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Columna
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Ahora, a barrer el escenario

Religión y religiosidad son palabras que seguirán teniendo significado para generaciones futuras, fueron la historia de la humanidad y el sentido de su existencia, pero cuando oímos la palabra religión sabemos que se refiere a las religiones instituidas, generalmente la Iglesia romana. Desde Constantino, el cristianismo tuvo gran éxito a pesar de su división entre protestantes, cristianos ortodoxos y cristianos romanos, pero díganme lo que no está en crisis. Si el catolicismo no viviese una crisis existencial profunda no andaría ese anciano de salud muy menguada de aeropuerto en aeropuerto, que a esa edad ya está uno para quedarse en casa bien abrigadito. Porque lo que vino a hacer a Santiago es más que una misa. ¿Cómo llamarle, actuación? La misa es la evocación y actualización de la Última Cena, y cuesta creer que el espectáculo televisado al mundo sea una verdadera eucaristía.

No van a reevangelizar España esos hombres célibes vestidos de seda que apartan a las mujeres

Los papas viven y visten igual que hace siglos pero ahora tienen que hacer bolos como actores y músicos. El anterior, Juan Pablo II, aprendió de los telepredicadores evangélicos americanos y llevó el catolicismo a una nueva dimensión, la mediática, y este Papa se ve obligado a continuarlo. Pero aparte de que carezca de la capacidad teatral del anterior, este Papa recoge los frutos de Wojtyla: hoy el Vaticano afronta una crisis de imagen y una contestación que no había antes, y en todas partes, además de seguidores, le salen contestadores, algo que es nuevo. La religión mediática es la respuesta instintiva que dio el Vaticano a su pérdida de terreno en la vida real de las personas, especialmente en España: se está volviendo una realidad virtual.

El catolicismo fue hasta hace poco la religión prácticamente obligatoria en España, una religión de Estado. Y, por cierto, fueron los obispos españoles y el Papa quienes garantizaron que Franco era "Caudillo por la gracia de Dios", como bien rezaba la moneda. Con tanto ruido y espectáculo olvidamos las cosas serias: la Iglesia católica debería pedir perdón por ese grandísimo abuso, pero es evidente que eso provocaría estupefacción y escándalo entre los entusiastas que ahora lo celebran. A los santiagueses les llama la atención esa gente que grita y aplaude dentro de la catedral como adictos porque están acostumbrados a contemplar lo excesivo y colocan esta visita en su justo punto: ya Isabel II le ofreció a un Papa que se veía apretado en Roma trasladar su sede a Compostela. Así que un poco de compostura y de estilo, ni que fuese la primera vez que vemos a un Papa.

Aun sabiéndonos herederos de la historia europea y su dimensión espiritual, y considerando por ello una visita así con respeto, no dejamos de ver aspectos inquietantes, como que los policías nacionales estén bajo mando del Vaticano. Hay algo demasiado denso en esta visita, muchos vecinos, ante el aviso de que llegarían 200.000 personas entusiastas, escaparon de la ciudad o se refugiaron en sus casas. Los quiosqueros hicieron sus cálculos y aumentaron su pedido de ejemplares de ABC, La Razón y La Gaceta, que aun así fueron pocos. Y es que los quiosqueros saben de política. Como también los organizadores de una protesta en Madrid contra el Gobierno, no recuerdo si por el aborto, el divorcio o el terrorismo, quienes temieron que una parte de su base estuviese hoy en Compostela. Sí, el espectáculo vaticano tiene plena dimensión ideológica y política también. Es un acto de reafirmación de la Iglesia y también una crítica a las tibias medidas del Gobierno para mantener laico al Estado. Wojtyla viajó a lomos del lado oscuro: Opus, Legionarios de Cristo, kikos,...Y Ratzinger, aunque con matices, sigue ese camino. El catolicismo lleva décadas negando el mundo, eso lo conduce a la inanición. Conforme pierde fieles y alimento social, menos universal y más integrista y partidista se vuelve, el entusiasmo de esos sectores sociales clasistas y fanatizados lo conduce al empecinamiento. No van a "reevangelizar España", como pidió Ratzinger, esos hombres célibes vestidos con bordados y sedas que mantienen apartadas a las mujeres, que pretenden dominar nuestras vidas y que alardean impúdicamente de su pompa y poder: el Evangelio trata de todo lo contrario. A Cristo le espantaría ese mundo lujoso, cerrado y viciado que es el Vaticano, y a mucha gente común también.

Siendo éste el viaje de un estadista con protocolo, como ciudadanos gallegos tenemos que preguntarnos por el lugar del presidente de la Xunta que nos representa, ¿tuvo el lugar adecuado? En cuanto al aspecto económico del asunto, Dios dirá.

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