_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Sobre la servidumbre voluntaria

Este texto debe mucho a 'El Discurso sobre la servidumbre voluntaria', del humanista francés Étienne de la Boétie, publicado en 1576.

Don Mariano Rajoy ha dado su consentimiento. ¡Por fin el señor Camps será el candidato a las próximas elecciones de la Generalitat Valenciana! Algunos, optimistas, esperábamos que no lo hiciera, pues "Mariano Rajoy no es tonto", como escribió J. J. Pérez Belloch en su columna de EL PAÍS, sabe que mantener, contra viento y marea, la candidatura del actual president es un riesgo que no le convendría correr. Las cosas han ido finalmente por donde querían sus partidarios en la Comunidad Valenciana, quienes confiaban en que Rajoy -que no es tonto- habría hecho bien los cálculos para ganar las elecciones. La servidumbre voluntaria estaría aquí justificada por motivos electorales.

Nadie, ni siquiera en la corte del PP, ignora el peligro de Camps, pero todos le apoyan

Quienes la practican se desinteresan de lo que esta servidumbre pueda dañar a la política. Poco les importa si con ello aumenta el malestar difuso de los ciudadanos, que están desencantados, malhumorados o agrios a secas. Tiempo habrá -piensan- para poner un poco de vaselina en las rozaduras. Mientras tanto lo urgente es salvar la cara del líder; de modo que su resolución o, lo que es lo mismo, su falta de resolución en esta crisis no acentúe su imagen de político débil, incapaz de poner orden en su partido, como alguna desleal se lo reprocha desde sus propias filas.

Nadie, ni siquiera en la propia corte del Partido Popular, ignora el peligro de Camps: no solo por la torpeza del asunto de los trajes, sino sobre todo por la amenaza de las causas pendientes en los tribunales, que deberán juzgar los presuntos delitos en la adjudicación irregular a la trama Gürtel. Pero, con todo, destaca la coincidencia en la necesidad del apoyo -o de la servidumbre voluntaria- a Camps: ahí tienen a Rita Barberá en cruzada permanente contra los enemigos del president y de Valencia. Pero me pregunto, absolutamente en serio, por qué una política tan aguerrida, que dicen amar tanto a Valencia y a los valencianos, tiene puesto su afán en la defensa a ultranza de un líder que ya no lo es. Se trata de una verdadera desgracia para todos, incluso para sus seguidores, que tendrán que acallar sus dudas para acordarse a la voluntad de sus jefes. Siendo Camps el presidente más apoyado de todos los tiempos, pasados, presentes y, quién sabe si también futuros, ¡a ver quién se atreve a decir que el rey se pasea desnudo!

Todos saben que son malos tiempos, pero en tiempos electorales, más que nunca, habrá que seguir ocultando los problemas: los gastos excesivos de los grandes eventos, el considerable aumento de la deuda, las facturas que no se pueden pagar, la degradación de los servicios públicos; mientras, de paso, quienes apenas gestionan los asuntos de gobierno, le endosan las causas de los problemas a Zapatero: ahí tienen a González Pons dispuesto a incendiar Valencia y aun España para salvarnos de la corrupción y del mal gobierno de Madrid. Se trata de ganar las elecciones, para lo que afán no les falta, como diría Soraya Saez de Santamaría. Pero nos encontramos ante gentes que se afanan más en crear adhesiones que en procurar que los ciudadanos dispongan de mayor libertad, bienestar y todo cuanto puede contribuir a ser más felices. El actual jefe de la radio y la televisión pública valenciana, al tomar posesión de su cargo, empeñó su palabra en que habría cambios y en que las cosas iban a mejorarse. Altanero con las quejas de la oposición se atrevió a decir que en adelante "ya nadie podrá decir que pierden las elecciones porque no salen en Canal 9". Su actuación ha desmentido sus palabras, no sabemos qué ocurriría si la radio y la televisión públicas, en lugar de continuar estando al servicio del Gobierno, fueran plurales, se dieran debates y tuvieran cabida las opiniones contrarias; pero lo que sí sabemos es que la estrategia de manipular la información que no les conviene ha contribuido a disminuir la audiencia y a que la gente esté cada vez peor informada. Políticos que abusan de la estrategia de laminar a quien miran como contrario; que dejan de contestar las preguntas difíciles -es el caso del dinero pagado para los grandes eventos o a determinadas personas-; que hacen oídos sordos a las propuestas -o a las quejas- que plantean desde distintos ámbitos sociales: vecinos del Cabanyal, gentes del teatro, bandas de música, Escola Valenciana, familias que necesitan ayuda para cuidar a las personas dependientes, etc., etc. Se falta a la justicia y se falta a la piedad: ¿Cómo entender que el presidente Camps se haya negado a recibir a las victimas del accidente de metro de Valencia? Estas personas se reúnen los 3 de cada mes, a las siete de la tarde, a la puerta de la Catedral: su gesto demasiado solitario debería ser una llamada a la rebeldía ante la innecesaria humillación que supone para los ciudadanos que sus representantes miren para otro lado ante su dolor.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Las democracias son imperfectas, pero lo son mucho más cuando el poder político actúa como una máquina de producir consentimiento, reduciendo la libertad creando tensiones entre los ciudadanos, con la única finalidad de mantenerse en el poder. Tal perversión se muestra hoy con toda desnudez en Italia, con un Berlusconi, sostenido por su dinero, su control de los medios de comunicación y por tantas servidumbres como tiene, de forma que no le han tambaleado ni los escándalos ni excesos que se descubren a diario. En estos días, las mujeres, por fuera de las servidumbres que han venido sosteniendo al político (su partido y aliados, la iglesia o los votos comprados o adquiridos mediante mecanismos que rozan la ilegalidad) han logrado reunir a más de un millón de personas para explicar que si se resquebrajan esas servidumbres disminuirá el consentimiento y el poder de Berlusconi habrá terminado.

Quizá sea posible otra política.

Isabel Morant. Universidad de Valencia.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_