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Columna
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De quién es la culpa

En la antigua Cárcel Modelo de Valencia consumieron sus días numerosos presos. Allí, entre sus muros, pagaban culpas contraídas con la sociedad. Eso se decía.

Desde niño, cada vez que paso por uno de sus flancos, miro aquellos edificios con asombro, con inquietud. Ante la cárcel siempre experimento una embarazosa incomodidad. Es más: alguna vez he soñado con el confinamiento. Por causas que desconozco, por algún descuido personal, por algún error administrativo incluso, me detienen, conduciéndome a la prisión. Ya me veo formando en el patio, ignorante de mi culpa...

Aquel complejo arquitectónico, de imponentes dimensiones, es una cárcel proyectada por Joaquín María Belda e inaugurada hace un siglo. El establecimiento valenciano adopta un modelo de penitenciaría característico del Ochocientos: un conjunto de inmuebles de planta radial. Idealmente, dicha prisión -como otras cárceles- se edificó con un objetivo: que desde la torre central de vigilancia pudieran observarse todos sus pabellones, todos sus corredores. Con un simple golpe de vista.

Este modelo constructivo, original y pavoroso, fue concebido por el filósofo inglés Jeremy Bentham a finales del siglo XVIII. Lo llamará panóptico. "Si se hallara un medio de hacerse dueño de todo lo que puede suceder a un cierto número de hombres, de disponer todo lo que les rodea, de modo que hiciese en ellos la impresión que se quiere producir (...), de manera que nada pudiera ignorarse", dice Bentham, habríamos dado con un instrumento de vigilancia "muy útil que los gobiernos podrían aplicar a diferentes objetos de la mayor importancia". Entre ellos, la cárcel. De ese modo, centenares de hombres dependerían de uno solo, colocado en la torre central. Estaría dotado de "una especie de presencia universal en el recinto de su dominio" y estaría "revestido de un poder desconocido": con su mirada podría "verlo todo entero", concluye Bentham.

La Cárcel Modelo de Valencia ya no funciona. Ya no hay nadie en su torre de vigilancia dispuesto a inspeccionarlo todo. Lo que hoy sucede es justamente lo contrario: ya no se ve nada. Se rehabilita el complejo arquitectónico para reunir dependencias de la Administración autonómica y se construye... ostentosamente: en el patio se añaden ahora edificios gigantescos que no figuraban en la cárcel original, unas moles que tapan la antigua prisión, un conjunto histórico que deberíamos preservar.

Qué paradoja. Lo que en principio fue concebido para divisarlo todo con un simple golpe de vista, ahora ya no puede verse. La vieja cárcel queda oculta tras los nuevos pabellones. Padece asfixia arquitectónica. ¿Por culpa de quién? Por culpa de la Generalitat: por culpa de la arrogancia institucional y administrativa de unos pocos. Qué cruz.

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