La realidad a través del cómic
El ilustrador y autor de historietas Nacho Casanova presenta en Valencia sus dos últimas obras, 'Autobiografía no autorizada' y 'Un día'
Es una suerte que Nacho Casanova no se dedique al periodismo. Nunca deja que la verdad le estropee una buena historia. Es un autor nacido en Zaragoza, curtido en la Facultad de Bellas Artes de Valencia, emigrado a Barcelona y que se está convirtiendo, cada vez más, en un contador de cuentos e historias extremadamente sintético. Presentaba dos obras el pasado sábado 15 de noviembre en Futurama, una librería de tebeos de Valencia.
Nacho lleva años escribiendo y dibujando. Curiosamente, empezó siendo más un ilustrador que un narrador, enmarcado en Como vacas mirando al tren, una publicación que consiguió incluso un premio al mejor fanzine en el Salón del Cómic de Barcelona. Ahora presenta, como autor completo, sus nuevas obras: el segundo volumen de su Autobiografía no autorizada (Diábolo ediciones) y Un día (Dolmen). Comparten el sello de la casa: personajes reales, realidad doblada. O adaptada, falseada, arreglada, amañada, para contar las historias de Nacho, que unas veces son más reales y otras se modifican para hacer encajar en unas páginas que consiguen transmitir un sentido simultáneo de cotidianeidad y sorpresa.
Nacho Casanova coge los ladrillos de la verdad y construye mentiras
El ilustrador prepara ya un tercer volumen de su autobiografía
Nacho es extraordinario, en el más puro sentido de la palabra: aporta algo extra a la realidad. En Autobiografía no autorizada repite la fórmula de la primera parte: un anecdotario peculiar pero extremadamente plausible que, si no ha sucedido tal cual lo cuenta, probablemente podría haber sido así, si los hechos se hubiesen torcido por mano de la casualidad para crear una historia bien pertrechada. Como la realidad suele ser tozuda, Nacho coge los ladrillos de la verdad y construye mentiras incluyéndose a sí mismo y a sus amigos y conocidos más cercanos como personajes. La obra se estructura en pequeños episodios, supuestamente autobiográficos, con diferentes situaciones cotidianas, con el autor saliendo a comer con unos amigos, desayunando en un bar, u observando a gente por la calle.
En la misma línea, pero con un argumento marcadamente diferente, Nacho nos cuenta, en Un día, la historia cotidiana de un par de drogadictos. Qué hacen, cómo pasan el tiempo, cómo viven. De una forma desapasionada, cotidiana, tranquila, triste, pero con sus puntos de humor. Agridulce, y lejana de la sensiblería o las ganas de impresionar, Nacho mueve sus hilos, de nuevo con personajes reales. Ni siquiera color, y apenas alguna trama. El estilo visual de Casanova es ajeno a todo artificio, y desde hace un tiempo, hasta se ahorra las expresivas manchas negras que caracterizaron su estilo hace años. "¿Para qué me voy a complicar con pinceles y otras cosas", confesaba Nacho el pasado sábado en Futurama mientras firmaba uno de sus ejemplares para un cliente, "si en realidad puedo contar lo mismo con un rotulador?". La línea le resulta suficiente. Puede parecer poco, pero Casanova no suele separarse de una libreta de apuntes que le sirve de fiel escudero. "Tardo unos seis meses en acabar cada una de estas obras", explicaba, "pero muchas de las historias ya estaban pensadas de antes. Cuando las hago no tengo un concepto literario del argumento, sino que es una idea muy visual, ya veo la historia en la cabeza".
Confesaba Casanova que ya está preparando el tercer volumen de sus remendadas memorias, pero que no podemos esperarlas con demasiada prisa porque hay un proyecto de tebeo de aventuras -"un cambio de registro", según el propio autor- que consumirá su tiempo. Falta por ver si, como es una tónica frecuente en sus obras, Nacho Casanova acaba apareciendo por sus propias viñetas con un par de puntos como ojos, como suele dibujarse.

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