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Entrevista:PACO ROCA | Autor de cómics

"En la vida, ser mayor es ser un actor secundario"

Arrugas, el quinto álbum de Paco Roca (Valencia, 1969) convirtió a este dibujante y autor de cómics en una celebridad dentro del mundo de la historieta. La obra fue galardonada el pasado mes de noviembre con el Premio Nacional del Cómic, una distinción que ha sorprendido al propio Roca, propietario de un estudio de ilustración, contertulio en programas de radio y guionista. Frente a una gran pantalla de ordenador, en la que se adivinan páginas de su última obra, Las calles de arena, que acaba de publicar Astiberri Ediciones, Roca reflexiona sobre un éxito que le ha pillado de sorpresa. Tan de sorpresa como aparece el Alzheimer en la vida de quienes tienen arrugas.

Pregunta. ¿Se puede vivir del cómic?

"No quería un dramón, sino algo duro pero contado desde el optimismo"
"El Alzheimer supone la negación de todo lo que has sido en tu vida"
"Esto no hay que tomárselo muy en serio porque mi éxito es relativo"

Respuesta. Sí y no. Si sólo trabajas para España, tienes que vivir de otras cosas. Si trabajas para el mercado francés o el americano, puedes vivir del cómic, pero tienes que trabajar a destajo. Es como la literatura. La mayoría de los escritores tienen que vivir de artículos de prensa o de dar clases. Ahora, si tu intención es ser un autor, tomártelo a un ritmo pausado, tienes que ser uno de los autores reconocidos. Yo no puedo hacer nada de eso y tengo que compaginarlo con la ilustración.

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P. Al menos el Premio Nacional, si no le soluciona la vida, le habrá servido para que Arrugas se venda más...

R. Sí. Yo creo que es por el tema que trata, que ha llegado a todo tipo de público, a gente que no compra cómics normalmente. Ha sido muy atípico, porque el mundo del cómic tiene un techo, que está en los 10.000 ejemplares.

P. ¿Por qué pensó en la enfermedad de Alzheimer como tema para este libro?

R. Yo quería hacer algo sobre la vejez, contar qué deben de sentir las personas mayores. Mis padres son mayores y cuando hablo con ellos me doy cuenta de que las conversaciones versan sobre pastillas, médicos y cosas así. Las conversaciones son divertidas, pero también tristes, porque te das cuenta de que se van degenerando. Empiezas a ver la vejez como algo muy cercano y que curiosamente es un tema muy poco abordado, no sólo en el cómic, sino en la literatura, el arte o el cine. Cuando a Michael Caine le dieron el Oscar al mejor actor de reparto por Las normas de la casa de la sidra, dijo que a su edad en el cine sólo se podía aspirar a ser actor secundario. Y tenía razón, pero no sólo en el cine. En la vida, ser mayor es ser un actor secundario. Después, cuando empecé a investigar, descubrí lo que era el Alzheimer.

P. Parece sorprendente el retrato que hace de los problemas de Alzheimer sin haber vivido la enfermedad de cerca, en su círculo familiar.

R. En mi familia no, pero el padre de un amigo mío tenía Alzheimer. Yo lo conocí antes de que le sobreviniera la enfermedad y era una persona muy culta, con muy buena memoria, que había dedicado su jubilación a disfrutar de la lectura. Ver cómo a una persona le iba afectando la enfermedad me pareció terrible y muchas de las historias que me contaba mi amigo sobre su padre las incorporé al libro. Una de las historias que me contó mi amigo era que una noche oyó el sonido de la máquina de afeitar y se levantó para ver qué pasaba. En el cuarto de baño se encontró a su padre completamente trajeado delante del espejo, afeitándose. Mi amigo le dijo "papá, ¿qué haces?" y su padre le contestó, con toda naturalidad, que se estaba afeitando para irse a trabajar. En ese momento, el anciano tuvo un gesto de lucidez y se dio cuenta de que no se reconocía. Ese miedo que debía de sentir aquel hombre es una de las cosas que me impulsó a escribir y dibujar Arrugas.

P. Sin embargo, el cómic puede tener la cualidad de transformar las cosas terribles en divertidas.

R. Según como las cuentes. Yo tuve dificultades para encontrar el tono adecuado para la historia. No quería que fuese un dramón para cortarse las venas cuando lo lees, sino algo duro pero contado desde el optimismo.

P. ¿Por qué habla en Arrugas de la degeneración mental, más que de la degradación física?

R. Es imposible hacer un libro que englobe toda la vejez. A mí me interesaba mucho hablar de una enfermedad que supone la negación de todo lo que has sido en tu vida, hasta el punto de que no puedas ni controlar tu propio cuerpo. Además está la soledad, que es de lo que realmente trata el libro.

P. Sus anteriores obras tienen un componente fantástico. ¿Por qué ahora se remite a algo tan real como la vejez?

R. Poco a poco he ido cambiando de registro. En El faro, mi libro anterior, partía de la realidad de la Guerra Civil para mostrar un universo fantástico, luego ya había una mezcla entre realidad y fantasía. Pero en Arrugas pasa algo parecido. Juego con la fantasía y la irrealidad de los personajes, aunque esa fantasía sólo esté en la mente de ellos.

P. La gente tiene la idea de que el cómic ha de servir para evadirse de la realidad, pero usted ha hecho lo contrario.

R. Eso es lo bueno del cómic. La gente no espera que un cómic te pueda dar una hostia con un tema así y pillas al lector bastante desprevenido. Eso me ha servido para ir sumergiendo poco a poco al lector en lo que quería contar. El cómic es la lectura por la que todos hemos empezado y eso le da una apariencia de algo ligero, pero además, al estar hecho de dibujos, hace que el lector se distancie más. Pero, a la vez, el cómic exige del que lo lee un esfuerzo mucho mayor que el que tiene que hacer el lector de libros o el espectador de cine, porque te obliga a rellenar el espacio entre viñetas, has de poner el movimiento donde no lo hay, los sonidos que no se oyen, los sentimientos que no se retratan.

P. ¿Eso quiere decir que, si Arrugas llegara al cine, sería algo completamente diferente?

R. Seguro. Hay un proyecto para transformarla en una película de animación. Creo que ese tipo de películas son lo más cercano al cómic, porque comparte un lenguaje con él. También hay un proyecto de hacerlo en película de personajes de carne y hueso, pero eso me parece que no funcionaría.

P. Usted escribe sus propios guiones, pero ¿es necesario ser un buen dibujante para hacer buenos cómics?

R. No necesariamente. En el cómic hay dos caminos. Uno es el del dibujante que tiene su guionista y cada uno hace su trabajo, algo que funciona bien en algunos casos, como Goscinny y Uderzo, pero que en otras ocasiones no sale tan bien, porque ambos quieren lucirse. El otro es el del que escribe guiones y dibuja, en el que controlas todo el proceso. En ese caso, lo importante es que la historia que estás contando funcione y no es necesario ser un buen dibujante para hacer buenos cómics.

P. En los últimos años proliferan más los autores que son guionistas también.

R. Sí, porque el cómic ha cambiado mucho. Hasta hace 15 años, el cómic era aventura y entretenimiento. Eso ha ido cambiando, porque ahora se ha convertido en un medio artístico que puede tratar cualquier tema, y eso ha hecho surgir la figura del dibujante autor.

P. ¿Se siente heredero de toda la tradición de cómic que arrastra Valencia o eso es una etiqueta?

R. Yo sí que me siento hijo de esa escuela valenciana de los años 80, de gente como Mique Beltrán, Daniel Torres o Sento. Quizás porque esa generación bebía del cómic francobelga, que a mí me gusta mucho también. Desde siempre, Valencia ha tenido una gran cantidad de autores, aunque no sé muy bien por qué.

P. ¿El cómic tiene capacidad para cambiar la realidad?

R. Es lo que intentas, cuando haces algo como Arrugas. Primero quieres entretener, y luego denunciar algo, que la gente lo vea. El problema es que llegas a mucha menos gente que el cine o la literatura. El cine tiene tanto poder que es capaz de transformar la biografía de la gente y Mozart, por ejemplo, es para todo el mundo el personaje de Amadeus. En el cómic nos conformamos con cambiar, más que la realidad, los estados de ánimo.

P. ¿Y ahora qué? ¿Tiene miedo a quedarse bloqueado después de este éxito?

R. Quizás lo mejor sea colgar el lápiz y decir hasta aquí he llegado. Le pasó a Capote, que publicó una novela y no volvió a hacer nada. Sí que existe ese miedo, porque el autor trabaja mejor cuando crea desde la incomprensión. Crear desde el éxito es muy diferente a crear desde el otro lado. Cuando haces Arrugas quieres demostrar cosas, quieres arriesgar, quieres joder a todos aquellos que no te han hecho caso. Tienes una motivación diferente a cuando tienes éxito. Ahora no sabes si seguir por el mismo camino o tomar otro rumbo. En todo caso, esto tampoco hay que tomárselo muy en serio porque mi éxito es muy relativo. Si esto me hubiera hecho millonario y me hubiera hartado de follar, no querría que acabara nunca, pero desgraciadamente no ha sido así, porque el cómic nunca te da para eso. Yo sigo con mi trabajo y no me he hecho rico.

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