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Columna
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Sin pulso

No nos parece temerario afirmar que desde las elecciones autonómicas y municipales de mayo pasado el País Valenciano está inmerso en una atonía política, lo que percibe cualquier observador medianamente interesado y se reconoce asimismo por cualificados protagonistas de la vida pública. Entre las causas que se aducen figura la fatiga del equipo gobernante, subido al machito del poder autonómico y municipal desde mediados de los 90; el contundente y reiterado respaldo electoral, que le auspicia larga vida con errores incluidos y, todo al tiempo, la neutralización de los partidos opositores de izquierda, víctimas de una prolongada acefalia o de sus broncas internas, lo que les sume comúnmente en la inoperancia.

A estos motivos hay que sumar los no menos determinantes que han significado la opción del presidente Francisco Camps de fajarse desde el primer momento en la campaña contra Rodríguez Zapatero, a fin de promover la candidatura de Mariano Rajoy, lo que le permite seguir endosándole al actual titular de Moncloa la culpa de muchas de nuestras desdichas por la discriminación que nos aplica, al decir del Molt Honorable y de su cohorte. Un pretexto que les obvia razonar acerca de la crisis económica a la que estamos abocados -o nos ha atrapado, como en Alicante- y cuyos signos más evidentes son la desaparición de las grúas en el perfil urbano, el silencio de las cizallas y el chirrido de los sectores industriales agobiados.

En coherencia con este infortunado trance coyuntural ya no se abunda, tanto al menos, en el discurso oficial de la prosperidad a toda vela decantada principalmente -aunque ese aspecto se haya procurado siempre soslayar- del uso desmadrado del territorio que ahora se pretende proteger mediante pactos de estado. A buenas horas manga verdes. Una prosperidad cuyos ostentosos signos externos y retórica han venido desmintiendo los verdaderos indicadores económicos y sociales que sitúan a esta Comunidad entre el pelotón de las menos dotadas y progresivas, no obstante, ser la más endeudada. Si algo debemos reconocerle a este Consell es la habilidad para vender cabras y esconder vergüenzas, como el deterioro de la sanidad pública, con sus mortificantes listas de espera, por citar tan solo una de sus lagunas, o la insuficiencia de no pocos de los servicios sociales, o el desguace de las iniciativas culturales, tan ambiciosas otrora.

Esta radiografía sumaria podría aderezarse con un corolario: el Consell ha perdido el pulso apenas ha boqueado el monocultivo inmobiliario del ladrillo y se carece del crédito para enredarse en grandes eventos lúdicos o proyectos de costes insondables, a menudo insensatos. Nuestra clase política, decimos sobre todo de la que gobierna, pero no solo, parece diseñada únicamente para gestionar con el viento de popa y sin perspectiva de futuro, lo que en el caso de los equipos del presidente Francisco Camps es más reprochable por cuanto no han padecido una severa fiscalización parlamentaria o mediática, por endeblez de aquella y obsecuencia de ésta, salvo pocas excepciones. Unos déficits, éstos, que han abonado la degradación democrática, como delata la falta de transparencia en los negocios públicos y la desmovilización cívica, por no hablar de los casos de corrupción sin correctivo y aun con el amparo por parte del partido mayoritario.

En este contexto, el PSPV abre hoy la precampaña electoral para las generales del 9 de marzo mediante un mitin en el pabellón deportivo de la Fuente de San Luis, en Valencia, con la intervención estelar de ZP y de los candidatos de las tres provincias. Todo un desafío para un partido al que le está costando Dios y ayuda culminar el proceso de renovación emprendido hace más de dos lustros, cuando su entonces líder Joan Lerma abandonó el buque zozobrado. En esta ocasión no están en juego la Generalitat ni los ayuntamientos, pero será de la mayor importancia alcanzar unos resultados que, mejorando los precedentes, contribuyan a reiterar el triunfo socialista estatal y permitan ensoñar en una próxima alternativa autonómica del mismo signo. Por lo pronto y para este envite, se cuenta con buenos cabezas de lista, cuando la derecha no los tiene siquiera decididos y habrá que ver cómo resuelve el problema. Otra historia será comprobar hoy mismo cómo anda la pulsación y los ánimos de un colectivo que, justamente, viene cosechando tantas derrotas como convocatorias a las urnas desde la mentada década de los 90.

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