más maduros, generalmente vocacionales, que se expresan mucho mejor. Aumentan el nivel del aula".

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Sobre la firma

Ignacio Zafra
Es redactor de la sección de Sociedad del diario EL PAÍS y está especializado en temas de política educativa. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Valencia y Máster de periodismo por la Universidad Autónoma de Madrid y EL PAÍS.

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