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Columna
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Al revés

El facherío anda revuelto contra Garzón y proclama que la memoria histórica es sólo afán de venganza. Joan Manuel Serrat ha comentado con tino que si finalmente el juez fuera sancionado estaríamos ante el mundo al revés.

Sigo el rifirrafe político-judicial al tiempo que voy leyendo Tres generaciones de antifranquistas en el País Valenciano. La obra forma parte del proyecto ¡Abajo la Dictadura!, iniciativa de la Fundación de CC OO que ya editó un interesante y didáctico DVD. Contiene fotografías y testimonios autobiográficos de 24 personas que lucharon por la democracia entre la guerra incivil y las primeras elecciones.

Servidora, que adolece de fantasía (y por eso no se dedica a crear sino a observar, informar y tratar de interpretar la cruda realidad) ha intentado representarse el reverso al que alude Serrat. Pero retroactivamente y encajándolo en algunas de las experiencias de vida que en el libro se resumen. Y he de confesar que ha resultado un absoluto fracaso, porque víctimas y verdugos no son equiparables ni intercambiables como se intenta hacer creer.

No, no veo a Fructuoso cebando la picana ni a Alejandra dando la orden de bombardear mercados. Ramiro o Elisa no hubieran dejado morir de hambre a poetas encarcelados, o de balas en cualquier cuneta... Es imposible suponer a Ángeles cortando el pelo a quienes rapaban a las esposas de mineros díscolos, o a Cesáreo forzando el fusilamiento de ningún abuelo, como hicieron con el suyo. ¿Y os imagináis a Eduardo haciendo huérfanos para luego abandonarles al hambre y la enfermedad? Estoy segura de que Julio jamás ahogaría al coronel Eymar, de que Soriano sería incapaz de robarle dinero a ningún miembro de la brigada político social, ni de reventarle el tímpano a golpes. ¿Y cómo iba Vicent a pegarle al cura que tan sañudamente le pegaba? Tampoco me represento a César aplicando la Ley de Bandidaje y Terrorismo a los torturadores Ballesteros, Acosta y Solsona.

Es decir: no es que pensaran diferente. Es que eran, son, diferentes. Así que ni venganza ni gaitas. Al restaurar la verdad vemos que en la lucha por las libertades el mundo al revés no es posible, porque no existe en el bando de los perdedores espejo alguno capaz de mimetizar y devolver la crueldad con que actuaron los victoriosos. Pero de ahí a negar los hechos, a olvidar los "restos de ayer" hay un trecho. Porque como se lee en la introducción "no sólo han perdido el presente, sino que acabarán mereciendo, pese a quien le pese, la condena y el desprecio de la inmensa mayoría. La dictadura de Franco ocupará el puesto que le corresponde al lado de las dictaduras más sanguinarias de la Europa del siglo XX". ¿Puede alguien en sus cabales dudar de que fue así?

P.D. Es como si la transición democrática estuviera aún a medio cocer. El simbólico caballo de Pavía irrumpe y cabriolea. En el hemiciclo lo espolean secuaces de un coleccionista de trajes. Por la RTVV lo montaba aquel coleccionista de bragas, aquel secuestrador de dignidades.

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