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Reportaje:

1.500 años de liderazgo comercial

El castro de A Lanzada mantuvo desde la Prehistoria hasta principios de la Edad Media relaciones económicas con pueblos de todo el Mediterráneo

Desde primera línea de la playa de A Lanzada, ya en el siglo IX antes de Cristo, se controlaban los barcos que entraban en la ría de Arousa. De esa época es el asentamiento castrexo que, aprovechando las condiciones naturales de la zona, se convirtió en uno de los puntos comerciales más importantes en el mundo conocido desde la Prehistoria, al comienzo de la Edad de Hierro, hasta los inicios de la Edad Media. Unos 1.500 años de liderazgo comercial que hicieron del pequeño emplazamiento el Hong Kong o el Singapur de la época. "Hay pocos poblados que muestren esta actividad durante tanto tiempo", indica el arqueólogo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) Alfredo González, asesor de la excavación.

Fenicios y romanos buscaban en Galicia estaño para hacer bronce
Había vino en grandes cantidades, pero era de ínfima calidad

Fue el interés de fenicios y romanos por controlar el comercio del estaño el que aupó al castro de A Lanzada a importante puerto de intercambio que, a partir del 450 a. C., ya tenía una considerable relación comercial con el Mediterráneo y el sur de la Península. Esa es la teoría que manejan los investigadores del CSIC que excavan los restos del castro para desentrañar su historia. Los poderosos pueblos del Mediterráneo necesitaban el estaño de las minas gallegas para fundirlo con el cobre y obtener el bronce con el que acuñaban su moneda. "Era estratégico porque ese mineral lo hay en pocos lugares. Si no venían a Galicia, tenían que irse a Bretaña, Cornualles o Irlanda", explica González. "Era un emporio comercial como hoy son Singapur, Manhattan o Hong Kong, con gran independencia política y mucha actividad económica", describe.

En el puerto de A Lanzada se descargaban todo tipo de productos, que fueron evolucionando según las modas a lo largo de su historia con una única excepción: el vino. "Está ahí siempre. Hay momentos con picos de comercio de vino en cantidades industriales, pero era un producto muy malo, como el Don Simón de la época", explica González. Y llegaba desde muy lejos, como las ánforas que se encontraron procedentes de Palestina. Los collares de cuentas de cristal, por ejemplo, sí sucumbieron a las modas. En la excavación, los objetos que aparecen "son bastante espectaculares y exóticos". Los ungüentarios, una especie de perfumes "muy raros y exclusivos" que guardaban en frascos de cerámica, venían desde Egipto. Desde la isla de Delos, lugar de nacimiento del dios Apolo, en cuyo honor erigieron los griegos un santuario, llegaba al puerto de A Lanzada su rara cerámica roja, llamativamente decorada. "Muchas veces lo que es exótico, más que el producto en sí, es el lugar de donde viene", puntualiza González. El comercio procedía en su mayor parte del Norte de África, Italia y todo el Mediterráneo occidental.

La dominación romana de Galicia, a partir del año 30 a. C., introdujo el uso de productos que antes no se encontraban, como las vajillas de lujo llegadas de lejanas islas griegas o de Francia, a la que España vendía trigo. La nueva población romana, con clases sociales muy marcadas, convirtió estos platos en uno de los elementos más comunes a partir de entonces. En esta época, con Egipto, también bajo la influencia de Roma, las transacciones con Alejandría traían ricos objetos de cerámica y de cristal.

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Los arqueólogos tratan ahora de determinar cómo influyó tanta actividad comercial a un pequeño poblado que, en su apogeo no debió de superar los 300 habitantes. Muchos de ellos serían probablemente de fuera, mercaderes fenicios o romanos. En toda la zona de las Rías Baixas, donde a menor escala funcionaron otros puertos como el de Baiona, el comercio impactó en la cultura local y favoreció, por ejemplo, el desarrollo de la orfebrería, para la que usaban el oro que se extraía en Ourense y en Las Médulas, en El Bierzo. Los arqueólogos le dan vueltas ahora a qué pasaba con todos esos productos de lujo, quién los consumía en una sociedad en las que las diferencias sociales no eran grandes. Precisamente por eso podría aparecer tanto el vino, ya que era un elemento que se podía socializar y consumir de forma conjunta en fiestas.

Es posible que el poblado actuase como distribuidor también hacia un mercado interior a través de ferias. En diferentes ocasiones se han encontrado objetos de lujo cerca de A Lanzada, como en Ribadumia. Lo que los arqueólogos tienen más claro es que este pueblo comerciante sí explotaba los 30 ó 40 kilómetros navegables del río Umia para vender cerca de A Estrada cerámicas púnicas.

Excavaciones arqueológicas en el castro de A Lanzada, en el municipio de Sanxenxo.
Excavaciones arqueológicas en el castro de A Lanzada, en el municipio de Sanxenxo.CARLOS PUGA

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