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Columna
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Un soplo de inteligencia

No corren buenos tiempos para el ejercicio del pensamiento político, casi olvidado de puro oxidado por estos lares, y menos aun en un periodo preelectoral como el ahora emprendido, tan propicio al cacareo banal o al mensaje sumario y propagandístico. De ahí la rara y plausible convocatoria del colectivo socialista Volem i Podem para, a modo de homenaje, discurrir sobre la portentosa personalidad y obra del extinto historiador Tony Judt en su condición de ciudadano comprometido con los problemas que acucian al mundo y los retos que ha de asumir la socialdemocracia renovada que postula en su imprescindible texto Algo va mal (Taurus).

No es ésta la crónica y ni apenas la glosa de un episodio que, con visos de acontecimiento, tuvo lugar el miércoles pasado en las aulas cedidas por el Centre Cultural Octubre, de Valencia, colmadas de gom a gom por una audiencia cualificada y participativa que debatió las reflexiones de los ponentes, los profesores Joan Romero y Justo Serna, ambos en la estela del eminente pensador. Un público sin duda ávido de connotaciones intelectuales distintas a la miseria del discurso político que cunde porque, ciertamente, es el que más conviene a la derecha partidaria, pues en punto a ideas lo suyo es no tenerlas o, a lo sumo, practicar el vuelo gallináceo. Pero no es suya toda la culpa, claro, porque también buena parte de la izquierda y de sus líderes se encuentran cómodamente instalados en la rutina y en el topicazo, sin sentir la necesidad de oxigenar su breviario ideológico. Lo que hoy les apremia es el marketing electoral y disfrazar la inopia con las prendas de la banalidad.

Esta suerte de insólito brain storming o lluvia de ideas en que se condensó el encuentro que referimos no permite ser encapsulada en unas pocas líneas porque, aunque de modo sintético, se formularon muchas de las preguntas decisivas acerca de la crisis de la izquierda y su repertorio de soluciones para recuperar la iniciativa perdida en un mundo globalizado. Todo un mogollón de sugerencias. Sin embargo, dos de los ejes trasversales de los discursos fueron la necesaria restauración del liderazgo moral y político de la socialdemocracia, avalada por su eficiente -aunque no siempre brillante- pasado porque, a pesar de no representar un futuro ideal, "es la mejor de las opciones que hoy tenemos", según el libro arriba citado. El otro eje es la preocupación específica por Europa, hoy por hoy desvalida ante el gran desafío que supone el desarme de remedios ante su parco, acosado e insuficiente crecimiento económico.

Y a todo esto, a lo largo del vivaz debate y del compromiso militante y activo de muchos de los concurrentes, no se produjo la menor referencia al esperpento político doméstico, como si éste fuera -y de hecho así es- una farsa aflictiva y risible que acontece en un lugar remoto habitado por gobernantes extraños que hacen cosas tan rocambolescas como inaugurar con pompa maquetas de futuros hospitales, que no éstos, o aeropuertos sin aeronaves, pero con sólidas y costosas pistas para organizar botellones o, sencillamente, que entre cita y cita electoral, se apliquen a lucrarse de los cargos públicos amparándose en la amnistía que a su juicio otorgan los votos. "Políticamente la nuestra es una época de pigmeos", escribió el gran historiador cuya remembranza nos ha proporcionado este soplo de inteligencia. Pigmeos y a menudo corruptos. ¿Hará falta señalar con el dedo?

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