_
_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La moratoria no es suficiente

Es evidente que cuando Albert Einstein afirmó que casi era un milagro que la curiosidad por interrogarse sobre el por qué de las cosas no hubiera quedado completamente estrangulada por los sistemas educativos al uso no estaba pensando en la pretensión que viene manteniendo el Consell de la Generalitat Valenciana por impartir Educación para la Ciudadanía con traducción al inglés. No es necesario poseer su espíritu inquisitivo, ni su capacidad intelectual, para discernir que tal ocurrencia es una mofa al sistema educativo y, por tanto, un flaco favor al desarrollo personal futuro de los jóvenes valencianos. Sin embargo, siendo esto relevante, para quienes estamos quizá sesgados por nuestra formación profesional, el empeño en el que se ha embarcado, o le han hecho embarcarse, al consejero de Educación, es mucho más. Supone un ataque frontal a la herramienta fundamental con la que cuenta cualquier sociedad para mejorar las cualificaciones de su población que son la llave de su bienestar futuro, que es el sistema educativo. La calidad y el funcionamiento del cual, no está de más recordarlo, es competencia exclusiva del gobierno autonómico y ninguno de ambos brilla a gran altura ante la escasa atención, presupuestaria y de análisis, que le presta a sus principales problemas.

Desde que el Nobel Gary Becker realizara sus pioneras aportaciones sobre capital humano han transcurrido decenios. Desde entonces multitud de economistas han puesto de relieve la crucial importancia de las cualificaciones educativas en el crecimiento económico. Una relevancia tal que una de las explicaciones más convincentes de por qué los países escandinavos, en especial Suecia, pasaron a estar a la cabeza en el nivel de renta por habitante europea desde puntos de partida modestos y similares a los de la Europa Mediterránea (Portugal, España, Italia y Grecia) reside, como mostró Lars Sandberg, en que contaban con unos sistemas educativos muchos más potentes y con una reputación social más elevada que los estos otros países con similar nivel de renta inicial. Fue esa superior cualificación de su población la que hizo posible una capacidad mucho más elevada para absorber, adaptar y difundir en su estructura productiva las innovaciones técnicas que se estaban produciendo en el mundo. El resultado es sabido: una elevada tasa de crecimiento de la productividad y un nivel de vida muy superior.

Si se descarta la ineptitud de, al menos, los más influyentes miembros del Gobierno valenciano, y más todavía de su presidente, parece imprescindible entonces interrogarse acerca de cuál puede ser la razón del grave error que ha conducido a pretender combatir al Gobierno Zapatero perjudicando la capacidad de la economía valenciana para crecer en el futuro. Lo inquietante es que una posible respuesta a la pregunta es que la contumacia del Consell no esté siendo un error sino una estrategia calculada. ¿Para qué? Para obviar lo que cada día está resultando más evidente pero que, ayudado por esa estrategia, ha quedado en un plano completamente secundario: que la Generalitat, debido a su inmenso déficit presupuestario, no está en condiciones de articular planes eficaces para hacer frente a la recesión económica en su ámbito competencial. Dentro del cual, además de la educación y la sanidad, se encuentran industria, comercio, turismo o bienestar social. Ni en el terreno de las políticas activas de apoyo a la estructura productiva ni en el de las de protección y reciclaje laboral de quienes han perdido su empleo.

De esta forma, dentro de esta estrategia del todo vale y nada importa, los valencianos hemos asistido a uno de los episodios más penosos que puede darse en una sociedad preocupada por su futuro y que ahora se pretende dejar en stand by con una moratoria: la ridiculización de su sistema educativo con la pantomima de pretender impartir en un idioma que pocos estudiantes entienden con fluidez una asignatura previamente explicada en castellano o valenciano, únicas lenguas oficiales de esta comunidad. Aunque se pretenda que la pérdida de reputación afecta sólo a los docentes de esa asignatura, es a todo el sistema educativo al que se somete a escarnio con la pérdida de prestigio y de autoridad que ello implica entre quienes han de ser considerados sus usuarios. Sorprendente papel el elegido por Francisco Camps de quien algunos pensábamos, aun teniendo en cuenta las diferencias ideológicas, que sería un eficaz impulsor de la modernización productiva de la Comunidad Valenciana. Si su objetivo de situarla a la cabeza de las comunidades autónomas españolas no eran sólo palabras, la retirada de la orden y no una mera moratoria, para reactivar el conflicto cuando convenga, es una excelente ocasión para demostrarlo.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_