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El pop de la cárcel

El centro La Petxina de Valencia acoge una muestra de arte realizado por internos de la prisión de Picassent bajo la dirección de la pintora Cari Roig

Cari Roig (Valencia, 1967) formó parte de una de las parejas artísticas más populares de la década de los noventa, el Equipo Límite, junto a la también pintora Cuqui Casa. De la noche a la mañana, una enfermedad le golpeó fuertemente. "En el 2003 me detectaron un cáncer y mi vida de repente se paró". Operaciones, sesiones de quimioterapia y una existencia que había rozado la muerte, la devolvieron a una realidad que, de pronto, le resultaba lejana y extraña. "Cuando volví, digamos, al mundo, mi compañera había comenzado a pintar en solitario y todo lo que había sido hasta entonces mi paisaje social, las exposiciones, la vida plástica, de repente, sentía que no formaba parte de él". Y continúa: "Veía a la gente moverse con prisa, mientras yo, por el contrario, iba a otra velocidad y por otro lado necesitaba encontrar la forma de expresar esta segunda vida que empezaba en mí". "Además", agrega, "económicamente estaba a dos velas, y el casero, como me veía tan mal, me decía 'no se preocupe, primero póngase buena, y luego ya me pagará".

Ha trabajado en la cárcel con reclusos y mujeres maltratadas
"Al principio me recibieron con una cierta distancia", señala Cari Roig

Unos talleres de creación dirigidos a los niños la reintegraron a la vida profesional. "A raíz de esos talleres", dice Cari Roig, "surgió la idea de realizar otro tipo de acciones, esta vez dirigidos a colectivos como mujeres maltratadas y con la colaboración de Consuelo Ciscar y el IVAM, finalmente, tomó cuerpo la realización de unos talleres de pintura dirigidos a las presas de la prisión de Picassent". Una buena parte de esos años de trabajos, junto con otras intervenciones, talleres con los niños del área de Pediatría del hospital General, que forman parte de su proyecto Arco Iris ríe, podrán verse a partir del próximo día 16 en la sala de exposiciones del centro La Petxina de Valencia.

"Eran mujeres", recuerda Cari, "que nunca habían visto o habían tenido un pincel en sus manos, muchas no sabían escribir, hacer simplemente una línea con el pincel era todo un acontecimiento, todo era como alucinante para ellas, y recuerdo que acabamos el primer día pintando el suelo, las paredes, nos volvimos locas". "Y también", continúa "para mí fue importante, porque desde el primer momento que pisé la prisión, noté que mi energía había encontrado finalmente el lugar para quedarse".

Aquel trabajo con las presas de Picassent tomó el nombre de Guerreras en tiempos de Paz. "Recuerdo", dice Cari Roig, "que cuando salió la primera oportunidad de exponer les comenté que deberían tener un nombre y ellas mismas, después de debatirlo, lo eligieron". Muchos cuadros de la exposición se encuentran próximos a aquella estética, con su imaginería pop y toques naif y kitsch, tan característicos del Equipo Límite. "Es cierto", dice Cari, "que yo les he animado a utilizar colores vivos, fuertes, pero me ha sorprendido encontrarme con cuadros o motivos que perfectamente pudiéramos haber hecho nosotras en otro tiempo, y esto me alegraba, porque me sentía más unida". "Estos trabajos", añade, "están realizados por mujeres, algunas de ellas, que prácticamente se han pasado o se pasarán toda su vida en la cárcel, que nunca se han valorado, con un estatus social muy bajo, con unos vínculos emocionales muy dramáticos, la familia, el marido, los hijos, y de repente, veían que hacían una cosa por la que eran reconocidas, y se les felicitaba, y veías, sobretodo, como cambiaba su mirada".

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"Al principio", señala Cari, "solo pintaban corazones, libertad y te quiero, y yo les decía: pero vamos a ver, ¿para quién pintáis, para vuestro novio o para vosotras?" Reconoce Cari que este es un trabajo que le exige dosis de energía y entrega "pero a cambio", asegura, "ellas también me dan, yo también recibo su fuerza, sus ganas de vivir, su alegría, a pesar de todo". "Son ellas", añade, "las que me han ido enseñando, las que me han puesto en mi sitio de alguna manera, a respetar unos límites".

A raíz de su trabajo con las presas, se le propuso colaborar con otros grupos. "La gente de Proyecto Hombre que trabaja en la prisión me pidió si podía realizar un taller con el grupo de presos con el que estaban trabajando y la experiencia acabó transformándose en un gran mural que realizamos en el patio". Esta misma experiencia del mural la repetiría con un grupo de jóvenes. "Es la vez", recuerda Cari, "que más he tenido que gritar, y aunque al principio me recibieron con una cierta distancia, con frialdad, al final conseguimos establecer entre ellos y yo unas relaciones de respeto, y hasta de trato diferenciado, como si fuera una de los suyos", dice con humor. Ahora el mural se puede ver en el patio de la prisión, rematado por un gran cielo azul. Un horizonte luminoso que de momento se extingue en la barrera de alambre de espino del muro.

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