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Reportaje:

El valenciano de Calcuta

José Saurí, de Vinalesa, trabaja en una zona deprimida de la India oriental

"¿No tienes frío?" le preguntan los indios en bengalí. Él es valenciano, de Vinalesa, y camina descalzo por el mercado local. Sus pies blancos destacan sobre la oscuridad de la calle, -cuatro bombillas que salen de los generadores de los pequeños comercios-. Con ropas de verano, pantalones bombachos y la camiseta de su ONG, ya es un vecino más de las aldeas de Sundarban, población de Bengala (India oriental) donde José Saurí lucha por convertir a Mundos Unidos en un proyecto sostenible. Antes de fundar la ONG había trabajado en 2005 como voluntario de la Madre Teresa en la casa de los moribundos.

Saurí llegó hasta Sundarban tras siete horas de viaje en autobus barco y autorickshaw (motocarro) desde Calcuta con el ánimo de ayudar en algo, pero sin saber muy bien en qué. Le acompañaba su socio en Mundo Unidos José Roca. "Al principio, dice, pensé en un orfanato", pero más tarde comprendió que no se trataba de hacer por hacer, sino que "había que cubrir las necesidades de estas personas". Cuando los dos socios llegaron a Sundarban coincidieron: "aquí hace falta ayuda". Dos meses y medio después habían adquirido el edificio anticiclones, donde se ubican la sede de la escuela y el centro médico. José se quedó en India y Jesús regresó a Vinalesa, para consolidar Mundos Unidos, una organización sin ánimo de lucro que trabaja por el desarrollo de la infancia y las aldeas en uno de los manglares más grandes del mundo, el Delta del Ganges.

"Queremos reforzar el papel de la mujer en la India", afirma el cooperante

El pueblo en donde se centran los esfuerzos de estos españoles es Jhar-khali, a unos cien kilómetros de Calcuta donde, alrededor del edificio central, se está terminando la construcción que albergará una cooperativa para mujeres, siguiente proyecto que afronta la organización. "Queremos reforzar el papel de las mujeres, para que no sigan siendo inferiores a los hombres. Por eso apostamos por enseñarles un oficio para que sepan comercializar con sus propios productos", dice Saurí. Las manufacturas que salgan de estos cursos de formación se venderán como comercio justo, tanto en India como en España. La intención es "vender obras hechas a mano -incensarios y tallados de madera- para que se adquieran en comercios colaboradores", comenta Jesús Roca.

A unos cincuenta metros del taller de oficios, Saurí planea construir una piscina donde enseñar a nadar a los alumnos de "la escuelita". Pese a que el deporte nacional es el críquet "considerado como una religión", aclara el director de la escuela, Neal Nijam, la natación sería útil por la meteorología de la zona.

"Esta región se ve azotada constantemente por las inclemencias del tiempo, tanto con la llegada anual del monzón como por los ciclones", explica Nijam. Y estos fenómenos meteorológicos son capaces de transformar la vida de estas poblaciones en un paisaje dantesco en cuestión de horas.

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De hecho, en la memoria de los aldeanos aún pervive el recuerdo de la tragedia de Aila, según explica Subrata Jana, encargado general de la ONG valenciana. En 2009, el tsunami provocado por Aila destrozó decenas de casas hechas de adobe y paja por los propios campesinos, muchos de los cuales tuvieron que emigrar a Calcuta en busca de una segunda oportunidad que no encontraron. Saurí lo tiene claro: "La tierra les abandona a ellos, ellos no abandonan la tierra".

Una de las razones que movieron a Jesús y a José a establecerse en la zona en 2010 fue las consecuencias del tsunami. De hecho, desde Sudder Street, emblemática calle calcutense donde coinciden los voluntarios de Madre Teresa, en aquel junio de 2009 se recopilaban ropas usadas, limosnas y comida para enviar camiones a Sundarban. Y este mismo espíritu de ayuda llegó a Kumarmarí, sede de Mundos Unidos, de la mano de Sofía Luján, Mónica Soriano y Mari Luz Muñoz, valencianas, cuya visita a India acabó con el regalo de un proyector cinematográfico. Para lograrlo, distribuyeron huchas solidarias por los comercios y en sus propias casas -"cada amigo que tomaba un café pagaba un euro"-, hasta reunir 2000 euros con los que se compraron el proyector y un grupo electrógeno para que funcionara. La primera película que se proyectó fue La edad de hielo. Sofía confiesa que en ese instante se sintió como "Mamá Noel".

Solucionado el problema del cine, Saurí y Roca arreglaron el problema del transporte escolar con dos autorickshaw que llevan a los niños por la mañana y los devuelven a sus hogares por la tarde. La educación infantil es el eje de Mundos Unidos, "ahí está la base". Y tras el cine y la escuela, el centro médico que empezará a funcionar en breve porque, "hace mucha falta. En Sundarban, si pasa algo, tenemos que recorrer sesenta kilómetros y no tenemos ambulancia para transportar a los enfermos. El año pasado una mujer tuvo a su hijo a medio camino del hospital" por una carretera infame en una zona -el noreste oriental de India- que está infestada de cocodrilos y tigres de Bengala, que de vez en cuando cruzan los canales y hacen acto de presencia en estos pueblos, para sobresalto de los locales.

Lejos de India, desde las redes sociales Saurí y Roca no dejan de dar las gracias a todas las personas que han apadrinado niños, que han colaborado en algún evento promovido por la propia ONG o que les dan aliento para continuar con esta ardua tarea. Porque como en todo inicio, según subraya Jesús Roca "al principio es difícil conseguir subvenciones de las instituciones. Por el momento nuestra principal ayuda viene de los apadrinamientos. Toda ayuda siempre es bien recibida".

José Saurí come con los alumnos de la escuela de Sundarban que ha ayudado a crear.
José Saurí come con los alumnos de la escuela de Sundarban que ha ayudado a crear.ANA BLEDA

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