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"Si no vas, te llaman para decirte que no te han visto"

El Consell presiona a los empresarios para apoyar a Camps

Miquel Alberola

Aunque la economía valenciana es la que menos creció en 2008, el presidente de la Generalitat, Francisco Camps, sale a casi baño de empresarios diario. Si el lunes reunió a una buena masa empresarial en la colocación de la tercera primera piedra de barrio de Sociópolis, en Valencia, anoche se dio otro chapuzón en la celebración de la Noche de las Finanzas, en el Centro de Eventos de Feria Valencia, que él mismo inauguró y al que ha tomado tanto cariño como si fuera su propia concha.

Hace apenas una semana se dio ahí mismo otra inmersión para presentar a los empresarios las medidas especiales de apoyo al sector, enmarcadas en el Plan Especial de Apoyo a los Sectores Productivos. Incluso hoy mismo mantendrá un almuerzo de trabajo con el comité ejecutivo de la Cámara de Valencia, un acto "para intercambiar puntos de vista sobre la situación económica". El presidente se prodiga siguiendo el guión de la estrategia para tratar de recuperar la iniciativa política ante el acoso judicial derivado de la operación Gürtel y transmitir la sensación de estar manos a la obra contra la crisis económica con la aquiescencia y el aplauso de los empresarios.

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Pero detrás de esa sucesión de imágenes tan espontáneas, existe un concienzudo trabajo de campo por parte de la Generalitat, movilizando personalmente no sólo a las cúpulas de las organizaciones empresariales, sino incluso a sus afiliados. Fuentes de Cierval descartaron ayer que hicieran de correa de transmisión de estas convocatorias, aunque consideraron que "cuando se convoca un acto que es objetivamente para los empresarios, hay que ir", ya que la patronal estuvo reclamando acciones concretas contra la crisis. "No ha habido toques de corneta, y por parte de Cierval, menos", zanjaron.

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Sin embargo, no faltan empresarios que se sienten incómodos ante la presión del Consell. "No es directamente el Gobierno, sino segundos y terceros escalafones", puntualiza un importante empresario. "Te llaman y te dicen que hay que apoyar al presidente porque no se merece lo que le está pasando", refiere. Luego, un sistema de control ocular se encarga de cotejar que el invitado ha asistido al acto. "Si no vas, te llaman para decirte que no te han visto, cuando lo normal es que los empresarios estemos trabajando", explica.

"Es difícil no estar sometido a ese juego", manifiesta otro empresario, al tratarse de actos relacionados con la economía. Sin embargo, revela que muchos empresarios, salvo los "adictos", se sienten "incómodos". "Te ves forzado a ir a cosas que no puedes decir que no, aunque eres consciente de que te están utilizando para hacer la ola al presidente", confiesa no sin rubor.

Una muestra de esta sensación la constituye el hecho de que el pasado 16 de marzo, nada más terminar el acto de presentación del Plan Confianza, al que asistieron unos 400 empresarios, la mayoría de los asistentes abandonara inmediatamente el Centro de Eventos, contrariamente a la tradición y pese a que el presidente y su equipo ofrecieron su proximidad en un refrigerio. Varios de los empresarios asistentes no escondieron su malestar tanto por la instrumentalización de que están siendo objeto como por los "planes vacíos" y "la falta de medidas serias de la Generalitat para ayudar a las empresas".

Ante esa "utilización", uno de los empresarios consultados expone que la situación por la que atraviesa el presidente plantea dos problemas, uno jurídico y legal y otro político. "¿Qué pintamos nosotros ahí?", se cuestiona no sin perplejidad. Según su análisis, en el PP, "con esta sobreactuación se están equivocando", puesto que "están dando a entender que lo que tratan de negar es cierto". "Deberían de dedicarse a lo que de verdad es importante y corresponde a los políticos", deplora.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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