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Reportaje:

El presidente impasible

Camps se sitúa al margen del debate político para no empañar su imagen institucional y de candidato del PP

El presidente de la Generalitat, Francisco Camps, aspira a revalidarse en el cargo tras las elecciones a Cortes Valencianas que tendrán lugar el próximo 27 de mayo. Para conseguir ese objetivo, Camps y su equipo más cercano han establecido una estrategia basada en los siguientes criterios: proteger al máximo la imagen del presidente y candidato popular, centrar la actividad del Consell en la venta de nuevas promesas y la gestión realizada, y sortear cualquier polémica que pueda dar oxígeno a los partidos de la oposición. La fórmula resultante permite al Consell y al PP ofrecer una imagen idílica de la Comunidad Valenciana en la que los únicos problemas, reales o no, son atribuidos a los socialistas. Camps, mientras, asume el papel de presidente impasible, cuya única obsesión ha de ser la de no cometer errores y evitar pisar los charcos.

El jefe del Consell busca escenarios controlados donde hacer gala de un optimismo hiperbólico por el que los problemas los genera otro
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Vender grandes eventos, silenciar grandes políticas

Estos son algunos de los elementos ideados por los populares para proyectar una imagen sin aristas de Camps y sus políticas.

- Pocas preguntas. Las preguntas se han convertido en un hecho inusual en las comparecencias del jefe del Consell. La mayoría de los actos convocados por Presidencia de la Generalitat y la dirección regional del PP sólo prevén la intervención de Camps sobre el motivo de la convocatoria, sin opción a preguntas sobre temas de actualidad. La formula se ensayó de manera sistemática el pasado mes de septiembre en el Palau de la Generalitat y, con alguna excepción, se ha mantenido de manera ininterrumpida. Los viajes del presidente son otro aspecto cuidado hasta el detalle. En ellos, los consejeros ocupan un papel secundario y marginal. Salvo contadas excepciones, sólo cubren la agenda oficial fuera de la Comunidad Valenciana los medios públicos que gestiona el Consell -Canal 9 y Ràdio 9- o aquellas agencias de información con las que existen convenios específicos.

- Anular el control parlamentario. La última vez que Camps se sometió a las preguntas de control de la oposición en las Cortes Valencianas fue el 15 de febrero, en un pleno celebrado en Burriana. El Parlamento se disolvió el pasado 2 de abril. En ese periodo, los viajes oficiales, las fiestas y el recorte de la actividad parlamentaria evitaron las comparecencias de Camps. El Consell afirma que Camps ha respondido a 135 preguntas de los grupos parlamentarios -un tercio de ellas del PP- en esta legislatura. Además comparan el dígito con el de hace 12 años del socialista Joan Lerma, que sólo respondió a preguntas directas de los grupos parlamentarios seis veces. El PSPV y EU acusan Camps de haber huido del control parlamentario los meses previos a las elecciones.

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- Crisis, ¿qué crisis? "Absoluto respeto" por la decisión de los cargos populares que han decidido darse de baja en el partido. Esa ha sido la respuesta sistemática del Consell y de la dirección regional del PP ante las escisiones con las que se ha saldado la pugna entre campistas y zaplanistas en un buen número de municipios valencianos. Con esta política del avestruz, la dirección regional del PP ha evitado alimentar en los medios de comunicación las crisis abiertas en Ontinyent, Gandia, Dénia, Sueca, etc. La renuncia a la política del vicepresidente del Consell, Víctor Campos, tampoco ha merecido más comentario que el atribuible a "una decisión personal".

- Bendita ignorancia. "No soy experto fiscal". Con esta afirmación, Camps ha justificado su pasividad en los escándalos relacionados con Terra Mítica y la Sociedad Parque Temático de Alicante. Al igual que ante los escándalos de corrupción, el jefe del Consell ha rechazado cualquier posibilidad de constituir una comisión de investigación parlamentaria y se ha escudado en las actuaciones judiciales para evitar el debate político.

- La imagen sobre todo. La necesidad de preservar la imagen de Camps y evitar su vinculación con hechos polémicos o luctuosos es una prioridad. Así, a pesar de ser el presidente regional del PP, Camps evitó acudir a la concentración frente a la Delegación del Gobierno, convocada por su propio partido el pasado 9 de marzo, en protesta por la aplicación de la prisión atenuada al etarra De Juana Chaos. También se han evitado las imágenes que puedan evocar hechos luctuosos como el accidente del metro -no se ha reunido con los familiares de las víctimas- y, por el contrario, ha buscado asociar su perfil a los grandes eventos -el viaje del Papa, la Copa del América, la F-1, etc-.

- El adversario es invisible. Camps no se mide con el líder de la oposición, el secretario general del PSPV, Joan Ignasi Pla. El jefe del Consell ha evitado a toda costa durante los últimos meses que Pla se pueda situar a su nivel. La propuesta socialista de realizar un cara a cara entre los dos candidatos en Canal 9 ha sido rechazada por el Consell. El PP se encarga de minusvalorar diariamente la figura del candidato socialista adjudicándole atributos negativos.

- El enemigo es exterior. Camps y la dirección regional del PP refuerzan sistemáticamente su identificación con los intereses valencianos mediante la proyección de un enemigo exterior. Tres han sido las fuerzas del mal que impiden al presidente de la Generalitat cumplir con sus objetivos, que son los de todos los valencianos: el zaplanismo, el tripartito catalán y el Gobierno que preside José Luis Rodríguez Zapatero. A la facción afín al portavoz del PP en el Congreso se le atribuye la responsabilidad de haber lastrado al Gobierno valenciano y haber trasladado a la opinión pública la imagen de división. Al tripartito catalán se le responsabiliza de la derogación del trasvase del Ebro y defender un pancatalanismo en el que la Comunidad Valenciana estaría subordinada a Cataluña. Para los populares, el Gobierno socialista es el responsable de la inseguridad ciudadana, el retraso en las infraestructuras, la falta de financiación, y la marginación de los valencianos.

- Optimismo hiperbólico. Las críticas y las malas noticias se ignoran. El Consell con su presidente a la cabeza hacen gala sistemáticamente de un optimismo hiperbólico que no puede ser empañado. Así, la Comunidad Valenciana es, con frecuencia, "líder mundial" en multitud de disciplinas e indicadores y cuando no es así aspira a ser "campeona del mundo". El accidente del metro, el hundimiento de la plataforma escénica del Palau de les Arts, la presentación de una moción de censura, las críticas del Parlamento Europeo al urbanismo, o las imputaciones de altos cargos se descalifican e ignoran.

- El valencianismo donde toca. Camps ha cercenado el proyecto valencianista con el que arrancó su discurso de investidura para trufar sus intervenciones de apelaciones a la unidad de España y la Constitución. En este tránsito ha sustituido en el seno del PP el discurso del secesionismo lingüístico sustentado en criterios acientíficos por otro basado en argumentos jurídicos -la denominación estatutaria del valenciano-. Camps ha reducido el uso del valenciano en sus intervenciones y ha limitado las expresiones valencianistas y las muestras excesivas de españolismo para no dar alas a la extrema derecha.

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