_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La purga de don Pío

Se acercan las elecciones y debemos prepararnos. No frecuento los mítines; acudo a las librerías: allí estamos y allí están también los candidatos. Tengo en mis manos el volumen de Esteban González Pons. Cuando digo el volumen me refiero a una obra que le publica Ruzafashow, imagino que con mucho desprendimiento y amistad.

La cubierta tiene una imagen retocada del candidato. Parece un dibujo hecho al natural, pero es un truco de photoshop que idealiza al protagonista. Es tan fantasioso el grafismo, sale con un careto tan fino, que no nos engañamos: vamos a leer un libro de ficción. La imagen se debe a Piluca Bertolín. Sin duda, la diseñadora lo idolatra.

Es posible que en la librería el volumen figure entre las autobiografías. Yo lo pondría en la sección de fantasía, de fantasías inanimadas. Leer a González Pons es inflamarse con una prosa de adornos. Prosa de adornos: eso decía Pío Baroja de la escritura hinchada y vacua. Hay quien piensa que escribir bien es abrumar al lector con afectación: precisamente aquello que detestaba Baroja. Las galas retóricas son ornamentos, sí; pero son aderezos de cementerio, cosas rancias que se notan muertas, de ultratumba, decía el escritor vasco.

Iba a extenderme sobre dicha obra, la de González Pons, pero he pensado que mejor sería dejar al protagonista de esa fábula para otra ocasión, cuando falten pocos días para la convocatoria electoral. Escribo esto y me doy cuenta de que he consumido la mitad de mi columna hablando de ese libro. Aún hay remedio: puestos a tratar hoy de fábulas, prefiero hablarles de otras ficciones, más inspiradoras y nada cursis, que encontrarán en las librerías. Las de Pío Baroja, precisamente.

Leer a Baroja hoy nos sirve para limpiar el resto de prosa fatua que nos quede, para quitarnos el lirismo facundo, la monserga. Nos sirve para diagnosticar lo real, los defectos del liberalismo, la España cuyos males aún perduran. ¿España? "España circula por nuestras venas", dice González Pons. "Si morimos todos muere España", añade el candidato con mucha inflamación.

Regreso a Baroja para curarme en salud. "Una vida vulgar, contada con detalles y con sencillez, puede ser para mí amena y entretenida". En cambio, "explicada con una retórica pretenciosa, me parece aburrida e insoportable", añade el novelista. Eso es: dejo ya al candidato. Me voy pitando a un seminario que esta semana la UIMP de Valencia organiza sobre Baroja a ver si me administran algo contra la lírica cotorra. Antes, no obstante, me pasaré por alguna librería para prescribirme como paliativo las últimas reediciones del novelista. Me impondré, además, la purga de Benito repitiéndome mil veces: no debo leer prosa de adornos ni retórica charlatana; no confundiré lirismo con liberalismo.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

http://justoserna.wordpress.com

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_